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La amenaza de la luz
Los cielos en el norte de Chile continúan siendo uno de los mejores del mundo para la observación astronómica, pero eran aún mejores en la década de los 60 o 70. Van a haber problemas “si no cambiamos un poco nuestra forma de actuar”, advierte el astrónomo Malcolm Smith.
Reportaje
La amenaza de la luz Los cielos en el norte de Chile continúan siendo uno de los mejores del mundo para la observación astronómica, pero eran aún mejores en la década de los 60 o 70. Van a haber problemas “si no cambiamos un poco nuestra forma de actuar”, advierte el astrónomo Malcolm Smith.

La amenaza de la luz

Los cielos en el norte de Chile continúan siendo uno de los mejores del mundo para la observación astronómica, pero eran aún mejores en la década de los 60 o 70. Van a haber problemas “si no cambiamos un poco nuestra forma de actuar”, advierte el astrónomo Malcolm Smith.

La luz azul en la bahía de Coquimbo. Si no se controla, afectará el desarrollo de la astronomía en la zona (Crédito: OPCC).



Por Sandra Radic

“Llegué a Chile en 1969. Acababa de terminar mis estudios en Inglaterra y Estados Unidos, nadie sabía dónde estaba Chile en esa época. Me encontré con cielos espectaculares. Un amigo me llevó al Cerro Tololo y vi una luz subiendo desde el horizonte. “Usted me dijo que aquí no había contaminación lumínica y qué es eso”, le reclamé. Mi amigo sonrió. “Era luz zodiacal natural, algo que nunca había visto en Arizona”, recuerda el astrónomo emérito del Observatorio Interamericano del Cerro Tololo (CTIO), Malcolm Smith, quien fue uno de los primeros en preocuparse por mantener la oscuridad de nuestros cielos.


Y continúa: “Hoy desde mi casa en La Serena ya no veo la vía láctea como antes”. La ciudad se ha iluminado y eso trae problemas a la observación astronómica. “La humanidad no siempre hace lo que uno quiere, pero tenemos el deber de señalar que hay problemas y que van a haber más si no cambiamos nuestra forma de actuar”, dice.


Hay muy pocos lugares en el planeta que combinan espacios de cielo que casi no han sido alterados por el ser humano, es decir, que se mantengan muy oscuros, y que además sean nítidos, transparentes y despejados de nubes. Entre estas zonas únicas se cuentan Hawai, Canarias y el norte de Chile.


La International Dark-Sky Association define la contaminación lumínica como “el uso inapropiado o excesivo de luz artificial”. ¿Las causas? El alumbrado público, alumbrado publicitario y el deportivo, en primer lugar


Lo que preocupa es que la contaminación lumínica ha tendido a aumentar a lo largo de los años en el norte de Chile, pese a que existe una norma que regula el alumbrado de exteriores en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo desde 1998, la que fue revisada en 2012 y que actualmente está sujeta a modificación. Los cielos en el norte continúan siendo unos de los mejores del mundo para la observación astronómica, pero eran aún mejores en la década de los 60 o 70. El desafío para Chile está en que los encargados de definir dónde ubicar los nuevos telescopios en el mundo en los próximos 30 años, sigan confiando en la oscuridad de los cielos de nuestro país.


Telescopios pierden eficiencia

Los astrónomos fueron los primeros en alzar la voz contra este tipo de polución que afecta la posibilidad de ver las estrellas y el cielo nocturno, ya que la luz, en vez de dirigirse al suelo o construcciones, se dispersa hacia arriba: el cielo “brilla”. Además, “mientras más azul contenga la fuente, mayor es el daño a los cielos nocturnos, por la mayor dispersión que provoca en la atmósfera”, señala la página web de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo Norte de Chile (OPCC).


La International Dark-Sky Association define la contaminación lumínica como “el uso inapropiado o excesivo de luz artificial”. ¿Cuáles son las causas? El alumbrado público, alumbrado publicitario y el deportivo, en primer lugar. Y distintos tipos de actividades como la construcción o la minería.


El gran problema es que la tecnología de iluminación está casi completamente dominada por los LEDs (acrónimo en inglés de Diodos Emisores de Luz) que han aumentado los niveles de iluminación y las coberturas de áreas sujetas a iluminación, según un informe de la OPCC, de fines de 2019. Además, la mayor parte del alumbrado exterior que se instala en el mundo, en Chile y en la zona astronómica de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, utiliza luz blanca (algunas frías o azules).


