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El CEP sale al rescate de Lagos
Un sector del mundo empresarial canalizó sus aspiraciones de participación en políticas públicas financiando al Centro de Estudios Públicos. Uno de sus logros fue aportar los insumos clave en la agenda de modernización del Estado y financiamiento electoral que le permitió al Presidente Ricardo Lagos superar la crisis política que abrió el caso Mop-Gate.
Documentos
Lagos y Piñera negocian En enero de 2003, la agenda de modernización del Estado y financiamiento a los partidos se negociaba. Las reuniones del Presidente Lagos se registraban en minutas esquemáticas elaboradas por el Segundo Piso y la que entregamos a continuación muestra el encuentro con el presidente Sebastián Piñera un día antes de anunciarse el acuerdo transversal.

Lagos y Piñera negocian

En enero de 2003, la agenda de modernización del Estado y financiamiento a los partidos se negociaba. Las reuniones del Presidente Lagos se registraban en minutas esquemáticas elaboradas por el Segundo Piso y la que entregamos a continuación muestra el encuentro con el presidente Sebastián Piñera un día antes de anunciarse el acuerdo transversal.

El 30 de enero de 2003 el presidente de RN, Sebastián Piñera, se reunió con el Mandatario para respaldar la agenda de modernización política. El acuerdo grueso fue negociado entre el ministro del Interior, José Miguel Insulza, y el presidente de la UDI, Pablo Longueira.



El 30 de enero de 2003, junto a sus ministros y a los representantes de todos los partidos políticos, el Presidente Ricardo Lagos anunció el fruto de las negociaciones que durante ese mes desplegó el ministro del Interior José Miguel Insulza, y que encontró en el presidente de la UDI, Pablo Longueira, un impulsor: "Acuerdo para la Modernización del Estado, la Transparencia y la Promoción del crecimiento del país".


Enero había sido un mes tenso políticamente, pues la Corte Suprema desaforó a cinco parlamentarios de la Concertación a raíz del Caso Coimas -por pagos asociados a la tramitación de plantas de revisión técnica-, y la Corte de Apelaciones de Rancagua negó la libertad bajo fianza al ex ministro de Obras Públicas Carlos Cruz, sometido a proceso en el caso Gate (esquema de sobresueldos a funcionarios públicos, que derivó en indagaciones por posibles desvíos a platas de campañas, nunca comprobadas).


La minuta que entregamos es parte de la documentación generada por el segundo piso de la Presidencia de Lagos, que sintetizaba las reuniones mantenidas por el Primer Mandatario. La siguiente resume el encuentro con el presidente de RN, Sebastián Piñera, fechada el mismo día del lanzamiento de esta agenda.


El documento textualmente señala:

Este texto no contiene informaciones u opiniones oficiales

Minuta 24

Audiencia del Presidente con el presidente de RN S. Piñera

Jueves 30 de enero de 2003


Piñera

Les quiero hablar con franqueza, en el documento que entregamos en noviembre estaban todos los temas que se han planteado estos días. Nosotros propusimos las iniciativas de los sueldos de los altos ejecutivos, regulación de aportes a ONGs y reducir los gastos reservados.


Presidente

Se puede decir que lo que se va a firmar fue lo que tú propusiste en noviembre.


Piñera

Fueron votados favorablemente por RN. Fue como lo sucedido con la ley de pesca. Nosotros nos comprometimos y cumplimos al acuerdo. Hemos tenido un buen entendimiento con el ministro Insulza.

Respecto al financiamiento de las campañas políticas, más que un número fijo, proponemos 3 tramos. Es un tema técnico, pues el gasto no sube proporcionalmenre. Además creemos que sólo hay que transparentar sólo aquellos aportes más significativos.


Presidente

En EE.UU. es así.


Piñera

Se debe entregar igualdad de oportunidades en el acceso a los medios de comunicación y tener una mayor neutralidad del Estado en períodos electorales. La idea es financiar los candidatos y un porcentaje a los partidos. El financiamiento de los partidos tiene que ser responsabilidad de los militantes.


Presidente

Piensa que probablemente no todos los partidos tienen militantes con iguales capacidades.


Piñera

Hice un estudio, los partidos son baratos, no así las campañas. Mantener un partido son cifras pequeñas. En RN el gasto más grande son las campañas.


Presidente

La franja es cara.


Piñera

Si a un candidato se le da 100, se le entrega 20 a los partidos. Conversé con los partidos, son cifras pequeñas.

Con la restitución de los bienes a los partidos, se es ha subido el pelo. El PS tiene una sede envidiable (N. de la R.: Se refiere a la ley 19.568 promulgada en el gobierno de Eduardo Frei que restituyó e indemnizó a los partidos políticos, personas naturales, organizaciones gremiales y sindicales cuyos bienes fueron incautados por el régimen militar. Piñera hace mención a la sede del PS inaugurada el 6 de enero de ese mismo año, que significó una inversión de $490 millones, según prensa de la época).

Vamos a apoyar la agenda. Entregamos propuestas concretas a Insulza. Es mejor ponerlo por escrito para evitar problemas internos. Que el apoyo de RN sea verdadero.

Incluso en el tema del TLC. Yo no voy a ser presidente de un partido que no apoye el TLC. El apoyo va a ser total.

Tenemos un tema de fondo. Insistimos en que la agenda de 2003 no sea sólo la corrupción, la probidad. Debemos incluir: crecimiento-empleo; temas sociales como la revisión de las políticas sociales contra la pobreza. Tenemos que aprovechar este momentum para poner las tres patas.


Presidente

El tema de las políticas sociales lo habíamos puesto en el borrado del 17 de enero.


Piñera

Las políticas sociales de educación, salud, seguridad ciudadana.


Presidente

Bush, en su discurso, dijo crecimiento, empleo, políticas sociales.


Piñera

Tenemos que tener un acuerdo de tres patas en el agenda.


Presidente

Estoy totalmente de acuerdo.


Piñera

Nos interesa que el tema social no muera de anemia.


Presidente

A mí también.

La sociedad entiende que tiene que haber un documento de consenso para tener un sistema democrático.

¿Es posible que mañana encontremos un entendimiento constitucional?


Piñera

No nos sentimos incómodos, sino interpretados. Con la Agenda Pro-Crecimiento nos comprometimos y cumplimos. También pasó con la ley de pesca.

Reportajes
La fructífera relación CEP - Lagos En sus recuerdos y gestos, Ricardo Lagos pone distancia del mundo empresarial. Un capítulo poco relatado es cómo este mismo sector indirectamente lo ayudó a salir jugando ante la crisis del MOP-Gate, gracias al trabajo que desarrolló el Centro de Estudios Públicos (CEP), impulsado por Eliodoro Matte, a fines de los 90.

La confortable relación entre el CEP y Lagos

En sus recuerdos y gestos, Ricardo Lagos pone distancia del mundo empresarial. Un capítulo poco relatado es cómo este mismo sector indirectamente lo ayudó a salir jugando ante la crisis del MOP-Gate, gracias al trabajo que desarrolló el Centro de Estudios Públicos (CEP), impulsado por Eliodoro Matte, a fines de los 90.

La primera reunión de Lagos con el CEP duró seis horas, y ocurrió pocos días antes de asumir la Presidencia (Crédito: CEP.)




Por Sandra Radic

Casi tres años antes de que Ricardo Lagos asumiera la Presidencia de la República, Eliodoro Matte publicó un 3 de agosto de 1997, en El Mercurio, la columna: “No es el país que queremos”. El entonces presidente del Centro de Estudios Públicos (CEP) y gerente general de CMPC era poco dado a las entrevistas y a las salidas en público, salvo cuando sentía que ciertos acontecimientos desafiaban sus principios morales o económicos. Y en este caso en particular, se refería a denuncias de falta de probidad por parte de funcionarios públicos.
La inquietud por la corrupción en el Estado fue también motivo de conversación entre el ministro de Obras Públicas en ejercicio y el líder del grupo económico más fuerte de Chile en casa de Máximo Pacheco ese mismo año. Lagos y Matte concordaron que el financiamiento irregular de la política era nuestra zona más vulnerable.


