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Santiago de Chile.   Vie 26-04-2024
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Herencias de los 80
Hacia fines del régimen militar, los políticos encuentran formas de entenderse, la economía se recupera y se imponen discursos en la sociedad que modelarán el inicio de la transición.
La Segunda publica hoy la primera parte de una serie de reportajes, entrevistas y documentos en torno a algunos de los hitos claves de los últimos 35 años en nuestro país. Continuarán apareciendo cada semana durante los próximos dos meses.

Si bien una función primordial de un diario es la de registrar acontecimientos actuales de tal forma que sus lectores comprendan mejor la sociedad y el mundo en que se desenvuelven, información sobre el pasado constituye un elemento crítico de esa misión. Rememorar eventos significativos aún relativamente recientes ayuda a contextualizar el presente, tanto para quienes lo vivieron como los que desconocen o tienen escasa memoria de ellos.

Las décadas reunidas en estos artículos representan tal vez el período de mayor y más sostenido progreso material y social de nuestra nación, y uno que también ha generado un profundo rechazo y sensación de inequidad. Para algunos, tal combinación puede representar una paradoja, un malestar generalizado en medio múltiples avances tangibles. Otros verán en ambas tendencias elementos propios de un país de ingresos medios en pleno desarrollo, cuya población exige igualdad de oportunidades prometidas en principio pero no cumplidas en los hechos, con ecos de protestas similares en naciones de mayores recursos.

Nos impulsa el deseo que todos ellos se puedan beneficiar de los contenidos de este trabajo. Como aspiramos lograr en nuestra cobertura diaria informativa, buscamos una pluralidad de miradas de personas con extenso conocimiento de los temas tratados, tanto como actores o analistas especializados en esos eventos.

Agradecemos el valioso aporte de los historiadores Isabel Torres, Patricio Bernedo y Juan Luis Ossa, quienes han apoyado generosamente con su tiempo esta iniciativa y participaron en su diseño inicial. Ellos mejoraron significativamente el contenido de este proyecto, pero desde luego que los errores u omisiones restantes son absolutamente de responsabilidad nuestra.

En La Segunda nos inspira un optimismo, que consideramos racional y justificado, sobre el estado actual y el porvenir de Chile, especialmente en días oscuros como los actuales cuando el sacrificio abnegado de tantos conciudadanos al enfrentar la crisis de covid-19 demuestra un notable y extendido sentido de servicio para el bien común.

A partir de hoy y en las semanas venideras, entregaremos ejemplos concretos de desafíos que nuestro país ya enfrentó y ante los cuales de alguna manera reaccionó en forma constructiva. George Santayana advirtió que quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. Esperamos que, al evocar aspectos de nuestra historia reciente, estemos contribuyendo a aplicación de sus lecciones para un mejor futuro.

Felipe Edwards del Río
Vicepresidente Ejecutivo
Diario La Segunda
Documentos
Las jugadas del embajador Barnes para ayudar a opositores de Pinochet La búsqueda de recursos para el Plebiscito del 88 fue una preocupación del embajador de EE.UU. en Chile. El siguiente memo reservado muestra cómo monitoreó la situación política y apoyaba a la oposición.

Las jugadas de Harry Barnes para ayudar a opositores a Pinochet

El embajador de EE.UU. Harry Barnes presentó sus cartas de credenciales el 18 de noviembre de 1985 ante el general Augusto Pinochet, iniciándose así las nuevas prioridades de ese país hacia Chile: avanzar a la democracia sin arriesgar el modelo económico de mercado. El memo que publicamos es un texto desclasificado del Departamento de Estado y es parte de la investigación del historiador chileno Pablo Rubio Apiolaza sobre la transición democrática chilena y el gobierno americano.

El embajador de EE.UU. Harry Barnes presentó sus cartas credenciales el 18 de noviembre de 1885 ante Pinochet. Traía nuevas prioridades hacia Chile: Avanzar a la democracia si arriesgar el modelo económico de mercado (Crédito: Archivo Mercurio).

CONFIDENCIAL
Marzo 88
De Embajada Americana Santiago
Para Secretario Estado Washington (...)
Info Embajada Americana Bonn
Embajada Americana Bruselas
Embajada Americana Buenos Aires
Embajada Americana Londres
Embajada Americana Madrid
Embajada Americana Oslo
Embajada Americana Ottawa
Embajada Americana París
Embajada Americana Roma
Embajada Americana San José
Embajada Americana Estocolmo
Embajada Americana La Haya
(...)
Tema: Apoyo extranjero para la democracia en Chile
(...)
La Embajada aprecia las distintas líneas de acción llevadas a cabo por puestos europeos en respuesta a las instrucciones del Departamento sobre Chile, incluyendo la petición de los telegramas de referencia de despertar la conciencia europea, y las conciencias, acerca de la necesidad de apoyar financieramente a los comités y organizaciones que están trabajando por el retorno a la democracia aquí (...). Nosotros también hemos discutido el financiamiento y los asuntos extensivos al apoyo a la democracia con las misiones de la CE [Nota de la R: Comunidad Económica Europea] acá. Este telegrama reporta que lo que hemos sabido acerca del financiamiento sugiere algunas posibilidades de futuros pasos en Europa, y resume el estado de los desarrollos políticos en este año crucial para Chile.

El consejero político ha confirmado con varios líderes de la campaña de la oposición para elecciones libres (la campaña es ahora conocida como la campaña del “No” dado que sus líderes creen que el plebiscito es inevitable a menos que puedan demostrar que el voto “No” derrotará la candidatura de Pinochet, abriendo así tal vez una oportunidad para negociaciones para elecciones libres); se nos ha informado que los holandeses entregaron US$115 mil hace un tiempo y, dado que quedaron muy conformes con los resultados, US$140 mil adicionales en las últimas semanas. De acuerdo a Genaro Arriagada, director ejecutivo de la campaña, los holandeses le han dicho que entregarán US$140 mil adicionales más adelante, y los suecos (no especificado si el gobierno, un sindicato o fundación) proporcionarán US$140.000 también. El vicepresidente del PDC Andrés Zaldívar señaló que el gobierno italiano ha accedido finalmente a enviar US$130.000 y deberían llegar pronto. Sumados a los US$250.000 provistos por el Parlamento Europeo y los US$700 mil americanos de NED [NdR: National Endowment for Democracy, una agencia cuasi gubernamental de EE.UU.] y NDI [National Democratic Institute, organización de EE.UU. financiada por NED], el total es de US$1.615.000. El presupuesto inicial de la campaña contemplaba seis millones, pero Arriagada y otros han bajado sus aspiraciones. Arriagada piensa que pueden llevar a cabo una campaña satisfactoria con un mínimo de tres millones (La televisión está prácticamente prohibida para ellos, lo cual es un ahorro de costo mayor inesperado y desagradable).

La oposición, especialmente los demócrata cristianos (PDC), está profundamente decepcionada por la falta de apoyo de otros, particularmente de la RFA [NdR: República Federal Alemana]. Andrés Zaldívar señaló al consejero político que su reciente conversación en la RFA indicaba que el canciller Kohl quería que el presidente del PDC Patricio Aylwin fuera a Alemania, pero no antes de marzo debido a circunstancias políticas en la República Federal no especificadas. Zaldívar tenía la impresión que los alemanes abrirán la billetera luego de la visita de Aylwin del 6 al 10 de marzo, y ese es uno de los motivos de Aylwin para el viaje. Aylwin también estará visitando Roma (aproximadamente 10 al 15) donde espera ver al Primer Ministro Goria [NdR: Giovanni Goria, Primer Ministro de Italia, julio 1987-abril 1988] y al Papa [Juan Pablo II].