Esa mayor luz deteriora la eficiencia de los telescopios para medir cuerpos celestes con brillo débil. Según la OPCC, “un incremento del 10% en el brillo del cielo requiere aumentar en 10% el tiempo de observación para obtener la misma relación-señal-ruido (SNR) de la fuente a observar”. En simple, es equivalente a reducir el diámetro efectivo del espejo primario del telescopio. De acuerdo a expertos citados en ese documento: “un telescopio de una apertura relativamente grande puede tener fácilmente costos de más de US$ 100 millones, por lo que la lucha contra la contaminación lumínica podría implicar evitar pérdidas de más de US$ 15 millones por cada telescopio instalado”.


La evolución de la contaminación lumínica entre 1996 y 2016 en la zona centro norte del país.




En Chile se ubican 7 de los 18 telescopios ópticos más grandes del mundo, con un diámetro mayor a 6 metros, indican en el Ministerio de Medio Ambiente. La OPCC contabiliza que “en total, el coste de los proyectos de observatorios astronómicos ópticos e infrarrojos es de aproximadamente US$ 3.500 millones, por lo que las pérdidas debido a contaminación lumínica pudieran ser superiores a los US$ 500 millones”.


Esta red de telescopios científicos no se encuentra en cualquier parte. Se halla en áreas con paisajes oscuros, aunque hay casos como el del Cerro Tololo y Cerro Pachón que corren un serio peligro por la cercanía de ciudades como La Serena, Coquimbo y Vicuña. Y hay otra red de telescopios que se ha desarrollado gracias a la confluencia del interés por la observación astronómica y el turismo. Son observatorios más pequeños, visitados por más de 262 mil turistas al año, la mayor parte chilenos, que también sufren las consecuencias de este aumento de la luminosidad.



La irrupción de las LEDs


El 83% de la población mundial vive bajo cielos contaminados por la luz, de acuerdo a los resultados del Nuevo Atlas Mundial del Brillo Artificial del Cielo Nocturno. Los habitantes de Chad, la República de Africa Central y Madagascar serían los menos afectados. Chile ha intentado resguardar la oscuridad de sus cielos en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, pero los avances que se lograron con la primera norma lumínica (90% de cumplimiento a partir de 2004), no fueron los mismos tras la implementación de la segunda norma a partir de 2012 (apenas 10%).

Las golodrinas no llegan al marHace diez años se pensaba que la contaminación lumínica era un problema casi exclusivo para los astrónomos. Pero los estudios ya alertan perjuicios que el exceso de luz artificial para la salud humana y la fauna.

En 2012, la American Medical Association advirtió que el estar sometidos constantemente a luz inhibe la producción de melatonina que sincroniza el ritmo circadiano, es decir, el reloj interno que guía los ritmos biológicos del ser humano.

Los dispositivos y luminarias más dañinos son los que emiten luz azul. No sólo los LED usados en iluminación exterior, sino también las pantallas (computadores, TV y otros dispositivos eléctricos), advierten en la OPCC.

El impacto sicológico de perder el cielo oscuro tampoco debe ser subestimado. Dacher Keltner, un sicólogo de la Universidad de California, dijo a National Geographic que la posibilidad de ver una noche estrellada produce un estado de asombro que se puede traducir en comportamientos humanos positivos: mayor amabilidad y altruismo.

Cada vez que se habla de contaminación lumínica y su efecto sobre la fauna, salta el ejemplo de las tortugas de mar, las que se guían al mar por la luz que se refleja sobre las olas (pero en la iluminada costa de Florida se desorientan).

Algo similar ocurre en Chile con, al menos, 12 especies de petreles y fardelas. Por ejemplo, la golondrina de mar que anida en el desierto de Atacama “son atraídas por las luces, lo que ocasiona la caída y muerte de decenas de miles de juveniles año tras año. En Arica, por ejemplo, en la temporada pasada se rescataron más de 3 mil ejemplares entre noviembre y febrero y en el complejo industrial Salar Grande-Patillos-Patache, al sur de Iquique, todo indica que más de 15 mil ejemplares mueren cada año”, explicaba Rodrigo Silva, coordinador del programa Aves Marinas de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), a Revista del Domingo de El Mercurio.

“Sabemos que muchas especies son muy activas en la noche y algunas sólo realizan ciertas cosas cuando hay oscuridad”, señalaba Roy van Grunsven a Financial Times en enero de este año. Por ejemplo, las polillas se alimentan y se aparean menos en las noches más claras, y aves expuestas a luz artificial pueden sufrir privación del sueño y estrés, e incluso pueden poner sus huevos antes de tiempo.