Tras esa reunión, el CEP se abocó a estudiar la modernización del Estado, en dos áreas específicas: el financiamiento de la política y la profesionalización de la administración pública. “Se levantaron fondos para estos dos proyectos, que no salieron del presupuesto general del CEP”, explica el ex presidente del CEP entre 2015 y 2018, Enrique Barros.


Matte, el naviero Wolf Von Appen y el entonces director ejecutivo del think tank, Arturo Fontaine, buscaron los recursos. “Sé que algunos no quisieron donar, como el grupo Penta. También había miembros del consejo que tenían dudas sobre la conveniencia de meterse en este tema”, recuerda el economista Salvador Valdés, quien fue contratado a tiempo parcial para coordinar esta iniciativa.


La Fundación Tinker aportó US$ 156 mil en 1998, cifra que sería el 40% del costo total, calcula Valdés. Veintiséis personas trabajaron en el tema y sacaron dos publicaciones en 2000 y 2001.


Existían las reuniones cumbres entre Lagos y los empresarios asociados al centro de estudios y había otras bastante más privadas que escapaban de la mirada pública


Lagos, por su parte, mencionó con frecuencia durante su campaña electoral la necesidad de transparentar el financiamiento de la política. Más aún, lo incluyó en su programa de gobierno (no así la profesionalización de la burocracia estatal). Y ya en el gobierno, y para sorpresa de muchos, ingresó el 9 de mayo de 2000 un proyecto de ley sobre financiamiento y control de gasto de las campañas electorales que propiciaba el financiamiento público y las donaciones de personas naturales, dejando fuera el aporte empresarial. No esperó a Eliodoro Matte, quien a los pocos días acudió a La Moneda, acompañado de Fontaine y Valdés, para entregarle su propuesta al Presidente, donde planteaban que las empresas donaran reservada y reguladamente. “No le gustó a Lagos”, comenta Salvador Valdés.


La iniciativa legal dormiría en el Congreso casi dos años, mientras que el CEP insistiría en diversas instancias en el tema. Sólo cuando estalló el caso MOP-Gate, un caso de corrupción política cuyas ramificaciones se acercaron al entorno de Lagos, el tema se aceleró. El trabajo de cinco años promovido por un sector empresarial canalizado a través del CEP fue la base para una política pública en medio de una crisis mayor. Dos proyectos se hicieron ley inspirados por las conclusiones de este centro de estudios: el de financiamiento de la política y el que normó la contratación en la alta dirección pública. La relación de colaboración de Lagos y de su equipo más cercano con este think tank, estimuló un diálogo que no se volvió a dar en los gobiernos posteriores, cualquiera haya sido su signo.


Acercarse al CEP: Opción estratégica


Días antes de que Ricardo Lagos jurara como Presidente de la República, su equipo de asesores más cercano se preguntó. “¿Qué es lo principal que queremos del gobierno de Lagos? Que salga de La Moneda en seis años más y caminando”, fue lo que se pusieron como meta estratégica mínima. Así recuerda catorce años después el hombre que dirigió uno de los equipos del llamado Segundo Piso, Ernesto Ottone.


De manera más simple, la señora Ema —la madre del Presidente— también se lo dijo: “Y ahora cómo vas a salir de ésta…”. El hijo que ya vestía la banda tricolor, le sonrió.


Si bien ganó por un margen estrecho en segunda vuelta al candidato de la derecha, Joaquín Lavín, tenía la seguridad de conocer Chile y al Estado, al haber sido líder de la izquierda renovada en los 80, ministro de Educación en el gobierno de Patricio Aylwin y ministro de Obras Públicas en el período de Eduardo Frei. Apostaba a que en 2000 comenzaría a mejorar la economía y en 2001 ya podría despegar. Su norte era que Chile alcanzara el umbral del desarrollo para el Bicentenario y él sería el responsable de seis de los diez años que quedaban para esa conmemoración.


En su estilo, Lagos fijó el rumbo ese mismo 11 de marzo de 2000: “No he llegado a la Presidencia de Chile para administrar la nostalgia, sino para mirar al futuro aprendiendo del pasado”. Frase que repitió en su discurso del 21 de mayo. Todos tomaron nota. También los empresarios.


Los encuentros eran con socios del CEP, enfatizaban sus miembros. Claro que eran personajes clave en el mapa del poder empresarial: Ernesto Ayala micrfono en mano y atrás de él, con corbata listada, lo observa Eugenio Heiremans, dos de los "tres mosqueteros" de Sofofa (Crédito: CEP).





Ya a esa altura Lagos y su equipo habían tomado la decisión de tender puentes hacia el CEP, cuyos integrantes eran bastante menos rudos que la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) y la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), organizaciones que veían capturadas por intereses corporativistas. “Fue una opción estratégica”, explica Enrique Paris, ex jefe de gabinete del Presidente.


Y así también lo interpretaba Matte, quien en una entrevista a La Segunda en 2005, dijo: “El (Ricardo Lagos) se dio cuenta que el CEP realmente era una entidad que podía colaborar con los cuadros técnicos del gobierno, para despejar (las aprensiones por el hecho de ser socialista)”.


El encuentro del CEP que marcó la diferencia


“Ricardo Lagos fue muy deferente con el Centro de Estudios Públicos (CEP) desde un comienzo”, afirma Enrique Barros. Este abogado que presidió el CEP entre 2015 y 2018, cuando Eliodoro Matte renunció a la presidencia al verse envuelta CMPC en el escándalo de la colusión del papel, se declara un seguidor de la vida política de Lagos, ya que fue alumno de éste en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y votó por él para Presidente.


Y la deferencia se tradujo en hechos concretos desde un inicio. Una semana antes de asumir el gobierno, Ricardo Lagos se reunió con los empresarios asociados al CEP por seis horas. La señal fue evidente. El ex presidente Patricio Aylwin se había atenido a enviar a su equipo económico cuando le invitaron y Eduardo Frei fue a un desayuno antes de ponerse la banda y no mucho más.


Al encuentro de marzo de 2000 le siguieron uno en mayo de 2001, otro en agosto de 2002 y un último, en junio de 2003. Ni la Enade ni la cena anual de la Sofofa lograron concitar a esta cantidad de rock stars de la élite como el CEP.


Si bien los empresarios del CEP votaron en su mayoría por la derecha, había más diversidad entre los investigadores de este centro de estudios. Muchos académicos “considerábamos que se necesitaba un liberalismo social en Chile (…) Pensábamos que Joaquín Lavín iba a ir de aquí para allá, en cambio Lagos produciría una transformación cultural, económica y política”, explica uno de sus integrantes. Otros, investigadores del CEP como Harald Beyer y Rodrigo Vergara habían aportado al programa de gobierno de Lavín. La opinión pública, en todo caso, veía al CEP como la voz de la derecha liberal, etiqueta que a su director, Arturo Fontaine, incomodaba profundamente: “No uso esa categoría ni la usamos entre nosotros”, contestó a El Mercurio en 1999.


La empatía entre el equipo de gobierno y el del CEP se fue construyendo a lo largo de los años a través de diversas instancias de diálogo.


Los almuerzos mensuales entre liberales


Existían las reuniones cumbres entre Lagos y los empresarios asociados al centro de estudios y había otras bastante más privadas que escapaban de la mirada pública.


Estaban las llamadas reuniones sectoriales que se realizaron en octubre de 2000 y enero de 2002, donde los investigadores del CEP expusieron lo que estaban analizando ante el Presidente, los ministros pertinentes y sus equipos en la sede del think tank, en Monseñor Sótero Sanz. Al actual subdirector de este centro, Lucas Sierra, le tocó exponer en 2002. “Presenté ante el presidente Lagos y me sorprendió que tenía a Chile metido en la cabeza (…) Todo eso me produjo una seducción intelectual muy fuerte”.


A estos encuentros, se sumaron reuniones mensuales entre la Unidad de Análisis Estratégico del Segundo Piso de La Moneda —cuya tarea era “seguir las grandes ideas fuerza, las metas estratégicas del gobierno, así como pensar en los momentos de alto nivel simbólico”, explica Ottone—, y los académicos del CEP.