Pensamos que sería útil que la embajada de Bonn se pusiera en contacto nuevamente con la CDU [Unión Demócrata Cristiana, partido liberal de derecha de la República Federal Alemana], Konrad Adenauer Stiftung y la RFA [fundación de la CDU] misma para instarlos a ser lo más cooperativos posible sea de manera multilateral a través de la Comunidad Europea (en el caso de la RFA) o bilateralmente en el caso del partido y de K.A.S. Nos preguntamos si el Partidos Social Demócrata Alemán no pudiera ser alentado a ayudar a su contraparte y amigos acá, el Partido Radical y su facción disidente (el grupo de Luengo-Sule) y las dos facciones mayores del Partido Socialista, los socialistas de Nuñez y Almeyda, están activamente involucrados en el registro de votantes y en la articulación de la campaña del “No” con los demócrata cristianos y otros partidos. El apoyo a la campaña no debiera ser un asunto que divida.

Como hemos reportado, la decepción en Bonn (y otras capitales) con la desorganización de la oposición debería ser aliviada de alguna manera con el acuerdo de 13 partidos, incluyendo los socialistas radicales liderados por Clodomiro Almeyda, y los radicales de Luengo para apoyar la campaña del “No”, y el acuerdo de 6 partidos de una plataforma común con los demócrata cristianos.
Esa plataforma no es irreconciliable con aquellas del Partido Nacional Conservador y los Socialistas Demócratas (los socialistas de Núñez, quienes están intentando inscribirse como partido conocido como “Partido Por la Democracia”).


El compromiso de Barnes con los DD.HH.: Asistió al funeral de Rodrigo Rojas de Negri, quemado por una patrulla militar el 2 de julio de 1986 (Crédito: Archivo Mercurio).


En suma, la oposición está exhibiendo una mayor unidad frente a un mismo propósito que en los dos últimos años. Una fuerte e inesperada tasa de inscripción electoral es un signo alentador, y pareciera ser que la oposición será capaz de prevenir un fraude significativo a través de observadores electorales de los partidos. Las encuestas de opinión indican que las posibilidades de una victoria del “No” son buenas y aumentarán hasta el punto que la oposición pueda diseminar su mensaje, inscribir a quienes la apoyan para que voten, movilizar votantes (...) y organizar (...) observadores. (...) La oposición tiene una mayor opción de cambiar el curso político de Chile hacia una apertura democrática.

Sugerimos que esfuerzos adicionales pueden ser fructíferos con los daneses, españoles, canadienses, franceses, noruegos e italianos. Para aquellos que están reticentes a dar bilateralmente (aportes) el foro de la Comunidad Europea podría ser la mejor alternativa Harry BarnesEmbajador EE.UU.


En vista de las respuestas de otros puestos al 14880 del Departamento, sugerimos que esfuerzos adicionales pueden ser fructíferos con los daneses (particularmente el SPD), españoles, canadienses, franceses (para ayuda multilateral), noruegos e italianos. Para aquellos que están reticentes a dar bilateralmente (o al menos admitirlo, dado que muchos probablemente están entregando fondos de manera silenciosa a los partidos chilenos hermanos para sus nuevos impulsos organizacionales) el foro de la Comunidad Europea podría ser la mejor alternativa, y es una que un número de interlocutores aludidos sugirieron como un camino (...).

Nuestros colegas podrían notar también, al hablar con sus anfitriones, que el embajador se reúne regularmente con la troika local de la CE, los presidentes actual, pasado y futuro de la comunidad. Esta fue la propia fórmula elegida por la CE en respuesta a la consulta del embajador acerca del intercambio de ideas y esfuerzos coordinados con miembros de la comunidad. (Noten que el representante local de CE fue deliberadamente excluido por los europeos). El embajador se reunió ahora último con los embajadores de Alemania, Gran Bretaña y España (una modificación de la troika, debido a la falta de embajador belga acá) el 19 de enero, y espera verlos nuevamente el 17 de marzo.

En el almuerzo del 19 de enero, el embajador sugirió que intentemos alcanzar un consenso respecto a qué queremos decir con proceso electoral libre y justo; cómo lo definimos; ¿qué pasos deberían tomar los chilenos para asegurar tal proceso? La declaración emitida el 17 de diciembre por el vocero del Departamento de Estado, con la aprobación personal del Presidente [Ronald Reagan] y el Secretario [George P. Shultz], ha enumerado una serie de elementos que consideramos importantes. ¿Sería posible estar de acuerdo en una lista de mínimos por la cual tanto nosotros como los miembros de la CE pudiéramos presionar tanto en declaraciones públicas como en acercamientos privados con el GDC [Gobierno de Chile]? La troika estuvo de acuerdo en discutirlo con sus colegas y sus capitales y respondernos. Aún no lo han hecho.

Nuestra mejor información hasta el minuto es que los cuatro comandantes en jefe estarán de acuerdo en llevar a cabo el plebiscito en una fecha entre septiembre (...) y noviembre (...). Si se lleva a cabo en septiembre, entonces, el plebiscito debe ser convocado no antes de julio ni después de agosto. Una vez convocado, la inscripción electoral se detiene (...), así como el tedioso proceso de legalizar los partidos de oposición. Los próximos cuatro o cinco meses son por lo tanto decisivos en cuanto influenciar las reglas del juego.

Aun cuando existen muchos elementos para asegurar una votación justa en el plebiscito, tres nos parecen particularmente importantes, y necesarias de resaltar a nuestros aliados europeos:
Acceso más libre a medios, particularmente la televisión, para la oposición (...);
Terminar con los estados de excepción (...), particularmente el estado de emergencia el cual Pinochet ha recién renovado (...) hasta principios de junio. (Esto) le permite limitar la libertad de prensa y de reunión y llevar a cabo detenciones arbitrarias y cortes militares;
La presencia de observadores externos, y el conocimiento de antemano que estarán presentes el día de la votación (...).

Hemos sido alentados por la respuesta positiva de un número de gobiernos y partidos acerca de la idea de observadores. El conocimiento que muchos observadores estarán presentes es reconfortante para los chilenos que han estado preocupados que existirá fraude (...) o que el gobierno de Chile de alguna forma sabrá de qué manera votaron. Aunque los procedimientos electorales anularán esas posibilidades en la mayoría de las instancias, los chilenos que están temerosos pueden no estar al tanto de esto y una presencia extranjera será bienvenida por ellos (...).

Barnes


Reportajes
1986: Un año decisivo que terminó en manos de los moderados La oposición preparaba para 1986 una estrategia potente de movilizaciones: los gremios profesionales agruparon en la Asamblea de la Civilidad a organizaciones sociales, culturales y poblacionales exigiendo democracia. Convocaron a un paro el 2 y 3 de julio de ese año, el más potente que enfrentó la dictadura. Las razones del fracaso de esta estrategia y cómo finalmente se impusieron las tesis moderadas en la oposición.

1986: Un año decisivo que terminó en manos de los moderados

La foto emblemática de TVN: Tras el atentado a Pinochet en el Cajón del Maipo el 7 de diciembre, aparece él mismo relatando el ataque, con su mano vendada.


La mañana del miércoles 2 de julio de 1986, el grupo de líderes gremiales que convocó a la mayor muestra de fuerza civil contra el régimen militar amaneció en el Hotel Sheraton. Ellos eligieron el lugar para tener cierto cobijo y facilidad para comunicarse en el día D. A las pocas horas, sin embargo, el jefe de seguridad del recinto les recomendó abandonarlo. La CNI los había descubierto y estaba en camino.
“Queremos hacer una demostración y saber cuántos somos”, fue la frase publicada en La Segunda el día antes del paro: Era el presidente del Colegio Médico de la época, el DC Juan Luis González, quien presidía la llamada Asamblea de la Civilidad. Esta agrupaba a gremios profesionales, organizaciones sociales, poblacionales y culturales que partían el segundo semestre de ese año desafiando a la dictadura. No eran las protestas acotadas a grupos de trabajadores y sectores poblaciones de 1983: Esta vez la representatividad era mayor –también política, desde sensibilidades DC a las del PC– y un petitorio consensuado demandando democracia y solución a problemas sectoriales.