La arquitecta de la Universidad Técnico Santa María y fotógrafa aficionada a la astronomía, María Cirano, señala que en Canadá hay organizaciones dedicadas a recoger las aves que caen o mueren afectadas por las luces artificiales. En 1993, Toronto lanzó el programa Fatal Light Awareness Programme (FLAP) que obligó a apagar las luces de edificios altos, salvando 10 mil pájaros al año.

En 2004, los operarios del puerto de Mejillones detectaron una mayor mortandad de pollitos de mar. La empresa cambió el tipo de luces y dejaron de caer estos animales, señaló Yerko Vilina, biólogo experto en aves marinas, investigador de la Universidad Santo Tomás, a la revista Mongabay Latam.

Esta caída se debería a una combinación de factores. Por un lado, se produjo una agresiva estrategia comercial para impulsar la tecnología LED que causó una revolución completa de los parámetros de luminotecnia, explica Pedro Sanhueza, director de la OPCC. Fue muy fuerte y agresiva la presión de la industria -principalmente china- por instalarse con luz blanca como una forma de diferenciarse de la luz de sodio. “No es lo mismo 100 watts de LED que 100 watts de sodio. A la misma cantidad de energía consumida, siempre hay más luz en la calle a causa de las LED (hasta 40% más)”, agrega. Se podrían haber racionalizado los sistemas de alumbrado y haber privilegiado la luz ámbar, claro que sí, pero la capacidad técnica en la zona es prácticamente nula. “No hay técnicos en alumbrado o iluminación, sólo de energía. En el norte, hay dos o tres técnicos de nivel”, indica Sanhueza.


A eso se suma que el negocio de la luz es oscuro. “Es triste porque es un área muy competitiva y pasan cosas. Se cambian luminarias antes de que cumplan la vida útil, se genera basura -alguna tóxica- y quedan cerros de luminarias botadas en los parques municipales”, describe.
El otro factor que influyó fue el cambio de la agencia fiscalizadora. La fiscalización pasó de la Superintendencia de Electricidad y Combustible (SEC) a la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). “Al ser ésta una institución nueva -se creó en 2010-, no tenía tradición y tuvo que desarrollar desde cero sus prácticas y protocolos. Además, sólo cuenta con dos fiscalizadores por región”, agrega. Los protocolos de la Norma 2 recién estuvieron listos en agosto de 2015.


De acuerdo a los últimos análisis de la OPCC, la contaminación lumínica afectaría seriamente la operación de los telescopios del Observatorio del Cerro Tololo y Cerro Pachón si no se aplican medidas de mitigación en la Región de Coquimbo. Si la luminosidad de La Serena y Coquimbo continúa aumentando, en menos de 30 años el Observatorio de La Silla llegaría a tener niveles de contaminación relevantes.


Un estudio de la OPCC midió sólo el efecto de las multicanchas en el norte. Estos centros deportivos emiten luz blanca fría, mal orientada y fuera de norma; y concluyeron que “estamos perdiendo el partido”. Una cancha de fútbol 11 equivale a 3.340 luminarias de La Serena, Coquimbo, Ovalle u otras ciudades de la zona norte. Por lo tanto, si se encendieran apenas seis canchas de fútbol 11, se provocaría la misma contaminación lumínica que causa todo el parque de alumbrado público de La Serena que tiene 21 mil puntos de 100 a 150 vatios.


Este es un tema que afecta a Vicuña, que se jacta de ser la capital astronómica del mundo. Y tiene razones para serlo, ya que se encuentra cerca de seis observatorios astronómicos relevantes. Está a 17 kilómetros de Tololo y a 85 kilómetros de La Silla.


“Los primeros ensayos que hicimos de cambio de luminaria fueron en Vicuña. Lo hicimos para la norma 1, la 2 y ahora la 3. La Avenida Gabriela Mistral tiene las primeras luminarias de calle que cumplen la norma 3. También se hizo algo similar en el puerto de Punta Chungo de la minera Los Pelambres. Vicuña se ha transformado en un lugar de ensayo y donde se anticipan los cambios tecnológicos”, reconoce Pedro Sanhueza. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer en esa región.