El acercamiento se hizo visible con tres nombramientos. Vittorio Corbo como presidente del Banco Central, dejando en el camino al economista de Cieplan, Ricardo Ffrench-Davis; a David Gallagher en el directorio de Banco Estado. Por su parte, el CEP incorporó a su consejo consultivo a Marco Colodro (2002), considerado, junto a Fernando Bustamante y Máximo Pacheco, uno de los puentes informales entre Lagos y los empresarios


Esas conversaciones eran dirigidas por Ottone y Fontaine y se producían tanto en la Moneda como en el CEP. En ellas no participaba Lagos. Por el think tank iban los académicos del comité ejecutivo, Enrique Barros, David Gallagher y Oscar Godoy, a los que se sumaban los investigadores Harald Beyer, Lucas Sierra o Salvador Valdés, y, por el otro lado, estaban Javier Martínez, Carlos Vergara y Guillermo Campero, e invitaban a Agustín Squella que se desempeñaba como asesor cultural de la Presidencia.


Las reuniones eran con agenda abierta, coinciden todos. Ottone explica que “ellos tenían una posición liberal de derecha y nosotros teníamos una posición liberal de izquierda”. En “El jinete en la Lluvia. La Cultura en el Gobierno de Lagos”, Squella describe esos almuerzos como “agradabilísimos” y que predominaba más el tono intelectual que político. Se repasaban las encuestas y se analizaba la marcha del país, explica.


“Claramente no éramos asesores del gobierno. No nos necesitaban y no era nuestra tarea. Lo que había era fiato intelectual”, recuerda Sierra.


El acercamiento se hizo visible con tres nombramientos. Lagos designó a Vittorio Corbo como presidente del Banco Central, dejando en el camino al economista de Cieplan, Ricardo Ffrench-Davis; a David Gallagher en el directorio de Banco Estado, que se debió a “la confianza recíproca que existe entre ambos y no con la condición de Gallagher como consejero del CEP”, argumentó tiempo después Squella. Por su parte, el CEP incorporó a su consejo consultivo a Marco Colodro (2002) —considerado, junto a Fernando Bustamante y Máximo Pacheco, uno de los puentes informales entre Lagos y los empresarios—, cuando éste era presidente de TVN y vicepresidente del Banco Estado. Habría sido propuesto por Bruno Philippi —en ese entonces presidente de Chilgener— y aceptado por unanimidad por los 20 miembros del consejo, según recogió revista Qué Pasa.


La cercanía del CEP con la Moneda fue mirada con suspicacia al interior de la Concertación. Carlos Huneeus, desde el CERC, levantó el tema en su libro «Democracia Semisoberana»: postula que el CEP fue muy influyente en la conversión de personalidades concertacionistas hacia posturas dominantes de los empresarios y políticos de derecha.


Carlos Ominami fue igual de crítico en «Secretos de la Concertación. Recuerdos para el Futuro»: “No era necesario ir con buena parte del gabinete a pasar periódicamente examen frente a la cúpula empresarial en el Centro de Estudios Públicos”.


Lagos claramente veía la relación con el CEP de otra manera. “Aquí ha habido debate apasionado, serio y amigable, nuevas ideas y nuevas energías para trabajar por el Chile de hoy y de mañana”, dejó por escrito en un mensaje que envió con motivo de la inauguración de la nueva sede del Centro de Estudios Públicos en 2005.


El día en que Longueira ayudó al CEP


El caso coimas estalló en octubre de 2002. Esa investigación abrió una segunda pesquisa que se llamó MOP-Gate, a cargo de la jueza Gloria Chevesich, que se centró en un sistema creado al interior del Ministerio de Obras Públicas destinado a desviar fondos para suplementar los sueldos y salarios de algunos funcionarios y asesores de confianza de ese ministerio. Las dudas eran también si hubo desvíos de dinero para financiar campañas políticas. Se temía que la jueza llamara a Lagos a declarar por el período en que él se desempeñó como ministro de Obras Públicas y se llegó a especular con que no terminaba su período.


El 31 de enero de 2003 se selló el acuerdo político para una agenda de modernización del Estado, cuyos elementos esenciales provenía del CEP. En la foto, la PPD Adriana Muñoz, el DC Andrés Zaldívar y el RN Sebastián Piñera (Crédito: Fundación Democracia y Desarrollo/Archivo Ricardo Lagos E).



Arturo Fontaine y Salvador Valdés, aprovechándose de la batahola, decidieron presentar por segunda vez el libro sobre modernización del Estado. “Invitamos como comentaristas al ministro del Interior, José Miguel Insulza, y al presidente de la UDI, Pablo Longueira”, dice Valdés. Corría noviembre de 2002 y en el CEP no podían creer lo que estaban oyendo: “Me duele comentar un libro de una política pública que jamás se hará en Chile”, dijo Longueira, convencido de que esa reforma era necesaria, pero improbable.


Y no supieron más de él hasta enero del año siguiente. ¿La razón? Se fue de vacaciones con su familia a Estados Unidos, a inicios de diciembre. A su vuelta, después de Año Nuevo, le preocupó lo que vio: “El gobierno, por primera vez, había perdido el control sobre lo que ocurría con las causas en los Tribunales y cada día que pasaba se insinuaba una crisis mayor”, escribió en su libro “Mi Testimonio de Fe”. En un taller que hizo en agosto de este año, organizado por El Libero, confidenció que sus amigos de la Concertación decían que Lagos estaba insoportable, que no se podía hablar con él. “Y tomé la decisión de resolver esto porque no me dediqué a la política para tumbar gobiernos”.


No hay coincidencia sobre a quién se le ocurrió iniciar las negociaciones para salir de la crisis política. Longueira comenta con ironía que Lagos está reescribiendo la historia cuando en sus memorias señala que al buscar a un interlocutor en la oposición para encarar la modernización del Estado “en la primera figura en quien pensé fue en Longueira”.


El 15 de enero de 2003, Longueira se reunió con el presidente Lagos en La Moneda. Ante la sorpresa de todos, ambos acordaron establecer una mayor transparencia en el financiamiento de la política y una agenda modernizadora.


Longueira explicaría mucho tiempo después que andar levantando fondos para las campañas o la estructura partidaria como se hacía hasta 2003 le parecía insoportable, sobre todo tratándose de partidos democráticos. Lagos agrega un pelo a la sopa en sus memorias: indica que la UDI propuso que ninguna de las campañas electorales anteriores a la ley que se debatía fuera revisada por los Tribunales de Justicia. “Esto ocurrió cuando supieron que la jueza Chevesich estaba investigando el financiamiento de mi campaña presidencial”.


La modernización del Estado, en tanto, fue un punto aparentemente puesto por Longueira. “Aprovechamos el trabajo realizado durante varios años por el Centro de Estudios Públicos (…)”, recordaría en su libro Longueira.


RN, dirigida por Sebastián Piñera, también se subiría a las negociaciones, pese a que ambos líderes opositores apenas se toleraban. “José Miguel Insulza como ministro del Interior tenía que mantener todos estos platillos en el aire”, recuerda una fuente.
El viernes 31 de enero de 2003, todos los partidos políticos con representación en el Congreso se comprometieron a aprobar 50 proyectos de ley en 2003. El diálogo que se produjo sirvió para impulsar también las reformas constitucionales que se concretarían en 2005.

Matte me expuso que, si yo era candidato, sus empresas no aportarían fondos para mi campaña. Le agradecí su franqueza y le dije que sería útil realizar un estudio serio y bien fundado sobre las relaciones entre dinero y políticaRicardo LagosMemorias


Cinco meses después, en junio de 2003, se publicaba la ley 19.980 sobre nuevo trato laboral y alta dirección pública en el Diario Oficial. En tanto que la ley 19.984 que ponía límites al gasto electoral y regulaba el financiamiento de la política, se oficializó el 5 de agosto de ese mismo año.