El siguiente relato es la historia de un desafío al régimen de Augusto Pinochet que en los hechos fue debilitado por la estrategia violentista que paralelamente desarrollaba el PC y se encontró con toda la fuerza represiva de la dictadura y su base de apoyo. Su desenlace influyó en las estrategias políticas que seguiría la oposición en los meses y años siguientes: Se instalaron los moderados, quienes aceptaron de facto los tiempos electorales del régimen, definiéndose de paso los liderazgos que manejarían el país por los siguientes años (ahí estaban los Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar, Ricardo Lagos, Enrique Silva Cimma, e ideólogos como Edgardo Boeninger, José Joaquín Brunner y Genaro Arriagada).

Una lluvia trastocaba todo
El Chile de 1986 era una sociedad en la cual el 45% de los 12,3 millones de habitantes era pobre (Casen, 1987), y que no se recuperaba aún de la crisis de 1982 y su PIB de -13,4% de ese año. Bastaban unos días de lluvia para refregar la precariedad del país: el 16 de junio fue uno de esos, que terminó con el Mapocho desbordado, 80 mil damnificados en el país y varias jornadas sin agua potable en la capital.
Económicamente, los empleos de emergencia estatales (los Pem y Pojh de la época) ocupaban a 237 mil personas en junio de 1986 –en igual mes de 1983 totalizaban 528 mil– con un ministro de Hacienda, Hernán Büchi, que sacaba de la UTI a la economía a punta de un revival neoliberal y durísimas medidas para contener el gasto público: Ese 1986 la inflación bajaría del 26,4% registrado en 1985 a 17,4%, mientras que el PIB crecería 5,6%. Restricciones hoy inimaginables se relajaban: Se elevó, por ejemplo, la cantidad de dólares que uno podía llevar como turista al extranjero (US$750 para América Latina y US$2.250 al resto del mundo).

Aún las reformas estructurales del gobierno militar estaban en implementación: las AFP tenía 2,5 millones de afiliados activos. La educación pública básica era el 65% de la matrícula, y el gobierno retomaba la municipalización –en pausa por la crisis del 82–, lo que tenía a colegios públicos de Santiago paralizados exigiendo diálogo con el ministro del área, Sergio Gaete: “¿Cómo los alumnos van a poder ser tomados en cuenta si no tienen capacidad para discernir en estas materias?”, preguntó en junio de 1986 en El Mercurio.

El ministro del Interior Ricardo García preparaba las leyes políticas, para legalizar los partidos y crear los registros electorales.



El régimen se aferraba políticamente a su itinerario –un plebiscito en 1988 para definir su continuidad–, mientras el Ministro del Interior, Ricardo García, elaboraba las leyes políticas que crearían los registros electorales y legalizarían los partidos, entre otras materias. La oposición se dividía entre la Alianza Democrática, que agrupaba a la DC y socialistas renovados (Ricardo Lagos incluido), y el MDP (desde socialistas no renovados hasta el PC): Su mínimo común era considerar que en el 86 la movilización social sería clave –algunos, para obligar al gobierno a negociar sus plazos; otros, apostando a su caída–; el abismo que los separaba era que el PC consideraba la violencia como una herramienta legítima en esta estrategia.

Operativos para engañar a la CNI

La sensación política ambiente era clara. El malestar de diversos sectores gremiales y sus demandas también. A principios de abril, los gremios definieron un comité ejecutivo, que lideró el doctor González, secundado por Francisco Rivas y Patricio Basso. Detrás de ellos, 18 organizaciones. Ejemplo: Camioneros liderados por Héctor Moya; grupos mapuche, representados por José Santos Millao; la Confech, presidida por Humberto Burotto; Rodolfo Seguel, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, por los obreros, y agrupaciones feministas, entre las que figuraba María Antonieta Saa. De hecho, esta última considera que con esta organización “las mujeres por primera vez éramos actoras sociales; estábamos en primera persona, planteando las demandas de la mujer moderna”.

La coordinación práctica quedó en manos de Juan Carlos Latorre y Angel Maulén, entre otros, quienes organizaron el 26 de abril un encuentro masivo: “Desde un principio definimos que se realizaría en la casa de ejercicios espirituales de los jesuitas en Padre Hurtado. Pero para engañar a la CNI, despachamos como 20 invitaciones con lugares distintos. Premeditadamente dijimos que sería, por ejemplo, en el Teatro Cariola, y a quienes llegaban ahí, porque eso decía su invitación, alguien los redirigía a una camioneta cercana para trasladarlos a Padre Hurtado. Se reunieron en el seminario unas 500 personas, cantidad inmensa de gente, y cuando estábamos adentro, ¡recién ahí llegó la CNI!”, recuerda Latorre.

Ahí se leyeron los siete capítulos de la “Demanda de Chile” con los objetivos del movimiento. Cada capítulo se iniciaba con un “Demandamos democracia para…”, seguido de una descripción de diferentes aspiraciones: Transversales algunas (reestablecer el estado de Derecho, reparar injusticias, una educación pluralista, por ejemplo) y más específicas otras (no a la educación municipalizada, fin al impuesto a los combustibles, “igualdad ante la ley y el trabajo de las mujeres”).

El documento se entregó a los movimientos políticos y a los miembros de la Junta para esperar una respuesta. Si no la había o no era satisfactoria, se movilizarían.

¿Qué se buscaba con ella? “Se planteó un cronograma que tenía fecha de inicio el 2 y 3 de junio del 86, con un paro nacional que iba a ser secuencial hasta octubre, noviembre, que iba a ser de dos días, de tres días, de cinco días y después definitivo”, recuerda Francisco Rivas en el estudio “Asamblea de la Civilidad” de Cristopher Manzano. Saá recuerda que “no es que se creyera que se conduciría a la rebelión, pero sí que la movilización social debía acompañar a la estrategia política”.

Santiago amaneció sin transporte

No hubo respuestas de la Junta, ni de otros sectores del gobierno. La paralización iba –aunque se postergó un mes, pues en la fecha original se estaría en pleno Mundial México 86–, y con un instructivo claro: No ir a trabajar, no mandar a los hijos al colegio, no hacer compras ni trámites, a las 14:00 retirarse a los hogares y en la noche realizar caceroleos.

En la mañana de la primera jornada de esa protesta de 1986, la prensa transversalmente reconoció una caída de hasta el 90% del transporte público en zonas de Santiago, lo que dirigentes del comercio explicaron como el principal factor para que prácticamente toda esa actividad cerrara después de almuerzo. Otros, cumpliendo la planificación, acudieron a las plazas de armas de las ciudades, aunque fueron dispersados según los reportes.

En el maniqueo Chile de los 80, los balances daban para que la Sofofa, según su presidente, Ernesto Ayala, afirmara que “no había industrias paralizadas” y que Rodolfo Seguel concluyera que “el 90% de los trabajadores no concurrió” al trabajo, o que la autoridad de Salud reconociera un “ausentismo variable de un hospital a otro”, mientras el gremio de la salud hablaba de 100% de adhesión en el Roberto del Río y 98% en el Félix Bulnes.

Un hito sangriento marcaría esa primera jornada: dos jóvenes, Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas De Negri, fueron quemados por una patrulla militar –como se acreditó tiempo después– durante la protesta y después fueron abandonados a un costado de una carretera en Santiago. De Negri moriría al poco tiempo.

Por eso era natural que cuando ese primer día de paro les advirtieron a los dirigentes de la Asamblea que la CNI llegaría al Sheraton, se activó un segundo paso: Una reunión durante la tarde, a pocas cuadras, en el Colegio de Dentistas, para hacer un balance de la jornada. Pero ahí el grupo supo que venía dura la mano del gobierno: Cuatro radios –Cooperativa, líder del dial; Carrera; Chilena, tercera en rating; y Santiago– sólo podrían tocar música, pasar tandas comerciales y entregar información oficial de la autoridad, acusadas de llamar a quebrantar el orden (luego algunas revistas opositoras seguirían el mismo destino). A los pocos minutos se agregó un extra noticioso que golpearía directamente a la Asamblea de la Civilidad: Existía una orden de detención contra 19 personas. ¿Cuál fue la razón para invocar la ley de seguridad del Estado? Llamar a actos públicos no autorizados, al desorden y a la violencia, y a los que se reunieran o concertaran los elementos para atentar contra la estabilidad del gobierno, según explicó días después el procurador general Ambrosio Rodríguez.