El cambio vino de Antofagasta


Actualmente, hay por lo menos tres avances en desarrollo con el objeto de recuperar mayor oscuridad para los cielos del norte. El primero de ellos se inició en 2018 y se concretó en 2019 cuando el Congreso aprobó la moción, introducida por el diputado por Antofagasta, José Miguel Castro, de modificar la Ley del Medio Ambiente que “permitió que la contaminación lumínica apareciera como fuente de contaminación en la legislación medioambiental -hasta ese momento no se la reconocía como tal-, y que las actividades que se inicien en una zona de interés científico para la observación astronómica requieran de un proyecto de impacto ambiental. La norma que existía reaccionaba cuando se producía el daño, en cambio ahora prevenimos que se produzca el problema”, dice Eduardo Unda-Sanzana, director del departamento de astronomía de la Universidad de Antofagasta.


Hay que definir entonces las zonas que se considerarán de interés científico y para ello los ministerios de Medio Ambiente y de Ciencias acordaron formar un comité científico que fije los criterios técnicos para revisar los diversos sitios para observación astronómica. “Esa lista no existe y depende de la especialidad el tipo de zona que resulta interesante”, explica Unda, quien preside la Comisión Asesora de Áreas de Interés Científico para la Observación Astronómica, conformada por seis especialistas. Esta instancia se creó en octubre de este año y tiene una vida limitada a no más allá de febrero de 2021.

Si se encendieran apenas seis canchas de fútbol 11, se provocaría la misma contaminación lumínica que causa todo el parque de alumbrado público de La Serena que tiene 21 mil puntos de 100 a 150 vatios


En paralelo, el ministerio de Medio Ambiente está trabajando en dos dimensiones: por un lado, buscan extender la norma de contaminación lumínica a todo el país y aplicar una norma de calidad secundaria de zona de mayor interés que se aplicarían a las zonas en las que está trabajando el comité de científicos.


En este plano, el trabajo de la OPCC es relevante. Pedro Sanhueza fue quien presentó la primera norma a la entonces ministra del Medio Ambiente, Adriana Hoffman durante el gobierno de Lagos. Sanhueza es también el redactor de la norma 2 y está elaborando la norma 3. “La nueva versión debiera estar promulgada al término del primer semestre de 2021 con un plazo de cinco años para su cumplimiento. Se propone un área de protección de 100 kilómetros en torno a los observatorios astronómicos y la reducción de las emisiones en la banda azul a no más del 1%. “La Superintendencia de Electricidad y Combustible (SEC) nos dijo en una reunión preliminar que fijar un perímetro de 100 kilómetros es complejo de fiscalizar -la SEC certifica las emisiones de luz- y nos propuso que si la parte sur de la comuna de Antofagasta cae, por ejemplo, dentro del radio de 100 kilómetros, es mejor que entre la comuna entera”, agrega Sanhueza.

La promesa de Suchai II

Por el lado científico también hay quienes buscan proteger los cielos nocturnos de manera más efectiva, a través del desarrollo y lanzamiento de un nanosatélite. Este proyecto colaborativo “Suchai II”, realizado por investigadores de distintas universidades, consiguió $200 millones gracias al Fondo Quimal.

Simples y ahorran dineroLas soluciones para evitar la contaminación lumínica son simples y ahorran dinero:

* Usa lámparas cubiertas para que la luz se refleje al suelo y no al cielo

* Solo usa luz artificial cuando sea necesario. Evita tener luces prendidas innecesariamente.

* Usa la cantidad de luz necesaria. El exceso de luz daña la visión y es ineficiente.

* Usa luces de alta frecuencia, con tinte rojo o amarillo, ya que éstas minimizan el efecto negativo sobre la salud.

* Apaguemos alumbrados ornamentales y de grandes espacios exteriores injustificables a partir de cierta hora. Suelen alumbrarse con luminarias orientadas incorrectamente y que dispersan mucha luz hacia el cielo y en direcciones laterales.

Fuente: Oficina de Protección de la Calidad del Cielo Norte de Chile (OPCC)


“Nosotros en vez de mirar las estrellas, miraremos ciudades o industrias en medio de la oscuridad del desierto -a una altura de 500 kilómetros-. Nuestra idea es conseguir mapas de 300 kms x 300 kms de las zonas que rodean los observatorios de la IV región y del sur de la III Región. Y abarcar otra área similar en la II Región”, indica Eduardo Ibar, académico de la Universidad de Valparaíso.