La fiesta de todos en el CEP


“¿A quién le convenía un sistema así?”, preguntó Eliodoro Matte el 12 de junio de 2003 ante un centenar de empresarios, académicos y ministros en el CEP. “A empresarios inescrupulosos, dispuestos a utilizar su poder financiero para conseguir leyes o regulaciones hechas a su medida”, contestaría Matte frente a una audiencia que había sido invitada a celebrar la aprobación de estas dos leyes inspiradas en las investigaciones del think tank criollo.


Después habló Lagos: “La conversación surgió tal como él ha dicho (Matte había revelado momentos antes que la idea cobró fuerza en casa de Pacheco), y con un elemento previo que tenía que ver con mis felicitaciones por la exitosa colocación que en ese momento había tenido la Papelera en el mercado internacional”. Y aprovechó la ocasión para felicitarlo nuevamente por su última colocación “ahora con niveles de riesgo mejores que los que había en ese momento, lo cual indica que algo hemos avanzado entre el 97 y 2003”, según figura en el archivo de la Fundación Desarrollo y Democracia que el ex mandatario lidera.


En el volumen II de sus memorias, Lagos se atribuye el haber propuesto la idea al empresario y agrega que se reunieron en la casa “de un amigo común”: “Ahí Matte me expuso que, si yo era candidato, sus empresas no aportarían fondos para mi campaña. Le agradecí su franqueza y le dije que sería útil realizar un estudio serio y bien fundado sobre las relaciones entre dinero y política”.


Cuatro encuentrosRicardo Lagos se reunió en cuatro ocasiones con los empresarios asociados al Centro de Estudios Públicos (CEP). El primero se realizó en marzo de 2000 a días de asumir el gobierno y duró seis horas. Luego siguieron uno en mayo de 2001, otro en agosto de 2002 y un último, en junio de 2003. Todos a puertas cerradas.

A la primera reunión le acompañaron: Alvaro García, secretario general de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre, de Hacienda y José de Gregorio, de Economía, Energía y Minería.

En su calidad de presidente del CEP, Eliodoro Matte precisó que se trataba de una reunión de los socios del CEP, no de las cúpulas empresariales o sus representantes. Algo difícil de creer si los principales expositores que hablaban a título personal fueron Wolf Von Appen, presidente de Ultramar, que apuntó a las excesivas regulaciones del sector portuario. O el banquero Andrónico Luksic, que abordó la necesidad de ampliar los negocios de la banca a seguros de vida y pensiones y a la internacionalización del sector. O León Vial, presidente de la Corredora de Bolsa Larraín Vial, que puso el acento en la urgencia de levantar restricciones a los flujos de capitales. También intervinieron William Hayes, presidente de Placer Dome Latin America, Bruno Philippi, presidente de Chilgener, y Alejandro Pérez, gerente general de Celulosa Arauco.

Luego vino el turno de los ministros. Eyzaguirre enfatizó el compromiso de un superávit fiscal del 1% en relación al PIB. Aseguró de paso que los impuestos se mantendrían, pero que combatirían la evasión y elusión. En tanto que De Gregorio descartó la idea de implementar una política industrial -preocupación levantada por el propio Matte-, aunque se salió del tono cuando dijo que le extrañaba que nadie aludiera a lo negativo que fue para la imagen de Chile todo el despliegue con que había sido recibido el ex comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, a su regreso de Londres.

Lagos cerró el encuentro con un análisis de 30 minutos, donde reafirmó que se preocuparía del crecimiento, del empleo y que crearía el seguro de cesantía y un plan de salud. Los empresarios aplaudieron.

Un año después, en mayo de 2001, quien se salió de libreto fue Sergio de Castro, ministro de Economía y luego de Hacienda de la dictadura militar entre 1975 y 1982 y redactor de El Ladrillo de los Chicago Boys. De Castro felicitó a Nicolás Eyzaguirre por la política macroeconómica que encabezaba, destacando sobre todo la importancia del superávit fiscal del 1% y las políticas liberalizadoras del mercado de capitales.


El Centro de Estudios Públicos ya había tenido cierto impacto relativo en lo que es legislación medio ambiental y reforma judicial en los 90, pero esta vez era diferente. Matte apostaba a que una vez implementadas ambas leyes cambiaría la forma en que hasta ese momento se financiaba la política dado que se regularizaban las donaciones de privados y la gestión del Estado se independizaría de la coalición gobernante. Llegaría un día en que el Presidente de la República tendría que designar 132 jefes de servicios y 85 jefes de división ministeriales propuestos por una comisión autonóma y otros 2.300 cargos quedarían fuera de la órbita de los partidos políticos.


Lagos también sopesaba el potencial del cambio, pero saboreaba además la victoria de haber transformado la crisis de los sobresueldos que se generó por el escándalo del MOP-Gate, en una oportunidad.


Claro, la agenda no se aprobó al 100%. Y en este década se pudo apreciar que la norma de financiamiento de la política tenía intersticios que luego gatillarían una nueva seguidilla de escándalos por los aportes de Penta, SQM y una larga lista de empresas cuyas investigaciones en la mayor parte de los casos no prosperaron porque el Servicio de Impuestos Internos no le dio el pase al Ministerio Público.


Al cabo de los seis años de gobierno, Lagos consiguió salir caminando de la Moneda y lo hizo con un respaldo popular de 65,4% en noviembre de 2005, según las encuestas palaciegas. El cobre había comenzado a subir y el desempleo en el Gran Santiago aflojó a partir de ese año. La Concertación tenía una candidata de recambio ganadora, Michelle Bachelet. En su última Enade —en 2005—, los empresarios también lo aplaudieron. “Y estaban los grandes empresarios de Chile, no sus delegados, sino que ellos. De pie. Lagos, con su sentido del humor, se acercó y me dijo: ‘Parece que realmente me aman’”, contó Hernán Somerville en 2015 a El Mercurio, aludiendo a su famosa frase en calidad de presidente de la CPC: “Mis empresarios todos aman a Lagos”.


Una frase que le enrostrarían al propio ex Mandatario sectores socialistas cuando intentaría una nueva candidatura presidencial en 2017. Ottone se sigue incomodando con esa frase: “Declaraciones barrocas que hicieron mucho mal y no correspondían a la realidad”. Somerville es mencionado por Lagos en el volumen II de sus memorias en dos oportunidades y ninguna guarda relación con su famosa frase.


Lagos en sus memorias se mantiene alejado de los empresarios. En el último libro publicado aclara: “Nosotros nunca fuimos “amigos de los empresarios”. Lo que hubo fue un sector del empresariado, encabezado por Juan Claro y Bruno Philippi, que se caracterizaba por ser más liberal (...) y que entendía que debía convivir con el Ejecutivo”. Al ex mandatario le gusta aparecer de igual a igual con otros gobernantes como George Bush, Tony Blair, Bill Clinton, Felipe González o Fernando Henrique Cardoso. Sólo menciona una vez a Matte en sus 800 páginas, al igual que a Fontaine, Sierra, Beyer y Gallagher. Igual suerte corren Anacleto Angelini, Andrónico Luksic Abaroa y Hernán Briones. En tanto que a Juan Claro lo nombra en 8 ocasiones, porque “Lagos prioriza las relaciones institucionales”, explica una fuente.


Otra cosa es verlo en terreno. En una calurosa mañana de enero de 2020 en el anfiteatro del Centro de Estudios Públicos, tres conocidos ocupan la testera. Lucas Sierra presenta a Ricardo Lagos como “amigo de la casa” y a Enrique Barros como “de la casa”. Entre el público se hallan Eliodoro Matte, Juan Obach, Jorge Errázuriz, Sol Serrano y Fernando Bustamante, entre otros.


En el aire se respira respeto y afinidad intelectual. Es una discusión académica y todos se sienten a gusto. El ex presidente está a sus anchas y le dedica mucho tiempo, no sólo por la necesidad de profundizar el diálogo en torno a una nueva constitución, sino por el placer de discutir sobre las “grandes cosas”.






Entrevista
Ottone relata la discreta relación Asesor clave del segundo piso de Ricardo Lagos, recrea la relación con el CEP, el mundo empresarial y la oportunidad que abrió el doloroso caso MOP-Gate.

Ottone relata la discreta relación

Asesor clave del segundo piso de Ricardo Lagos, recrea la relación con el CEP, el mundo empresarial y la oportunidad que abrió el doloroso caso MOP-Gate.