“Sabíamos que vendría la mano dura”: A esconderse

El líder DC, Enrique Krauss –que asumiría un papel clave en el equipo que defendería a los detenidos–, recuerda que “sabíamos que vendría la mano dura, por eso había toda una preparación si se requería refugiar a alguien”. Y justamente esos preparativos incluían que Latorre trasladara al presidente de la Asamblea, Juan Luis González, a la casa de Krauss. “Aún recuerdo cuando, en medio de la noche y un apagón, escucho voces: ¡Enrique!, ¡Enrique!. Era Gabriel Valdés, que venía con Claudo Huepe a vernos”, recuerda hoy el dueño de casa.

Efectivamente esa noche a las 21:05 hubo apagones que dejaron a oscuras desde Copiapó hasta Concepción. En muchas poblaciones se vivieron enfrentamientos. El libreto –aunque con los organizadores escondidos– se repetiría al día siguiente. Seis muertos –otros cálculos hablan de 8– y 600 detenidos fueron los balances más repetidos de esos dos días.

Los organizadores seguían escondidos, mientras sus abogados veían cómo entregar a los requeridos evitándoles pasar por manos de la CNI. Mientras no hubiera humo blanco, los resguardos crecían: “Al poco tiempo nos sacaron de la casa de Krauss en una Renoleta del padre Percival Cowley, quien nos llevó a la casa de Eugenio Celedón Silva, ex ministro de Obras Públicas de Frei Montalva –recuerda Latorre–.
Estuvimos tres días en su casa de Las Dalias, en Providencia, hasta que Eugenio nos dice que ya muchos vecinos sabían que estábamos ahí. Llegó la Renoleta manejada por Percival Cowley y ¡nos llevan a la casa de Patricio Aylwin!¡Estuvimos en su casa como cinco días, hasta que nos entregamos!”.

Aylwin impuso a fines del año 86 su tesis: jugar con las reglas de la Constitución del 80. Aquí con otros dirigentes DC que lo apoyaban: Narciso Irureta, Edgardo Boeninger, Gutenberg Martínez y Andrés Zaldívar.


Pinochet envió diversos mensajes posprotestas: “El país necesita orden y no anarquía”, citó El Mercurio el sábado 6 de julio; criticó a quienes “se disfrazan de pacíficos para llamar a movilización… No entienden que con su actitud sólo favorecen la estrategia y anarquía que promueve el comunismo”, publicó El Mercurio el 8 de julio.
Finalmente, el 10 de julio casi la totalidad de los buscados llegó hasta el Colegio de Abogados. Ahí, personal de la Policía de Investigaciones trasladó a los buscados a Tribunales y fueron derivados a la cárcel. Tras algunas gestiones, los hombres fueron a Capuchinos y la única mujer detenida, María Antonieta Saa, terminó en la cárcel de San Miguel, junto con presas políticas del MIR y el FPMR.

Los recuerdos de algunos se quedan con lo positivo. “Me iba a ver mucha gente: Los obreros de Lota me llevaron panes, mis amigos que sabían que era sibarita me llevaban quesitos, el Rafa Guillisasti, con quieres éramos amigos de la época del Mapu, me llevaba unos kuchenes regados en whisky, Gabriel Valdés me llevó el libro El Perfume; y aprovechaba las cosas y hacía unos aperitivos en mi celda al que invitaba a otras de las presas”, recuerda Saá. La prensa de la época destacaba que los hombres recibían porotadas de una olla común de La Victoria y ostras del terminal pesquero.

PC debilita adhesión a paros

Tener presos a los dirigentes de la Asamblea fue un golpe para la organización. El doctor Edgardo Vacarezza asumió el liderazgo, pero ya las energías no eran las mismas: Osvaldo Verdugo, también miembro de la directiva, afirmó en el libro de Cristopher Manzano que éste no tuvo la voluntad de seguir con la movilización social. Eliana Carabal fue otro de los rostros del movimiento.

“Se desvaneció” la Asamblea, es la conclusión de Saá 32 años después; Latorre menciona como uno de los elementos que “el carácter de las personas que reemplazaron a los dirigentes fue distinto en muchos aspectos”, cuando se apunta al factor humano de liderazgos. Igualmente la Asamblea convocó a nuevas movilizaciones el 4 de septiembre.

Pero un factor que debilitaría la adhesión a la estrategia de movilización social provendría de quienes desarrollaban una versión ultrista de esa vía, más específicamente desde septiembre de 1980, cuando el secretario general del Partido Comunista Chileno, Luis Corvalán, anunció en Moscú que “el pueblo recurrirá a todas las formas de lucha, incluso de violencia aguda”. El 6 de agosto del 86 –según información oficial del Poder Judicial– se descubrieron 63 toneladas de armamento internadas por el brazo armado del PC, el FPMR, por la caleta norteña de Carrizal Bajo. El historiador Gonzalo Vial detalló el material encontrado: 3.115 fusiles M16; 114 lanzacohetes; 2.000 granadas de mano; 2 millones de cartuchos, entre otros.

El funeral de Rodrigo Rojas de Negri, muerto tras ser quemado por una patrulla militar en las movilizaciones del 2 de julio de 1986: En la foto, su madre Verónica, y Máximo Pacheco.


“Los chilenos estaban perplejos. Imaginar todo ese armamento dentro del país era demasiado (…) La gente quería una salida y seguridad, pero no esa”, sintetizaría Ricardo Lagos (en “Así lo vivimos”) el efecto de ese descubrimiento.

De hecho, la movilización convocada para el 4 de septiembre dividió a la Asamblea –que reflejaba el vivo debate político que se vivía esos días sobre las estrategias futuras–, entre quienes lo interpretaban como otro paro y quienes lo consideraban una jornada de reflexión.
Pero esa división pasó a segundo plano tres días después: El 7 de septiembre, el FPMR atentó fallidamente contra Pinochet en El Melocotón.

Si se usaba la lógica de guerra, el gobierno había demostrado de sobra que no tenía reparos en moverse en tal cancha: Esa misma noche “la CNI aplicó cruelmente la ley del talión”, señaló Vial respecto al asesinato de cuatro personas; se dictaron órdenes de detención contra variados personeros de izquierda (Lagos entre ellos), y se estableció un toque de queda hasta fin de año.

En términos prácticos, ni las movilizaciones ni la estrategia del PC dañaron la continuidad del gobierno. El historiador Alfredo Riquelme, en su libro “Rojo atardecer: El comunismo chileno entre dictadura y democracia”, resume los factores de su fortaleza: la “subordinación monolítica de las Fuerzas Armadas al régimen”; “la reticencia de la gran mayoría de la sociedad civil movilizada a involucrarse en acciones armadas”; y el respaldo de “las elites económicas favorecidas con la metamorfosis de la economía y de la sociedad que el pinochetismo había impuesto”, y que veía cómo se salía de la crisis económica.

Se redefinen estrategias

Paralizaciones, armas, el atentado, más represión. El cóctel fue mucho.
“Apenas se produjo el paro, nuestra detención, el hallazgo de los arsenales y todo lo que vino, se produjo una explosión dentro de la Asamblea y los dirigentes no estuvieron a la altura de sus antecesores (…). Había mucho temor porque vieron la fuerza con que actuó el gobierno”, reconoció el doctor González en 1989 en una entrevista a Mónica González: “Tuvieron temor, porque este país ha vivido inmerso en el temor. (En el) año 1986 había torturados, relegados, exiliados, gente desaparecida”.

Pero el pavor no era sólo un tema de los dirigentes de la Asamblea, sino que más profundo. Lo describe el propio Corvalán en sus memorias, “De lo vivido y lo peleado”, al recordar Carrizal y el atentado: “El pánico se apoderó de la burguesía, tanto de la que estaba con el régimen como de la que se situaba en la oposición”.