Ibar quien es director ejecutivo de la Sociedad Chilena de Astronomía, tiene la esperanza de que si logran lanzar este satélite-telescopio espacial y si las imágenes que obtengan son leídas correctamente, podrán “cuantificar cuando en una cuadra haya una emisión mayor que en otra, alertar que se está produciendo esta mayor emisión, y gatillar una vigilancia ciudadana. Desde el cielo es más fácil el monitoreo de zonas alejadas que hacerlo por tierra”. Esto se traducirá en una nueva herramienta, mucho más precisa, que podría contribuir en la fiscalización de la contaminación lumínica.


El Atlas Mundial del Brillo Artificial del Cielo Nocturno, producido por un grupo de científicos y dirigidos por el italiano Fabio Falchi, a partir de datos recogidos en 2014, es una de las fuentes obligadas para cualquier estudio. Estos mapas abarcan 800 metros por pixel, en cambio los chilenos redujeron ese pixel a un factor de 10, es decir, de 80 metros (equivalente a una cuadra). Además, “los mapas de Falchi reconocen longitudes de onda más tiradas al azul y nosotros esperamos identificar luz blanca y ámbar”, explica Ibar. La pandemia ha afectado su cronograma. “Esperábamos lanzar el nanosatélite a fines de 2021, pero es probable que ocurra en 2022”.
Entrevista
"Chile puede perder su competitividad estratégica" Guillermo Blanc, presidente de la Fundación Cielos de Chile, patrocinada por un grupo de observatorios internacionales que se dedica a proteger los cielos de Chile de la contaminación lumínica, analiza y advierte sobre una de las principales amenazas al desarrollo astronómico nacional.

"Chile puede perder su competitividad estratégica"

Guillermo Blanc, presidente de la Fundación Cielos de Chile, patrocinada por un grupo de observatorios internacionales que se dedica a proteger los cielos de Chile de la contaminación lumínica, analiza y advierte sobre una de las principales amenazas al desarrollo astronómico nacional.

Guillermo BLanc, astrónomo, y cada día mas preocupado de la contaminación lumínica: "El cielo nocturno de Atacama es parte del patrimonio natural del país. Un patrimonio único, donde toda la humanidad viene a estudiar el universo".






Bárbara Silva A.



Guillermo Blanc es astrónomo, investigador de la Carnegie Institution for Science, instituto de investigación en astronomía de Estados Unidos, que opera el Observatorio Las Campanas, en la Región de Atacama. En el observatorio, Guillermo es Jefe de Desarrollo Científico-Técnico, lo que significa que es el encargado de analizar e implementar nuevas iniciativas de infraestructura científica. Entre sus tareas está revisar telescopios e instrumentos que se puedan instalar en el observatorio, o bien, impulsar su construcción y tener esas nuevas herramientas a disposición de la comunidad científica. Además, es profesor adjunto en la Universidad de Chile.


La investigación de Blanc se dedica a los procesos de formación de estrellas en galaxias: cómo las galaxias evolucionan a lo largo de su vida, crecen y transforman gas interestelar en estrellas. Su trabajo busca esclarecer cómo las galaxias regulan su vida y su metabolismo y cambian durante su historia mediante este proceso. Como si esas actividades no fueran suficientes, Guillermo es el presidente de la Fundación Cielos de Chile, una fundación patrocinada por un grupo de observatorios internacionales que se dedica a proteger los cielos de Chile de la contaminación lumínica.

-¿Cómo llegaste a involucrarte más profunda o decididamente en este problema?
-Fue algo muy puntual. Entre 2011 y 2014 fui investigador postdoctoral en Pasadena (California), en Carnegie. Por lo tanto, viajaba mucho a Chile, al Observatorio Las Campanas, lugar que comencé a visitar y trabajar desde que estaba haciendo el pregrado en astronomía en la Universidad de Chile. Cuando estaba de postdoctorado en Carnegie venía varias veces al año a usar los telescopios de Las Campanas. En 2014 se hizo la doble vía entre La Serena y Vallenar, en la ruta 5 norte, y ahí por primera vez se le puso iluminación a esa carretera, lo que incluía luces en todos los cruces, áreas de descanso, peajes, etcétera. Esta carretera, que siempre había sido de una pista por lado, oscura, pasó a tener iluminación. Y desde la cima de Las Campanas, en ese lugar que había estado tantas veces en mi vida, apareció una especie de “serpiente de luces” que nunca había estado. Este era un lugar en el que uno se paraba en la noche y no veía ninguna luz: a lo más se divisaba el resplandor lejano de La Serena o Vallenar. Se sentía como estar “en la mitad de la nada”, con el cielo encima de ti, un lugar muy espectacular. Me impresionó mucho ver las luces de la carretera, en este lugar que yo consideraba como un templo de la ciencia, en un lugar remoto, que ya no era tan remoto. Ahí me di cuenta que esto era importante y grave. Lo sentí muy cercano: se estaba transgrediendo este lugar mágico en el que yo había trabajado tantos años.