Ernesto Ottone en una de las pocas fotos junto a Lagos en La Moneda. Esta es de 2004, cuando celebraban los resultados de las municipales de 2004 (Crédito: El Mercurio)


Por Sandra Radic

A Ernesto Ottone parece que las cosas le ocurren casi por casualidad. Ha estado muy cerca del poder, su mirada ha influido sobre otras miradas, pero al escucharlo da la impresión que eso no tiene ninguna importancia para él. Quizás su forma de contar las cosas hace que todo pierda gravedad y que de cierta forma se diluya tras una anécdota bien contada. Sin embargo, lo que parece ser este doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Sorbonne, no tiene nada que ver con lo que verdaderamente fue. Ya en su libro “El Viaje Rojo” da cuenta de que es un hombre con calle y en “El Segundo Piso”, deja ver lo que fue ese mítico espacio de La Moneda donde estaban los asesores estratégicos del Presidente Ricardo Lagos.


“Teníamos muy claro que una de las tareas estratégicas principales de Ricardo Lagos era hacer un gobierno que ofreciera gobernabilidad a todos los chilenos”, recordaba Ottone sentado en el escritorio de su departamento en Diego de Almagro.

“Había que romper una suerte de sino histórico de la izquierda o del progresismo o como sea que se llame, que era el haber tenido gobiernos que no llegaban a término”, recuerda. Estaba el ejemplo de José Manuel Balmaceda, que en el imaginario popular se le asocia a una figura progresista por su gobierno protagónico en lo económico; Pedro Aguirre Cerda, quien murió antes de afianzar un desarrollismo avanzado, y la trágica experiencia de Salvador Allende.

¿Qué es lo principal que queremos del gobierno de Lagos?, nos preguntamos. Que salga después de sus 6 años y caminando, nos contestamos. Como ves era una ambición minimalista. Naturalmente, tenía que tener un programa democratizador, impulsor de libertades y de progreso


“¿Qué es lo principal que queremos del gobierno de Lagos?, nos preguntamos. Que salga después de sus 6 años y caminando, nos contestamos. Como ves era una ambición minimalista. Naturalmente, tenía que tener un programa democratizador, impulsor de libertades y de progreso. Lagos fue el primer presidente de la coalición que venía del lado de las víctimas, del socialismo, y tenía que demostrar que daba gobernabilidad al país y que era capaz de luchar por los intereses del país en su conjunto... Los empresarios tenían miedo y dudas”, reflexiona Ottone.


—¿Cómo se reflejaban esos miedos?
—En las cosas que te decían, sobre todo la vieja escuela que se mostró cuando Ricardo Ariztía le dijo a Lagos: “Déjenos trabajar tranquilos”. Y también en la actitud de la prensa, que se hizo mucho más áspera cuando Lagos dijo que había que dejar que las instituciones funcionaran y que a Pinochet lo juzgaran. Nos planteamos, además, como un gobierno que llegaba para avanzar rápido en todo y de repente nos dimos cuenta que había que afirmar la defensa, los centrales y el arquero, porque venían años difíciles. Habíamos supuesto que los efectos de las tres crisis (asiática, turca y rusa) de 1998 terminarían pronto. Sin embargo, a poco andar, Nicolás Eyzaguirre (ministro de Hacienda) nos dijo bien claro que si éramos capaces de aguantar tres años duros, después vendría un ciclo positivo. En 2000 hubo un falso despegue y de pronto vino un apretón fuerte que afectó a América Latina. Y los empresarios se encontraron con un Presidente que les habló en términos laicos, que no los vio como un enemigo de clase, sino que les pidió que fueran parte de ese esfuerzo nacional.


“Teníamos plata para una sola reforma”


—Eliodoro Matte —presidente del CEP— en una entrevista en El Mercurio decía que estaba bien la globalización, pero que había que querer más a Chile.
—Matte era un hombre con el que se conversaba. Estuvo contra Lagos en las elecciones, pero se generó un cierto respeto. Comenzó a producirse un cambio. Por ejemplo, en los gremios: Juan Claro, Andrés Concha, Bruno Philippi. Philippi (presidente de la Sofofa a partir de 2005) fue muy dialogante, porque le interesaba el desarrollo y la educación. Empezamos a ver intereses compartidos relativos a los cambios profundos que debía tener la economía chilena en cuanto a valor agregado. Surgió una conversación muy funcional: ellos tenían la información de la economía mundial y latinoamericana, y nosotros les explicábamos los pasos que estábamos dando desde el Estado, por qué poníamos un bono en Nueva York y por qué cuidábamos tanto los pesos.

—¿Por qué no hicieron más reformas económicas?
—El cobre estaba a 0,70 centavos la libra (entre 2001 y 2002). Teníamos plata para una sola. Discutimos mucho cuál hacíamos y elegimos la reforma de Salud con el AUGE. Entendíamos que los cambios grandes necesitaban de un consenso que permitiera su permanencia en el tiempo, por lo que había flexibilidad para negociar. De hecho, el AUGE se ha mantenido durante todos estos años y se ha ido mejorando. Hicimos otras innovaciones que tuvieron gran impacto como el Chile Solidario, pero que requerían menos recursos. Cuando llegamos al gobierno había pena de muerte, censura cinematográfica, censura de prensa y estaban todos los enclaves autoritarios en la Constitución. No había divorcio. Nuestro programa que llamamos “República y Libertad” se cumplió entero y terminanos con un crecimiento muy rápido, con un desarrollo en infraestructura importante y con una declinación de la pobreza.


"Comenzó a producirse un cambio. Por ejemplo, en los gremios: Juan Claro, Andrés Concha, Bruno Philippi. Philippi (presidente de la Sofofa a partir de 2005) fue muy dialogante, porque le interesaba el desarrollo y la educación. Empezamos a ver intereses compartidos relativos a los cambios profundos que debía tener la economía chilena en cuanto a valor agregado", recuerda Ottone. En la foto, la visita de Claro y Concha, como líderes de Sofofa, al Presidente Lagos.





“El empresario chileno se formó sin sociedad civil”


—Las banderas del CEP fueron regular el financiamiento de la política y crear un servicio civil que regulara la alta dirección pública, pero parece que ambas iniciativas se concretaron más por azar que por voluntad.
—Claro que hubo azar, siempre lo hay. Teníamos todo ese cuadro que le estoy mostrando y enfrentábamos grandes dificultades en nuestro propio campo.


—¿A qué dificultades se refiere?
—Los partidos entendían con cierto retardo la política-país del gobierno. Querían medidas más radicales y también más clientelismo. Nosotros decíamos que esto era la tarea de la izquierda democrática para ese momento. Compartíamos con el CEP sus ideas de la función pública y de tener más controles y más evaluaciones, pero esas propuestas le cargaban al mundo de la ANEF, de la CUT y del magisterio. El diálogo del gobierno con el CEP tiene que mirarse desde dos puntos de vista. Uno de ellos se daba en torno a las reuniones empresariales donde los empresarios entregaban sus opiniones y donde —sobretodo después que fuera elegido Juan Claro en la Sofofa (2001)— esa conversación se hizo más fácil. Pero este diálogo fluido se volvía difícil en todos los temas referidos a las malas costumbres de los empresarios chilenos. El empresario chileno tiene el mérito de abrir mercados y ser audaz, pero tiene el defecto de haberse formado en una dictadura, por lo tanto, se formó sin sociedad civil.


—¿Muy protegido?
—Completamente protegido. No tenían la protección de los aranceles, pero sí de la política. No estaban acostumbrados a negociar con los trabajadores. Estaban acostumbrados a tener ganancias superiores a las que ganan los empresarios en el mundo y les parecía muy natural que los salarios fueran bajos. Decían que cuando hubiera más productividad, la cosa mejoraría. No se daban cuenta que se estaba creando un monstruo de desigualdad en la sociedad.