Eugenio Tironi analizó, en su libro “El régimen autoritario. Para una sociología de Pinochet”, el factor miedo al explicar lo prolongado del régimen. Y hoy reflexiona: “El temor a la ruptura del orden público es un inhibidor del cambio y un reforzador del statu-quo, pero siempre y cuando la vida presente se estime razonablemente satisfactoria –o al menos mejor que la pasada– y que el futuro se visualice como aún más satisfactorio dejando las cosas tal cual están”.

¿En qué se tradujo políticamente ese miedo? Corvalán lo sintetiza en que la burguesía terminó “reconociendo la constitución fascista”.

El médico Juan Luis González lideró la agrupación de gremios que hcieron la mayor manifestación de fuerzas a la dictadura: las movilizaciones del 2 y 3 de julio de 1986.



Tironi hoy explica que “Carrizal y el atentado a Pinochet, en 1986, vinieron a confirmar una idea que había venido ramificándose en la oposición a partir de las posiciones adoptadas por Aylwin y Boeninger: La necesidad de una salida negociada y, eventualmente, el uso de los mecanismos de la propia Constitución de 1980 para derrotar a Pinochet y abrir camino a la democracia. Esta idea fue calando en la población, especialmente en los grupos medios, horadando el conformismo e insinuando una salida pacífica”.

La estrategia de la movilización social se desactivaba. Aylwin (“El reencuentro de los demócratas”) concluyó que, “a partir de ese momento, la vía de la movilización social, en cuanto estaba expuesta a acciones o consecuencias violentistas, quedó descartada para recuperar la democracia. Es que la inmensa mayoría de los chilenos rechazamos la violencia, por principio o por instinto. La violencia subversiva nos suscita igual repudio que la violencia represiva”.

Lo que sigue es más conocido: Ese año el gobierno continuaría con su cronograma, promulgando las leyes políticas que fijarían las reglas posteriores. La oposición se organizaba –salvo los sectores más radicales en torno al PC– para vencer al Ejecutivo con sus reglas en el Plebiscito de 1988.

“Sin miedo, sin violencia… Vote NO”, fue un slogan de este hito. Esa opción sacó el 58% de los votos, poniendo fin al deseo de Pinochet de gobernar por otros 8 años más.



Entrevista
Cáceres relata la negociación impensable Cuando Patricio Aylwin entró a La Moneda en 1989 para negociar reformas constitucionales se inició un proceso inimaginable en la época.

Cáceres relata la negociación impensable

La formación política y académica hicieron natural que Carlos Cáceres ejerciera diversos cargos en el régimen militar –ministro de Hacienda y presidente del Banco Central incluidos-, desde que en 1976 se incorporó al Consejo de Estado que redactaba la nueva Constitución, como Decano de Derecho de la Facultad de la Escuela de Negocios, Fundación Adolfo Ibáñez. Su mentor fue Pedro Ibáñez, empresario icónico en la derecha por su defensa de una sociedad libre en lo económico, de la mano de un gobierno con autoridad. Cáceres pregonaba las bondades del mercado cuando eso era toda una rareza. Su llegada a Interior en 1988 ratificó el manido slogan de que la política es el arte de lo posible: Nunca en los 15 años el régimen negoció con la oposición, y él selló un acuerdo constitucional clave.

“Yo observé en las actitudes del Presidente Aylwin que era una persona que merecía la confianza”, señala hoy Carlos Cáceres sobre su contraparte en la negociación.


Por Alejandro Fainé M.

En el círculo político del Régimen Militar la noche del 20 de octubre de 1988 ya era tema el cambio del gabinete que encabezaba Sergio Fernández en Interior, decisión que llamaba la atención por lo demorada, más que por su conveniencia: Era el equipo que falló en su objetivo central, el triunfo del Sí en el plebiscito de octubre de 1988, para que Augusto Pinochet gobernara hasta 1997.

A la mañana siguiente, Carlos Cáceres fue convocado a La Moneda. Rumbo a ella, elucubró: Hacienda, si se impulsaba rápido al ministro Hernán Büchi como presidenciable para 1989; Cancillería, como alguna vez le ofreció el propio Mandatario. “Pero nunca me pasó por la cabeza la posibilidad que me pidiera tomar el ministerio del Interior”, recuerda 32 años después, al conversar sobre la reforma constitucional de 1989, la primera negociación del gobierno militar con fuerzas de la oposición en 16 años. Algo improbable en ese momento, considerando que tras la derrota en el Plebiscito los partidos opositores demandaban con más fuerza el término anticipado del gobierno militar.

–Usted asumió el viernes 21 de octubre, y esa noche un grupo extremista atacó el retén policial de Los Queñes y murió un carabinero.
–Lo recuerdo perfectamente bien. Cuando llegué por primera vez a la oficina del ministerio, salí al patio de La Moneda y la prensa me consultó sobre lo ocurrido. Era una situación extremadamente complicada. Lo único que queríamos era que, en el inicio de un período de transición, reinara la paz social, muy importante para que el proceso electoral de finales del 89 se hiciera en un ambiente razonable, de concordia. Y esto evidentemente rompía de forma inmediata esa idea. Señalé que el gobierno militar terminaba el 11 de marzo de 1990, como parte del compromiso con la propia Constitución del 80.

“La idea de la reforma nació de Arturo Marín”

–Usted ha dicho posteriormente que dos errores de la Constitución hacían necesaria su reforma: un artículo daba a entender que bastaba que un proyecto de ley pasara por los diputados para promulgarse, sin verlo el Senado, y que el capítulo que hablaba de los quórums para reformar la Carta, podía cambiarse sin quórum especial. ¿Cómo se dejaron pasar estos errores en el 80?
–Francamente lo desconozco y me siento de alguna manera responsable de eso, porque yo era parte del Consejo de Estado. Eran dos errores graves, sobretodo el vinculado con la reforma de la Constitución, pues permitía hacer una reforma con simple mayoría generándose así un ambiente de vulnerabilidad al orden institucional extremadamente complejo. Este era uno de los argumentos que le llevé al Presidente Pinochet cuando le solicité iniciar conversaciones para hacer la primera reforma de la Constitución del 80.

–¿Cuándo lo llaman para ofrecerle el cargo no le hacen a usted ese encargo?
–Nada, nada. Esa idea de la reforma nació de mi jefe de gabinete Arturo Marín.

–¿Sólo eran esos dos argumentos?
–Había más. Uno era evitar que el acto electoral del 89 se transformara en una elección por la Constitución.

–¿Era una forma de legitimar la Constitución del 80?
–Cuando se vota la Constitución del 80, no había registros electorales, y por tanto la gente podría haber votado en más de una oportunidad. Eso le daba un carácter de ilegitimidad. Realizar una elección con registros establecidos y una votación transparente le daba la legitimidad a la cual aspira todo texto constitucional.

–Aylwin en sus memorias justificó un acuerdo con ustedes para “mostrar un camino que no fuera la confrontación”. Y Lagos, en uno de sus libros posteriores, señala que “aprovecharnos de las fallas de la Constitución provocaría mayor ira y polarización”.
–Voy a manifestar nada más mi opinión: Una vez ocurrido el plebiscito del 88, probablemente se genera en algunos sectores políticos el deseo de evitar una polarización como la ocurrida con el Sí y el No. Allí jugó un papel don Patricio Aylwin, para generar un acercamiento con el Gobierno. Por otra parte, y esto asociado al pensamiento del Presidente Pinochet, queríamos que este año fuera efectivamente de transición. El país había generado grandes avances políticos y económicos, y era necesario que de alguna manera prevaleciera este orden adquirido en el gobierno militar. Y ahí había un interés personal, por supuesto compartido con todas las autoridades del gobierno, de generar un ambiente de paz social, tranquilidad, que permitiera un debate racional de las posiciones para que la gente votara conforme al conocimiento que adquirían de ese debate.