Una ciudad puede aumentar el brillo del cielo de manera significativa en varios cientos de kilómetros. Lo mismo sucede con las faenas mineras, que son un gran tema. En el mapa del brillo del cielo, si uno se fija, Antofagasta y La Escondida emiten luz que da un brillo del cielo similarGuillermo BlancPresidente de la Fundación Cielos de Chile

-Quizás fue como tener la sensación que perdemos la noche, la oscuridad.
-Exacto, y por eso me impresionó mucho. Y al poco tiempo lo conversé con Mark Phillips, que era en ese entonces el director de Las Campanas. Un día comentó sobre estas luces de la carretera. Justo se acababa de actualizar el Decreto Supremo 43 -que es la norma que regula las luminarias- que, aunque había sido publicado el 2012, se había retrasado la publicación de los reglamentos y protocolos sobre cómo se iba a aplicar. Entonces esta carretera no fue regulada por esa norma, por estos atrasos. Phillips mandó una carta al diario, que tuvo cierta resonancia. Poco después yo me vine de vuelta a Chile, a principios del 2015. Ahí conocí a Pedro Sanhueza, que trabaja en la OPCC (Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del norte de Chile), que la financiaban los observatorios. Empecé a ayudar a Pedro, a acompañarlo en algunas de sus actividades, a aprender más del tema. Y ahora cada día le dedico cada vez más tiempo a esto.

-Claramente la contaminación lumínica se ha vuelto un problema relevante para la astronomía. ¿Estamos en un momento clave al respecto?
-Es súper importante. Al entrar en este problema uno aprende pronto que hay temas quizás mucho más relevantes asociados a la contaminación lumínica, más allá de la astronomía, que tienen que ver con biodiversidad, con salud humana, con eficiencia energética, etcétera. Pero en términos de la astronomía, en Chile, las tasas a las cuales está aumentando la contaminación lumínica han crecido. Si uno las proyecta a 20 o 30 años, hay lugares que hoy son excelentes para instalar observatorios internacionales o telescopios gigantes (que nos gusta tanto hablar sobre ellos), que pueden dejar de ser competitivos. Y, por lo tanto, Chile puede perder su competitividad estratégica en astronomía debido a que no somos capaces de controlar la contaminación lumínica y el brillo del cielo. Ese es el problema de fondo para la astronomía. Lugares donde se están haciendo proyectos multimillonarios, como el Vera Rubin Observatory (en el Cerro Pachón), tienen una amenaza real. No es que en el futuro será un problema, sino que ya es un problema. El riesgo es real. Una vez que tenemos contaminación lumínica, y no se controla, empieza a aumentar cada vez más rápido, en forma exponencial, y se vuelve incontrolable. A veces uno dice “que exageración, si hay muy poca contaminación lumínica”. Y es cierto; un observatorio como Las Campanas tiene una contaminación lumínica muy baja, pero la carretera que mencionaba aumentó la contaminación lumínica al doble. Es como si estuvieras en un parque nacional y encontraras un paquete de papas fritas en un sendero. Que alguien bote basura en un parque nacional probablemente no va a hacer que se mueran los huemules, ni que se mueran los árboles. Pero se trata del concepto: si tu tienes un lugar que tiene un valor científico, patrimonial, estético, cultural, tan alto, como es el valor del cielo nocturno de Atacama, que es único en el planeta, es necesario ser muy cuidadoso con ese lugar y tener los mejores estándares para protegerlo.


"El principal objetivo: crear consciencia"