—El CEP, afirmado en sus encuestas, decía que a la gente le interesaba el crecimiento y no la igualdad.
—Esa discrepancia era frontal. No entendían la necesidad de avanzar en igualdad, de tener más carga tributaria y progresiva. Nosotros no teníamos los votos para avanzar a los niveles que se requería. La incomprensión de la derecha era cerril en este tema. No es que Lagos tuviera un acuerdo con los empresarios, no es que Lagos no discutiera con los empresarios, tampoco es cierto que todo era del gusto de los empresarios. Muchos de ellos eran integristas, por lo tanto, no les gustaba el tema del divorcio. Toda esa caricatura absurda de un Lagos entregado a los empresarios, no es real. Hubo momentos difíciles con los empresarios. Hubo un español de Aguas Andinas —Angel Simón— que salió de Chile, nada de eso se habló mucho.


—Fue porque Lagos llamó para allá…
—Hubo momentos de enfrentamiento.


—El enfrentamiento más fuerte fue por el intento de venta de La Disputada sin pagar impuestos.
—Sí, claro. Después fueron las mineras con el royalty.


“No hablábamos con la prensa”


—Me habló de dos instancias, la primera fueron los encuentros del CEP. ¿Y la otra?
—La unidad estratégica que yo dirigía se reunía con los intelectuales del CEP. Teníamos muchas veces visiones distintas, pero serias. La relación con el Centro de Estudios Públicos no era secreta, pero sí discreta. No hablábamos con la prensa.


Porque sabían de política y tenían una posición liberal de derecha. Nosotros sabíamos de políticas públicas y teníamos una posición liberal de izquierda o socialdemócrata. Veíamos cuáles eran las fronteras, las diferencias, las visiones comunes y las preocupaciones. La agenda era abierta, circunscrita a política pública. También compárabamos las encuestas



—¿Reuniones mensuales?
—Sí, prácticamente se realizaban todos los meses y eran muy interesantes. En mi equipo estaban Guillermo Campero, Javier Martínez y Carlos Vergara. Agustín Squella nos acompañaba. Arturo Fontaine, Harald Beyer y Lucas Sierra, entre otros, por el CEP. De repente iba Salvador Valdés que es muy inteligente y obsesivo..., de una sola idea.


—¿Por qué eran tan interesantes?
—Porque sabían de política y tenían una posición liberal de derecha. Nosotros sabíamos de políticas públicas y teníamos una posición liberal de izquierda o socialdemócrata. Veíamos cuáles eran las fronteras, las diferencias, las visiones comunes y las preocupaciones. Era muy sano para ambas partes. La agenda era abierta, circunscrita a política pública. También compárabamos las encuestas.


“El CEP fue algo ingenuo”


—¿Cómo les afectó la crisis MOP-Gate?
—MOP-Gate fue muy duro en términos personales. Me fui de Cepal al gobierno, ganando la mitad de lo que obtenía como secretario de la Cepal y me parecía normal. Que nos saltara un tema de malversación de fondos, de robo, fue terrible para todos. Lagos era muy monacal en eso. Pasó la crisis de Irak y otras mil cosas, pero estos temas de dinero mal usado lo ponían muy mal. Fue injusto, porque terminó pegándole a gente íntegra que no tenía nada que ver en el asunto, como Matías de la Fuente (jefe de gabinete de Lagos que fue absuelto por la Justicia en 2012). Sin embargo, el MOP-Gate generó otras cosas. Decían que el gobierno iba a caer, pero la verdad es que estábamos con 52% de apoyo, habíamos tenido una baja mucho mayor (43%) en 2001, antes del MOP-Gate, cuando la cosa económica estaba más malita. Yo estaba muy tranquilo respecto al apoyo popular, la gente no creía que Lagos estuviera metido en eso. Cuando se abre la posibilidad de negociar, saltamos de inmediato, porque queríamos una dirección pública más fuerte. Las ideas que tenía el CEP no eran las mismas de los partidos de derecha y las nuestras no eran las mismas que las de los partidos de centro izquierda. Imagínese lo que significaba convencer a los partidos que los puestos iban a ser autónomos y relativamente independientes de los gobiernos de turno. Pudimos avanzar menos de lo que queríamos, porque si bien se logró el financiamiento público de la política, nunca dieron su brazo a torcer con el financiamiento privado.


—El gobierno señalaba que si había financiamiento privado debía ser hecho por personas naturales, con conocimiento público y montos limitados.
—En eso, el CEP fue algo ingenuo respecto a su insistencia sobre la reserva de los fondos y que se pudieran transferir a través de sociedades. También suscribían la idea del período de gobierno de cuatro años que a nosotros no nos gustaba, pero tuvimos que aceptarlo, porque en el período en que estábamos discutiendo todo eso (las reformas constitucionales), el que la llevaba era Joaquín Lavín. Sebastián Piñera recién estaba despuntando y RN temía que Lavín se quedara mucho tiempo en el gobierno. Si no aceptábamos un período presidencial de cuatro años, no votaban a favor de eliminar los senadores designados, los comandantes en jefe y de modificar el consejo de seguridad nacional. Lagos estaba furioso. Tuvimos que elegir entre una cosa y la otra. Así es la toma de decisiones a veces.


La jueza Gloria Ana Chevesich indagó el caso MOP-Gate: "Fue injusto, porque terminó pegándole a gente íntegra que no tenía nada que ver en el asunto", reflexiona Ottone. Y agrega: "Cuando se abre la posibilidad de negociar, saltamos de inmediato, porque queríamos una dirección pública más fuerte. Las ideas que tenía el CEP no eran las mismas de los partidos de derecha y las nuestras no eran las mismas que las de los partidos de centro izquierda".





—Y esta sensación del CEP de que el gobierno de Lagos había aceptado el servicio civil, pero que no había hecho nada para concretarlo.
—Todo era complicado. En la reforma de la salud teníamos en contra a los gremios, desde el Colegio Médico hasta las arsenaleras, pasando por la Confusam. Todos dirigidos por los socialistas. Y éramos minoría en el Parlamento.


—¿Era inviable una reforma a la salud y, al mismo tiempo, la profesionalización de los servicios?
—No, pero para poder avanzar en democracia tienes que ver cuál es la construcción que estás en condiciones de hacer sin poner en peligro la convivencia democrática. Además, a nosotros ya nos detestaban por no ser militantes.


—¿Por qué cree que Pablo Longueira, como presidente de la UDI, aceptó regular el financiamiento de la política?
—Quería con razón, creo yo, un Estado más neutro y funcional y nosotros también queríamos evitar que los partidos se abalanzaran sobre el botín. La derecha había trabajado con la premisa de que habían perdido el gobierno, pero que podían mantener mayoría en las cámaras y a todos los poderes fácticos alineados. Cuando los poderes fácticos comenzaron a desalinearse con un Juan Emilio Cheyre o Rodolfo Codina en las FFAA; cuando los empresarios se pusieron más quisquillosos y empezaron a hablar del interés del país; y cuando la prensa se fue abriendo a líneas editoriales más diversas, llegó el momento de negociar.


“La relación era buena hasta que se hablaba de impuestos y salarios”


—Cuando llegó Juan Claro a la Sofofa pareció verse favorecido por los amores del gobierno.
—La relación era fuerte y buena hasta que se hablaba de impuestos y de salarios. Esos temas le provocaban una punzada de dolor en el bolsillo.


—¿Andrés Concha y Juan Claro tenían encima al ala de Eugenio Heiremans y Hernán Briones?
—Tenían el ojo de Dios encima. Ellos adoraban a Pinochet.

Los empresarios de hoy viven en otro país. Tienen 30 años de democracia en el cuerpo y las catedrales se han caído en su gran mayoría. Son menos doctrinarios y casi no veo el elemento integrista


—¿Y David Gallagher fue relevante en la relación con el CEP?
—Gallagher operaba desde un nivel intelectual y no de la doctrina económica. A ellos les asustaba nuestra posición respecto a Irak, por ejemplo. “No se vaya a enojar EE.UU.”, nos advertían. Nosotros les decíamos que ibamos a sacar el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y que votaríamos que no a la invasión. Gallagher no creía que eso fuera posible y después nos halló la razón. George Bush al inicio le decía a Lagos, “dear Ricardo” y terminó llamándole “mister President”. Bush le tenía buena a Lagos. Una vez le dijo: “Usted es un filófoso, presidente”. Lagos nunca supo si lo estaba insultando o era un comentario positivo.