–Cuando Pinochet le da el “vamos”, ¿qué condiciones fija?
–Fueron dos condiciones. La primera, que fuera un perfeccionamiento constitucional. Y la segunda, que se lograra un consenso. Con ello claro, le envié una carta al Presidente Alywin, invitándolo a una reunión en La Moneda para iniciar las conversaciones. La respuesta fue que aceptaba, pero quería que invitáramos a los presidentes de los 16 partidos de la Concentración. Y dentro de esa agrupación, había partidos más interesados en la ruptura constitucional que en un proceso de transición. Le manifesté que recibiría a los presidentes, pero dejando fuera a aquellos partidos que buscaban la ruptura institucional.

–¿Usted creía necesario dejar fuera a Luis Maira o recibirlo desataría la indignación de los duros del gobierno?
–Fue una decisión totalmente mía. El Presidente Aylwin me contesta que en esas condiciones no iban a La Moneda. Se cerró la conversación. Después comenzaron gestiones de distinta naturaleza, donde intervino también Arturo Marín, Adolfo Zaldívar, Sergio Onofre Jarpa. Finalmente me llegó el aviso que el Presidente Aylwin estaba dispuesto a conversar.

"Después he sabido que él (Sergio Melnick) ha planteado la idea de que nosotros quisimos dar como un golpe de Estado interno con algunos ministros, cosa bastante absurda. ¿Quién habría pensado en hacerle un golpe militar al gobierno del Presidente Pinochet?", recuerda Cáceres.



“Hugo Rosende arrasó con su argumentación”

–Una de las cosas que también menciona en su reconstrucción del pasado, es como tenía que enfrentar a los duros internos. Y relata un cara a cara con Rosende.
–En estas situaciones obviamente hay opiniones divergentes. Y las había dentro del gabinete. Don Hugo Rosende, ministro de Justicia, muy abiertamente señalaba su punto de vista. Una noche recibí una llamada de La Moneda pidiéndome que fuera a un desayuno con el Presidente al día siguiente. La sorpresa mía fue cuando pasamos al comedor de La Moneda y estaba don Hugo Rosende. El Presidente me dijo “usted como ministro de Interior se sienta a mi derecha, don Hugo Rosende, ministro de Justicia, se sienta a mi izquierda”. “Ministro, yo le pido a usted que exponga cuáles son sus ideas para llevar adelante esta reforma constitucional”, me solicitó. Yo no soy abogado, soy ingeniero comercial, y por ello tuve una explicación más política. Termino y toma la palabra don Hugo Rosende, abogado con una inteligencia extraordinaria. Y sin lugar duda, no barrió conmigo, sino que arrasó con su argumentación. Cuando vamos por el segundo piso de La Moneda, con don Hugo Rosende caminando al lado, él se aleja, abre una ventana y me dice: “¿Ve usted el poste que está acá frente a La Moneda? En ese lo van a colgar a usted. A mi, que soy menos importante, me van a colgar en el poste frente al Banco Central. Pero no se olvide de esto: nos van a colgar a todos”. Como diciéndome que si seguía con la reforma, nos encaminaríamos a terminar en un poste.

–Usted destaca la transparente oposición de Rosende. Pero tuvo oposición de Sergio Melnick y algunos sectores militares. Con ellos, ¿tuvo espacios para debatir o conversar?
–No. Con Sergio Melnick no conversé nunca el tema, pese a que lo conocía de mucho tiempo. Después he sabido que él ha planteado la idea de que nosotros quisimos dar como un golpe de Estado interno con algunos ministros, cosa bastante absurda. ¿Quién habría pensado en hacerle un golpe militar al gobierno del Presidente Pinochet?

–¿Cómo ante un tema tan importante, y con un frente interno que influía en Pinochet, no trató de explicarles?
–El único antecedente que tuve era que don Hugo Rosende estaba en contra. Después descubrí la postura de los otros.

–¿Sabía qué pensaban en la Junta frente a las reformas?
–Si hiciera un análisis de todos ellos, Merino sería el mayor apoyo. Con él tenía una relación de afecto mutuo. Lo conocía con ocasión del pronunciamiento militar, porque él era el comandante en jefe de la primera zona naval en Valparaíso. Y era además cuñado de Gustavo López, diputado de Renovación Nacional, Partido Nacional en ese entonces, y muchas veces nos juntamos en casa de Gustavo.

–Usted que tuvo la oportunidad de trabajar con Pinochet cuando fue ministro de Hacienda en el 83 y 84, y luego volvió a trabajar con él años después. ¿Vio alguna diferencia después de todo lo que había pasado o alguna continuidad relevante?
–Hay algo a mi juicio permanente en el Presidente Pinochet: Su compromiso con el orden institucional. Además, tenía un rasgo característico del pensamiento militar, la estrategia: antes que nada, quieren claridad de objetivos. Y luego, lo que ellos llaman cursos de acción, cada uno con ventajas y desventajas. Y eso se le entrega a quien tomará la decisión. Una vez tomada, no se echa marcha atrás. Nunca me olvido de algo dicho por el Presidente Pinochet: “Ministro, no se olvide, una vez que comienza uno a cruzar el río, hay que llegar a la ribera de enfrente”. Lo peor es devolverse al lugar de partida.

–¿Y por qué le costó tanto la reforma, si el objetivo de hacerla ya estaba tomado? ¿Por qué tanto vaivén?
–Yo no diría que fue tanto.

–Lagos, en sus memorias, afirma que usted “tuvo siempre muy poco espacio para maniobrar y cada vez que iba donde Pinochet a comunicarle los más pequeños avances, el dictador lo amonestaba”. Aylwin recuerda que “debía negociar con el ministro Cáceres, caballeroso y bien dispuesto, pero limitado sin duda por las instrucciones de Pinochet”.
–No estoy de acuerdo con esos comentarios. Siempre me sentí con una confianza extrema para plantear mi punto de vista a Pinochet. Y hay algo que nunca se me olvida, y siempre lo he dicho cuando me preguntan qué consejo dar a alguien que asumirá un ministerio:
“Nunca te olvides que puedes renunciar”. Esa es la única capacidad de maniobra que uno tiene.

–Pero hay discursos, palabras, que reflejan vaivenes. Quizás como usted le propuso el objetivo, él no se había definido tan firme en esa meta.
–El único vaivén que vi, ocurre en abril de 1989 cuando él venía de un viaje de regiones, y siempre el Ministro del Interior debía ir a buscar al Presidente al aeropuerto. Subo al auto y noto una relación un poco más fría de lo normal. Al llegar a La Moneda, me llaman al Salón Carrera. Subí con mi carpeta y nos sentamos a conversar con el Presidente. Revisamos el texto con las posibles reformas y comienza a decirme: “Esta reforma no me gusta, esta tampoco…”. En un momento me pide que lo acompañe al gabinete. Al llegar me dice “esto tampoco me gusta y esto tampoco”. Le dije “Presidente, el ambiente no está para hacer una conversación ordenada del tema, ¿por qué no suspendemos y hablamos mañana?”. Me dijo que nos veríamos mañana. Al otro día, me pide la renuncia al cargo y me dice que no lo comunique a nadie, porque él anunciará el lunes siguiente el nuevo equipo. Dos horas después convocan a un consejo de Gabinete, lo que me llamó profundamente la atención porque estaba renunciado. Lo normal de esas reuniones es que primero tome la palabra el Ministro del Interior para informar sobre la situación política del país, y me dice el Presidente Pinochet “Ministro, tiene la palabra”. Por la renuncia, me sentía bastante desautorizado y complicado, porque me había pedido no revelarlo. Intenté dar cuenta del proceso de reforma constitucional. Después hablaron otros ministros. Cuando va terminando la reunión, el Presidente anunció que me pidió la renuncia. Hernán Felipe Errázuriz y Pablo Barahona se acercan a él y le dicen que quieren presentar su renuncia. Regreso a mi oficina a ordenar los papeles y conversé con el subsecretario Gonzalo García y con Arturo Marín. Sé que Gonzalo García habló directamente con el Presidente. Una persona que yo creo que tuvo una relevancia muy grande fue Jorge Ballerino. Él estaba enfermo en cama, se levantó al día siguiente a conversar con el Presidente, pues consideraba políticamente inconveniente mi salida. Sé que también intervino el almirante Merino. Estas cosas ocurrieron entre las 7 y 10 de la mañana. Yo estaba en la oficina y me llaman para subir donde el Presidente. Para mi sorpresa, el Presidente Pinochet me dice que quiere renovarme la confianza y me autoriza a seguir las conversaciones.