-En este sentido, un aspecto es la regulación (normas y leyes que se pueden aprobar, implementar, etcétera), pero ¿qué rol le das tú a la conciencia ciudadana en contaminación lumínica? Creo que nos hemos hecho conscientes de otras contaminaciones, como el material particulado, o la responsabilidad de reciclar, pero no con la contaminación lumínica.
-Es que es un tema que no está instalado. Y creo que el principal objetivo en los próximos 5 o 10 años en Chile debería ser crear esa consciencia. Yo diría que el Estado de Chile tiene muy buena disposición y entiende la importancia de la contaminación lumínica. En términos regulatorios, siempre ha apoyado el tema. El nivel de recursos que le requiere al Estado montar un grupo de expertos y redactar una norma no es tan alto, pero el nivel de recursos que le implica fiscalizar efectivamente una norma ambiental sí lo es.
Pero ha habido avances. Este año, por ejemplo, vimos las primeras sanciones. Nunca había habido un proceso sancionatorio ambiental por no cumplimiento de esta norma y este año se aplicaron sanciones en unos supermercados en La Serena y Calama, a una oficinas mineras en Antofagasta, a unas canchas de Baby Fútbol en La Serena, entre otros. Entonces, sí: ha habido esfuerzos. Pero el nivel de recursos para fiscalizar es muy alto comparado con las prioridades que tiene la autoridad ambiental en relación con mineras, relaves, las “áreas de sacrificio”, el smog, que son temas muy graves, con mayor prioridad.
Por lo tanto, la única forma en que la contaminación lumínica se va a volver una prioridad para la autoridad y, por lo tanto, se le van a inyectar la cantidad de recursos que se necesita para fiscalizar bien es a través de apoyo ciudadano; que a la gente le importe. Es tal como cuando un turista incendia la mitad del Parque Nacional Torres del Paine o un turista hace un grafiti en un Moai, nos indignamos, todos: los ministros, alcaldes, la ciudadanía, hablamos del tema, lo encontramos totalmente reprochable. Tal como nos indignamos porque esas acciones destruyen nuestro patrimonio, tenemos que instaurar que el cielo nocturno de Atacama es parte del patrimonio natural del país. Y es un patrimonio único, donde toda la humanidad viene a estudiar el universo, con importancia científica enorme. Tenemos que instalar ese valor del cielo como parte de nuestra imagen, de nuestra identidad, que nos importe.

-A eso se le añade otro problema y es que, históricamente, la luz significaba progreso, significaba civilización, y ahora significa seguridad. ¿Hay allí una trampa con la contaminación lumínica que hay que desactivar?
-Si, y es una trampa muy difícil de desarmar. Hay mucha literatura sobre eso. El “slogan” es que más luz es más seguridad, tanto en términos de delincuencia como de seguridad vial. Y eso no es así. Científicamente no es así. Hay correlaciones, pero eso no es lo mismo que causalidad. A lo que me refiero es que lugares con mala infraestructura de iluminación, oscuros, especialmente en países del tercer mundo, tienen altas tasas de criminalidad, pero no es por la luz, es porque no hay plata, no hay trabajo, no hay educación, hay mucha vulnerabilidad, y eso se correlaciona con la iluminación. Es como si alguien dijera que las ventanas de termopanel disminuyen la delincuencia, porque en los barrios donde las casas tienen ventanas de termopanel hay menos delincuentes que en los barrios en que no. No se sostiene. Con la iluminación pasa lo mismo, pero es más difícil de desactivar porque, biológicamente, el ser humano le tiene miedo a la oscuridad, es un animal diurno; ese miedo es innato, porque en la oscuridad salen depredadores que te pueden comer.

En el mapa del brillo del cielo, si uno se fija, Antofagasta y La Escondida emiten luz que da un brillo del cielo similar

-Exacto, es un comportamiento atávico, y tendemos a querer más iluminación para sentirnos más seguros. Pero ¿es una sensación de falsa seguridad, en que la iluminación es una solución rápida, fácil?
-Sí, porque la iluminación se nota mucho. Si una autoridad dice “voy a iluminar”, se ve distinto, se nota que alguien hizo algo, con un costo no muy alto. Es mucho más difícil decir “voy a crear empleo digno y decente y bien pagado” y hacerlo en un par de meses, pero sí puedes poner un foco en un par de meses.

Vamos tarde, pero se hace algo positivo-Crees que esa conciencia ciudadana de la que hablamos es relevante, más por la relación con la luz que por acciones individuales?
-Creo que hay tres puntos focales clave: la conciencia ciudadana, la amenaza a la competitividad del país en astronomía, y el iluminar bien, que es más barato, es mejor, es más amigable con el ecosistema, e incluso es más bonito. Si vas a iluminar un edificio histórico, es mejor iluminarlo bien, y no como si fuera una cárcel con un foco frente a él. A nadie le gusta tener una cena romántica a la luz de tubos fluorescentes, sino a la luz de las velas, que es una luz amarilla y no invasiva. La idea de la iluminación sustentable es bien simple: que la luz apunte hacia abajo, que la cantidad sea la suficiente para la actividad asociada, y que el color sea cálido.