—Los personajes que tienen autoridad, como Lagos, suelen tener preferidos. Parece que el representante de la banca, Hernán Somerville, era uno de ellos.
—El entusiasmo de algunos iba de la mano con el miedo que habían tenido antes y con el carácter de cada cual. Somerville fue uno de ellos. El era muy exhuberante e hizo unas declaraciones barrocas que hicieron mucho mal. No correspondían a la realidad porque reflejaba una relación edulcorada.


—¿Había conversaciones personales?
—Sí, claro, pero coincidían con la estructura gremial y no había necesidad de tener canales más específicos. Las relaciones fueron correctas. Lagos nunca tuvo una relación social o de amistad con alguno de ellos.


—¿Cuál es la principal diferencia entre los empresarios de hoy y los que tuvieron ustedes?
—Los empresarios de hoy viven en otro país. Tienen 30 años de democracia en el cuerpo y las catedrales se han caído en su gran mayoría. Son menos doctrinarios y casi no veo el elemento integrista.
Ensayo
CEP: Origen, influencia y poder El historiador Maximiliano Jara repasa las distintas etapas del Centro de Estudios Públicos (CEP), siempre guiadas por su vocación de influencia (Crédito foto: CEP).

CEP: Origen, influencia y poder

El magíster en Historia UC, Maximiliano Jara, repasa las distintas etapas del Centro de Estudios Públicos (CEP), siempre guiadas por su vocación de influencia, y que entre sus productos tuvo la agenda de modernización del Estado que impulsó el gobierno de Ricardo Lagos. Este texto surge del libro "Centro de Estudios Públicos (CEP), ideas y acción política. Pensar la transición a una nueva democracia (1980-1990)", pronto a publicarse en la editorial Centro de Estudios Bicentenario (Crédito foto: CEP).

Jorge Cauas, el primer presidente del CEP, al crearse esta entidad en 1980 (Crédito de foto: CEP).




Por Maximiliano Jara Barrera


El fin último de los think tanks es influir, tanto en el diseño de políticas públicas, como en el desarrollo de corrientes de opinión. Estas instituciones surgieron en Estados Unidos a principios del siglo XX, buscando vincular el conocimiento de las Ciencias Sociales con la formulación de proyectos públicos. Desde entonces, estos centros de pensamiento han experimentado diferentes “olas”, dejando de ser un fenómeno exclusivamente norteamericano para transformarse en uno global, que vincula el conocimiento, el poder político y, generalmente, el poder económico.


Si bien los think tanks han destacado por la variedad de tópicos que han abordado, es un hecho que estos se han erigido como una de las instituciones predilectas de los defensores del libre mercado para difundir su ideario. Tanto el American Enterprise Institute en el proyecto político de Ronald Reagan en Estados Unidos, como The Institute of Economics Affairs en el caso de Margaret Thatcher en Reino Unido, fueron uno de los pilares respectivos. Latinoamérica tampoco se quedó atrás: mientras que en Argentina la Fundación Mediterránea fue clave en el desarrollo del pensamiento económico liberal, en Brasil el Instituto de Pesquisas Econômicas Sociais (IPÊS) cumplió -en parte- ese rol. En Chile, el mayor exponente de esta tendencia ha sido el Centro de Estudios Públicos.


El origen: La alianza entre asesores del gobierno y empresarios


El CEP fue fundado el 17 de abril de 1980 a partir de una alianza entre los principales asesores económicos del régimen militar y parte de los grupos empresariales más importantes del país. En un inicio, esta iniciativa surgió del equipo económico de Pinochet, que integraba a Jorge Cauas, Sergio de Castro, Pablo Baraona, Roberto Kelly y Juan Carlos Méndez los que se sumarían destacadas personalidades civiles como Julio Philippi Izquierdo, Arturo Fontaine Aldunate, Carlos Urenda Zegers y Hernán Cortés Douglas. Este grupo fundador agrupó a lo más granado de la élite civil modernizadora del país, lo cual entregaba amplias garantías al empresariado. Lo anterior explica que los grupos económicos comprometidos con las transformaciones aceptaran financiar el proyecto. Ese fue el caso de Fernando Larraín P., Eliodoro Matte O., Jorge Ross O. Javier Vial C., José Borda A., Jorge Yarur B., y Sergio Markmann D.


El CEP convocó a grandes figuras mundiales del liberalismo que participaban en sus seminarios, eran entrevistados en los medios nacionales y se reunían con las autoridades del Estado. Esta foto del CEP muestra a Chiaki Nishiyama junto a Friedrich Hayek, asistentes al seminario de 1981 "Fudamentos de un sistema social libre". Atento mira el economista y ministro de Augusto Pinochet, Carlos Cáceres.




En otras palabras, el Centro surgió desde el núcleo del modelo económico, para contribuir a la consolidación del mismo en Chile a través de un esfuerzo sofisticado, como lo fue el debate intelectual.


Etapa I (1980-1982): Enfocados en el poder


Como el mismo CEP había definido, su objetivo era “analizar y divulgar… los elementos determinantes que aseguran el establecimiento y preservación de una sociedad libre”. Ciertamente ese proyecto refería a un problema mayor en la década de 1980. Para entonces, el régimen de Pinochet había definido las características centrales del nuevo orden político y económico, pero los chilenos no habían hecho suyos aquellos principios ni se habían arraigado en la sociedad chilena. La oposición y una parte importante del país disentía del proyecto oficial, por lo que los principales promotores de las reformas de libre mercado buscaron consolidar sus ideales en la sociedad civil embarcándose en una "batalla por las ideas”.


Para lograrlo, el Centro combinó una serie de ideas y prácticas políticas, diseñando una táctica político-intelectual, dependiendo del contexto nacional. Por lo anterior, podemos hablar de dos etapas desarrolladas en la década de 1980: una primera enfocada en consolidarse dentro del campo intelectual del oficialismo y de la nueva derecha, y una segunda preocupada de formular lazos con instituciones, pensadores y políticos de oposición, en un intento de participar en el campo cultural de la transición y ulterior democracia.
Esta última sería el eje de lo que el Centro haría en los últimos 30 años.


La primera etapa del think tank fue liderada por el economista formado en la U. de Chicago, Hernán Cortés Douglas. Durante su administración el Centro buscó insertarse y consolidarse en el campo intelectual Chicago-gremialista. Entonces, el CEP articuló un análisis sumamente crítico de la antigua democracia chilena, y en cierto sentido connivente con la “democracia protegida” o, como se explicaba en el Centro, democracia “limitada”. La libertad era concebida principalmente como económica, basada en la propiedad privada, la libertad de comercio y la focalización del gasto público; principios básicos del proyecto económico diseñado por los Chicago boys y realizado por el régimen de Pinochet.


Para entonces, grandes figuras mundiales del liberalismo eran invitadas a Chile por el CEP, cuya legitimidad intelectual y prestigio simbólico servía de orientación al debate nacional, tales como Friedrich von Hayek, Milton Friedman, James Buchanan, Michael Novak o Hernando de Soto, siendo un instrumento de influencia para el CEP: ellos exponían en seminarios y/o publicaban sus trabajos en la naciente revista Estudios Públicos. A la vez, eran entrevistados por los medios nacionales,y en varias ocasiones sostenían reuniones privadas con ministros de Estado y grandes empresarios.


La crisis económica de 1982 apartó a la elite Chicago-gremialista de la toma de decisiones del gobierno, así como también motivó un cambio de dirección del think tank, en un momento en que incluso pudo haber desaparecido


La dirección de Hernán Cortés Douglas coincidió con un apogeo del proyecto político y económico del régimen: la Constitución de 1980 y los buenos resultados macroeconómicos generaban un contexto propicio para que el mensaje del Centro fuese bien recibido por el poder económico, político y militar del autoritarismo. Lo anterior, muestra al Centro como una institución orgánica de aquel nuevo liberalismo global que se estaba importando al país, estrechamente vinculada al poder.