"El único vaivén que vi, ocurre en abril de 1989 cuando (Pinochet) venía de un viaje de regiones, y siempre el Ministro del Interior debía ir a buscar al Presidente al aeropuerto. Subo al auto y noto una relación un poco más fría de lo normal".


La negociación

–¿Cómo fue el primer contacto con el Presidente Aylwin?
–La primera vez, conversamos por teléfono. Yo no lo conocía, fue una ocasión bastante compleja y solemne simultáneamente: la primera vez en 16 años que había un acercamiento con un partido opositor. Luego, cuando fue a mi oficina, los balcones de La Moneda estaban llenos viendo la llegada de don Patricio. Fue una conversación muy grata. Noté de inmediato que de su parte existía algo que para mí es muy importante: la voluntad política de llegar a un entendimiento. Eso me lo manifestó, y con la conversación que tuvimos me quedó claro que nos movía el deseo de un acercamiento para que el proceso electoral ocurriera en paz social.

–¿Qué tan decisivos son, en las negociaciones, los atributos personales?
–Muy importantes. Son fundamentales. Primero, tiene que nacer la confianza con la persona. Si yo desconfío de quien estoy negociando, estaré con un prejuicio. Yo observé en las actitudes del Presidente Aylwin que era una persona que merecía la confianza.

–¿Qué actitudes son esas?
–En la forma en que se expresan los pensamientos. Él podría haber partido haciendo una crítica al gobierno militar, y yo tendría que haberle discutido ese punto. Pero no, llegó en un ambiente de buscar un razonable entendimiento, y la primera conversación fue el porqué nos interesaba a nosotros esta reforma, para sacar del proceso electoral el tema. Lo entendió.

–¿Cómo usted sabe cuánto uno puede hacer en la negociación?
–Cuando uno comienza una negociación, siempre hay que colocar ciertas líneas rojas. ¿Qué no aceptaré? Y sobre eso, uno debe tener la voluntad de no moverse.

–¿Cuál fue su línea roja?
–Eliminar los senadores designados, por ningún motivo. Don Patricio y todos los querían fuera. Finalmente, llegamos a entendimientos para reducir su peso, elevando el número de los elegidos.

–Finalmente, uno de los argumentos para abrirse a este proceso era evitar que se desmantelara la Constitución. ¿Fue un objetivo logrado?
–Sí. Y se logró la reforma dentro del ambiente que queríamos. El espíritu que reinó después del acuerdo y del plebiscito de 1989, fue radicalmente distinto. Sirvió notablemente para la política de acuerdos, que se mantuvo prácticamente hasta el segundo gobierno de Bachelet.

–El cientista Oscar Godoy afirma que éste es el origen de la transición pactada: Un pacto expreso con lo que reformaremos, y otro tácito con lo que no. Luego esa palabra adquiere tono peyorativo. ¿Cómo lo interpreta usted?
–Es el término más adecuado. Un entendimiento es un pacto, sin lugar a duda, sin sentido peyorativo. Se cumplió la transición, se generó el ambiente de tranquilidad y el Presidente entregó el mando de la nación conforme al compromiso tomado en 1973. ¿Qué más pedir?

–Algo pasa hoy en nuestra sociedad con los acuerdos y negociaciones. Son “cocina”. ¿Cómo ve con su experiencia estos reparos?
–Lo esencial es voluntad política. Ahora hay prejuicios que de alguna manera impiden generar confianza para una auténtica negociación. Hoy el ambiente de polarización hace que una negociación parta del prejuicio de que no avanzará.







Ensayo
La Iglesia promueve acuerdos El historiador Marcial Sánchez Gaete analiza los ejes de acción de la Iglesia Católica en dictadura, que le permitieron ganar gran credibilidad social: lideró en 1987 el ránking de instituciones de la encuesta CEP.

Una Iglesia que busca acuerdos

Derechos Humanos, pobreza y la apertura política fueron los ejes de acción de los cardenales Raúl Silva Henríquez y Juan Francisco Fresno en la Iglesia durante la dictadura. El historiador Marcial Sánchez Gaete relata en este ensayo estas etapas, que permitieron a esta institución liderar el ránking de instituciones más respetadas del CEP en 1987.

La visita del Papa dejó variados documentos que fueron “argumentos de autoridad” para “avanzar en el camino de la reconciliación y transición”.



Marcial Sánchez Gaete

Dr. en Historia Miembro del Consejo Superior U. de O’Higgins (Estatal)


La Iglesia en su tarea de atender al desvalido y al que sufre, experimentó transformaciones desde 1973 a 1990, las que respondieron ineludiblemente a los avatares del Chile de la época. Asumieron la bandera de los sin voz, de los indefensos, perseguidos, de los pobres. La institución ayudó al pueblo chileno a mirar al final del túnel, donde la luz de la democracia fue iluminando el caminar de todos.


A meses de instaurada la dictadura nace el Comité Para la Paz, institución ecuménica dedicada entre 1973-1975 a amparar a las víctimas del abuso a los Derechos Humanos. En 1976 nacerá de mano del Cardenal Arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez la Vicaría de la Solidaridad, dedicada a auxiliar a todos aquellos que vivieron vejámenes, persecución y muerte. Dolor que se traspasaba a toda una sociedad y en especial a las familias de los afectados, los que encontraron en la Vicaría la esperanza de hallar justicia. También ayudó en la creación de redes para la subsistencia, como fueron las ollas comunes, comprando juntos, capacitación para encontrar trabajo, entre otras. Esta institución se ganó el respeto nacional e internacional por su búsqueda de la verdad.


La década de los 80 tiene como puerta de entrada el plebiscito de septiembre de 1980 para aprobar la Constitución Política. Los obispos expusieron con firmeza su punto de vista en el documento Humanismo Cristiano y nueva institucionalidad (4 de octubre de 1978), en el que advertían sobre la falta de garantías para el referéndum y planteaban: “Queremos ver construirse en Chile una sociedad libre, participativa, igualitaria, solidaria y fraternal, regida por un consenso mayoritario, que respete a la minoría”.


La postura oficial de la Iglesia Católica, representada por la Conferencia Episcopal, fue de apoyo irrestricto a la defensa de los DD.HH. y dar cuenta de los graves problemas económicos de buena parte de la población.


El 82 exigen regreso a la democracia


Un hito histórico a destacar es la declaración episcopal del 17 de diciembre de 1982, bajo el título “El Renacer de Chile”, en la cual los obispos exigieron el regreso a la plena democracia: “Esta ha sido una tradición en Chile… los abusos que haya habido no justifican una interrupción tan larga en la vida normal de la nación”. El discurso de la Iglesia ya no solo denuncia los vejámenes vividos, sino también mira un Chile en el cual las Fuerzas Armadas debían retomar su rol histórico y entregar el poder para instaurar una plena democracia.

El cardenal Silva Henríquez saluda a Eduardo Frei Ruiz Tagle en el funeral de su padre. El religioso destacó los valores cívicos que encarnaban Frei Montalva.

Unos meses antes, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien gobernó el Arzobispado de Santiago entre el 24 de abril de 1961 al 29 de septiembre 1982, despedía los restos del ex presidente Eduardo Frei Montalva, líder opositor a la dictadura. En su homilía destacó: “La democracia, la doctrina social de la Iglesia, el Evangelio, eran para él los postulados de una fe profunda e indestructible. Frei fue toda la vida un ejemplo de fidelidad que sobrevive a las pruebas más duras. Seamos fieles a su memoria y a su gran ejemplo”. Estas palabras pronunciadas el 25 de enero de 1982 en la Catedral de Santiago, marcarán el inicio de una toma de conciencia del deber ser en política, y ayudará a imprimir el rumbo de los acuerdos políticos para alcanzar la normalidad democrática.