Empero, la crisis económica de 1982 cambió el devenir de la institución, inaugurando una nueva etapa. Esa crisis, apartó a la elite Chicago-gremialista de la toma de decisiones del gobierno, así como también motivó un cambio de dirección del think tank, en un momento en que incluso pudo haber desaparecido.


Etapa II: Conformando la transición (1983-1990)


Arturo Fontaine Talavera -abogado y literato- lideró una nueva fase para la institución, cambiando el camino con que el CEP había surgido. Formado en la UC y la U. de Chile, fue parte de la joven elite política y social del gremialismo como presidente designado de la FEUC en 1974, aunque también sensible a una cultura académica disidente. En Estados Unidos profundizaría su veta académica, volviendo a Chile por invitación de Cortés D. para contribuir a la formación de una nueva universidad, complementaria al proyecto del CEP. Luego de que la iniciativa no prosperara, y como consecuencia de la renuncia de Cortés D. y Álvaro Donoso a la dirección, Fontaine T. fue nombrado director del Centro.


Pedro Ibáñez Santa María, Sergio Baeza, Arturo Fontaine y Eliodoro Matte en una actividad del CEP en los años 80. Fontaine, como director, impulsó la segunda etapa de este think tank, preparándolo para la transición. Matte desde 1987 lo presidiría por 28 años. Una comida entre él y Lagos selló la agenda de modernización que se concretó en 2003 (Crédito: CEP).




Bajo su conducción, y especialmente a partir de 1983, el Centro viviría una larga etapa que se extendería desde la transición hasta los siguientes 30 años de democracia: el CEP ya no estaría vinculado preferentemente al oficialismo, sino que pasaría a tender puentes con los cuadros de la oposición democrática, incluyendo a académicos cercanos a la DC, como CIEPLAN, y socialistas renovados. Esta práctica contribuiría a formar los márgenes del campo intelectual de la transición, puesto en práctica desde entonces y proyectándose incluso después de 1990.


El CEP pasó a fomentar visiones que valoraban la democracia representativa y la importancia de los partidos políticos. Además, transitó desde un mayor uso de las lógicas y el lenguaje de la Economía para analizar los asuntos públicos, a incluir aportes del Derecho, la Ciencia Política, la Historia y la Filosofía. Eso significó una revaloración de la política en un contexto en que el oficialismo todavía fomentaba un discurso crítico a ésta. En este sentido, el Centro fomentó una dinámica de foro que reunía tanto a la posición liberal o de derechas-por cierto, no nacionalista- como a una visión proveniente de la centro-izquierda. Esto era útil para acercarse al mundo académico de oposición, para visibilizarlo ante el empresariado, y, especialmente, para contribuir a limitar los marcos del debate de la transición. El pluralismo político e intelectual que propiciaba el CEP llegaba hasta el polo de la centro-izquierda, excluyendo a la izquierda marxista.


A partir de 1987, el Centro buscaría servir como una suerte de termómetro de la sociedad chilena a través de la elaboración de una serie de estudios de opinión pública. Este tipo de insumos técnicos han servido para que el CEP se transforme en una útil “caja de herramientas” de la comunidad política nacional, siendo referente para partidos políticos, académicos, empresarios y medios de comunicación a la hora de analizar el devenir del país. Así, gracias a este verdadero “poder del diagnóstico”, el Centro ha consolidado su posición en el escenario público y marca la pauta política.


Sin embargo, desde su origen el CEP ha procurado incidir en la formación de climas intelectuales en favor del liberalismo, democracia representativa y economía de mercado. A lo que se suman una preocupación por elaborar diferentes reformas al Estado en aras de plasmar sus principios a nivel institucional. Entre estos proyectos, los que tuvieron mayor trascendencia fueron la reforma al Estado y financiamiento de la política; la modernización del sistema judicial y la reforma educacional. En aquellos, el Centro se posicionó como una de las contrapartes intelectuales de la sociedad civil que proveía de diagnósticos y propuestas al gobierno en la elaboración de su trabajo.


Con la crisis institucional desencadenada por el caso MOP-Gate, las ideas del Centro fueron apreciadas ya que apuntaban a una posible solución: modernización del Estado y fomento de su autonomía ante los partidos políticos. A partir de entonces el think tank criollo obtuvo mayor protagonismo para el gobierno


Entre aquellas, la primera tuvo como protagonista a Eliodoro Matte L., quien fomentó el análisis de un proyecto de reforma al Estado y financiamiento de la política llevada a cabo por el CEP en los años de 1990 e intentó mostrarlo como una necesidad, teniendo escasa acogida por el gobierno concertacionista. Sin embargo, con la crisis institucional desencadenada por el caso MOP-Gate, las ideas del Centro fueron apreciadas ya que apuntaban a una posible solución: modernización del Estado y fomento de su autonomía ante los partidos políticos. A partir de entonces el think tank criollo obtuvo mayor protagonismo para el gobierno. Ernesto Ottone explica que organizaba seminarios en forma recurrente entre académicos del CEP y miembros del gobierno durante la administración del presidente Ricardo Lagos con el objeto de analizar la situación nacional, representando las dos almas del liberalismo en el país. De esta forma, fue durante el gobierno del primer presidente socialista después de Allende que una institución adscrita al liberalismo clásico fue más escuchada.

¿Las ideas dependen del financiamiento?


El vínculo del poder económico, las ideas y el poder político en los think tanks ha sido motivo de crítica. Entre estas, se puede decir que los centros de estudios sobrerrepresentan las ideas de las élites, sobre todo debido a los recursos necesarios para mantenerlos; que bajo la aparente “neutralidad técnica”, se esconde la defensa de ciertos intereses y programas políticos; o que son instituciones poco transparentes que escapan al control democrático que generalmente tienen los partidos políticos.


Sin embargo, también es necesario poner en perspectiva la relación entre empresarios e ideas del CEP. Allí se encuentra una influencia directa y otra indirecta en la formulación de ideas. La influencia indirecta, la cual ha sido lo común, se traduce en que los donantes del Centro han subvencionado una comunidad intelectual, de cierto prestigio para el empresariado y la comunidad académica de la que provenían, cuyo compromiso con los marcos liberales era incuestionable. Los financistas del CEP apoyaban un proyecto marco compartido por los investigadores de la institución, aunque sin intervenir en la definición de contenidos específicos.


Por otro lado, también ha habido una influencia más directa, siendo el mejor ejemplo la acción de Eliodoro Matte a partir de 1987, año en que asumió la presidencia de la Fundación del CEP. Desde esa posición, fomentó una serie de proyectos, entre los que destacó el libro Cristianismo, Sociedad Libre y Opción por los pobres (1988); la visita de la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, en 1994; y el proyecto de reforma al Estado a partir de fines de la décadas de 1990 y 2000. Aunque menos frecuente, el liderazgo de Matte muestra un rol activo del empresario en la formulación de contenidos de alta relevancia pública. Aunque incluso en estas instancias hubo una mediación con otros actores.


Lo interesante de aquella “mediación”, se encuentra en un rango de autonomía de los académicos con respecto al Consejo del Centro. El mayor ejemplo de esto se encuentra en el plebiscito de 1988. Mientras varios donantes miembros del consejo apoyaban la continuidad del general Pinochet por otros ocho años, la columna “intelectual” del CEP, Arturo Fontaine Talavera, Óscar Godoy y Enrique Barros, entre otros, apoyaban el NO. Esto muestra la complejidad de planos que cruzan al Centro.


Lo anterior, complejiza la relación del empresariado con las ideas que se producen en el think tank. Al menos en el caso del CEP, es difícil proponer una relación acrítica cuando en la elaboración de la producción cultural de la institución participan académicos formados bajo ciertas lógicas de producción de conocimiento reconocidos por sus pares. Por eso, más que interesarse en acusar una linealidad de contenidos o una identificación sin cuestionamientos de los investigadores por parte del Centro, sería más provechoso analizar la articulación de redes intelectuales y empresariales, sus ideas, coincidencias y disonancia, ponderando la autonomía del intelectual como la agencia del empresario. Es decir, comprender la naturaleza, límites y beneficios que el empresariado tiene a la hora de subvencionar una comunidad intelectual.
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