Al año siguiente hubo dos hitos clave:


1) Primero, la primera jornada de protestas del 11 de mayo de 1983, que remeció al régimen y que comenzó a rearticular a los partidos políticos, como también dio un nuevo aliento a la prensa que comenzó a destacar el descontento por la crisis.


2) Segundo, la salida por su edad del Cardenal Silva Henríquez del cargo de Arzobispo de Santiago y la llegada de Juan Francisco Fresno, conocido por sus posturas teológicas y políticas conservadoras. Felicitó a Pinochet tras el golpe y mantuvo acercamientos con la clase política prodictadura, lo que lo ayudó después en sus gestiones de acercamiento entre oposición y gobierno. Durante su mandato que duró hasta julio de 1989, tuvo problemas al interior de su arquidiócesis, pues solicitó a los sacerdotes abstenerse de participar políticamente, alejando a algunos del estado sacerdotal. Hacia afuera siguió apoyando a la Vicaría de la Solidaridad.


Colocarse al lado de los que sufren le trajo dificultades a la Iglesia, más aún después de las protestas de los 80. Muchos sacerdotes se fueron a vivir a las poblaciones acompañando a los párrocos. Con el pueblo hicieron suyos en carne propia los allanamientos, trasgresiones que en la mayoría de los casos producía la detención de pobladores y curas. Un caso a recordar fue lo vivido en la población La Victoria, lugar que acogió por párroco a Pierre Dubois junto a André Jarlan. El 27 de marzo de 1984, Dubois, al ver que carabineros ingresaba a la población, se colocó delante del operativo con los brazos abiertos en cruz: Fue golpeado y detenido. Meses más tarde, en las protestas del 4 y 5 de septiembre, nuevamente ingresan policías y al ser enfrentados por los pobladores, dispararon: André Jarlan murió baleado mientras leía la Biblia en la parroquia.

El sacerdote André Jarlan estaba en la casa parroquial de la población La Victoria cuando le llegó una bala de fuerzas policiales en septiembre de 1984. Sus funerales fueron masivos, como lo muestra la foto de la época.

“Evangelio, ética y política”, lleva por título la declaración del comité permanente del obispado del 16 de julio 1984. Se pide a los políticos actuar siempre por el interés común y que “tengan como meta permanente la búsqueda eficaz del respeto de los derechos humanos y la promoción de los postergados”. También se critica el capitalismo y al marxismo, y se invita buscar el diálogo. Un llamado que fue como una hoja de ruta para la reconciliación, recogido en las siguientes declaraciones.


Fresno quiere acercar posturas


Entre tanto, la Conferencia Episcopal solicitó al Arzobispo Fresno, apoyado en la búsqueda de una reconciliación, indagar caminos de encuentro entre la clase política. Tras reuniones privadas, nace el “Acuerdo Nacional para la transición a la plena democracia”, presentado a la Iglesia el domingo 25 agosto de 1985. “Estoy agradecido de Dios y de estos ciudadanos con responsabilidad en el ámbito político, que han aprobado unánimemente este documento que es una respuesta concreta al llamado formulado por mí para que logremos la reconciliación”, dijo Fresno.


Un acontecimiento que impactó al país, fue la visita a Chile de Juan Pablo II, en abril de 1987. Su venida se aprovechó para empujar el camino a la democracia. Desde que se supo que vendría, comenzó una preparación de documentos, algunos citados por el Sumo Pontífice en su visita. Tras su partida, varios de sus mensajes fueron “argumentos de autoridad” para “avanzar en el camino de la reconciliación y transición”.


Ya acercándose 1988 y el plebiscito que definiría la continuidad de Pinochet, los obispos en diciembre de 1987 llamaron a inscribirse en los registros electorales.


De esta forma, la Iglesia de los 80 se hizo presente en cada paso que se dio. Su autoridad y legitimidad ganadas en este tiempo, quedó sellada, ya recuperada la democracia, en la invitación de los obispos a aceptar y asumir la dolorosa verdad de la violación reiterada a los DD.HH., plasmada en el informe Rettig.


Una elite busca otro camino


El compromiso de la iglesia oficial con la defensa de los DD.HH. y buscar soluciones de los sin voz, le valió ganarse la legitimidad de buena parte del pueblo de Chile, pero desde el sector gobernante en varias ocasiones se tildó su accionar como cercano a ideas foráneas y hasta de carácter marxista. Un sector católico no identificado con el accionar de la institución buscó refugio en movimientos que les brindara la seguridad de una educación apegada a la doctrina y que pudiese además cuidar de sus intereses de poder, sea económico, político y social. Sector que paulatinamente se identificó con la política del régimen, que resaltaba lo individual ante lo colectivo, con el mercado como centro. Esta nueva realidad llevó a que comenzara a emerger un sector en el mundo empresarial que respondía al sonar de la dictadura, muchos de los cuales se sintieron que estaban por sobre el bien y el mal. La religión fue un refugio para exculpar sus pecados, como también una búsqueda individual de lo trascendente. Sector que levantó figuras como la de Fernando Karadima, párroco de la iglesia de El Bosque, quien abusó no solo de los hombres que según él formaba, sino también de la ingenuidad de quienes lo vieron como un hombre merecedor de sus intimidades y recursos.


Ese grupo fue capaz de incidir en la llegada de familias religiosas o movimientos más cercanos a sus intereses, con una jerarquía notoriamente apegada a las problemáticas morales, restringiendo y en algunas oportunidades descalificando las grandes discusiones. Esa Iglesia será la que comienza a configurarse desde los 90, y que fue colocada en duda por buena parte de su feligresía, para culminar siendo reprochada por el Papa Francisco.







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Los seis pilares de Büchi para revivir la economía Tras la debacle económica que dejó la crisis de 1982, la llegada de Büchi a Hacienda en 1985 retomó un ideario neoliberal más pragmático, con al menos seis ejes que retomarían el crecimiento y marcarían el manejo macroeconómico de la transición.

Los seis pilares de Büchi para revivir la economía

Tras la debacle económica que dejó la crisis de 1982, y ciertas medidas erráticas posteriores tomadas por el régimen, la llegada de Büchi al ministerio de Hacienda retomó un ideario neoliberal más pragmático, que se tradujo en mayor crecimiento, con al menos seis énfasis estratégicos que marcarían el manejo macroeconómico de los años siguientes.
Por Alejandro Sáez

"Es oportuno expresar un reconocimiento muy tardío (...), es importante aceptar que Büchi fue la persona que inició el círculo virtuoso y que puso la base de las cosas buenas que han ocurrido después". Las palabras de Alejandro Foxley en el Foro Empresarial Icare, en marzo de 1999, fueron el primer reconocimiento púbico al ex ministro de Hacienda de Augusto Pinochet, realizadas por uno de sus más ácidos críticos en los 80.
Büchi llegó a Hacienda en febrero de 1985, tras dos años de frustrados ensayos proteccionistas para salir de la crisis del 82. Su plan –que retomaba con ajustes el ideario de los "Chicago Boys"– incluía recuperar el país en dos años, para así enfrentar mejor el plebiscito de 1988.

“Lo que ha perdurado en el tiempo y que ahora es cuestionado –erróneamente, a mi entender– es lo que se podría llamar la buena economía: la estructura económico-social adoptada en lo grueso bajo el régimen militar y perfeccionada importantemente por la Concertación, que ha permitido enormes progresos. Hemos crecido (se lidera la región en ingreso per capita), reducido dramáticamente la pobreza y, desde 1990 bajamos significativamente la desigualdad. Hernán Büchi fue uno de los constructores de ello, y es el éxito de las mismas lo que les ha permitido mantenerse vigentes”, sintetiza Lüders.