-Esta “buena iluminación” de las ciudades, con esos tres factores que mencionas ¿ya se ven en distintas partes del mundo?-Sí, si piensas en ciudades europeas, la mayoría tienen esta iluminación moderada y amarillosa. La comunidad europea tiene esas regulaciones ya instaladas. Nosotros vamos tarde, recién estamos revisando las regulaciones. Pero se está haciendo algo muy positivo: los límites actuales que tienen Coquimbo, Atacama y Antofagasta se van a extender a todo el país, entendiendo que la contaminación lumínica importa más allá de la astronomía. Además, se definieron las zonas de interés para la observación astronómica, que las declara el Ministerio de Ciencias, y en la ley ambiental se agregó la luminosidad artificial como parte de los contaminantes. A estas zonas se les dio la misma categoría de glaciares y humedales. Eso significa que, en estas zonas, un proyecto debe ser sometido a la evaluación de impacto ambiental: debe hacer un estudio de impacto ambiental y ya no solo la declaratoria. Hace unas semanas salió el nombramiento del comité asesor para definir los criterios y parámetros bajo los cuales se van a decretar esas zonas de interés. Y a estas zonas se les va a dar una protección extra al resto del país.En términos regulatorios en Chile se esta avanzando muy bien. El problema es una cosa es escribir la ley o la regulación y otra muy distinto es que pase algo con esa ley. Para que pase algo, a la gente le tiene que importar, si no, no va a pasar nada.


-Además, me parece que se cree que ese deseo de iluminación es insignificante para la contaminación lumínica y por ende para la actividad astronómica. Pero ¿la iluminación debe estar muy cerca de un observatorio para que ese brillo del cielo afecte la actividad astronómica?
-Una ciudad grande puede aumentar el brillo del cielo de manera significativa varios cientos de kilómetros. Lo mismo sucede con las faenas mineras, que son un gran tema. En el mapa del brillo del cielo, si uno se fija, Antofagasta y La Escondida emiten luz que da un brillo del cielo similar. Y es un ejemplo entre muchos. El desierto es un lugar poco poblado, el grueso de contaminación lumínica rurales (fuera de las pocas ciudades grandes que hay) son mineras.

-Y si pensamos en abordar el tema de la contaminación lumínica, la respuesta difícilmente es volver a la oscuridad, ¿cierto?
-Aquí hay un tema clave: combatir la contaminación lumínica no se trata de no iluminar sino de iluminar bien. Se trata de tener ciudades o faenas mineras bien iluminadas. No se trata de no poder jugar fútbol de noche o de no poder hacer minería o de no poder caminar por la calle de noche, sino de usar tecnología que tenemos, que es comercial, que no es más cara, para que los sistemas de iluminación estén bien diseñados. En general, no le damos importancia al diseño de la iluminación, sino que al final pensamos que a algo hay que ponerle luces. Hoy podemos instalar luminarias que apuntan a la dirección correcta, que sean de color cálido, que iluminen suficiente para la tarea que se está haciendo. Eso también es importante. Para manejar o para caminar no necesito el mismo nivel de luz que necesito para leer el diario. Hoy podemos salir a la calle por la noche y leer el diario. Y eso es absurdo. Se trata de pensar en la luz.
Con esto, me refiero a que tenemos que pensar en cómo nos afecta, porque el involucramiento ciudadano no es tanto el rol individual, como en reciclar, que yo tengo que llevar a cabo una acción para reciclar. En este caso, las fuentes principales de contaminación son el alumbrado público, recintos deportivos, faenas mineras, y la gente tiene poca injerencia en ello. Entonces, el involucramiento pasa más por cómo nos afecta. Tenemos vasta evidencia médica de los efectos para la salud humana, en que aumentan las posibilidades de distintos tipos de cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, desórdenes de salud mental, etcétera.
No nos dimos cuenta que, durante millones de años, el ser humano cesaba su actividad en cuanto la luz bajaba su intensidad y pasaba a tonos rojizos. El cuerpo está diseñado para detectar la intensidad y color de la luz con fotoreceptores que tenemos en la retina y dar señales metabólicas y empezar a producir melatonina, o al revés, bajarla y producir cortisol en la mañana. El ciclo de día y noche, fundamental para nuestra biología, está asociado a la luz y la contaminación lumínica lo distorsiona. Y eso la gente no lo sabe. Y nadie alega porque en la vereda pusieron luz led blanco-frío, de 5000 Kelvin, y ahora la calle parece la consulta del dentista. Pero nadie alega por eso porque no tenemos conciencia de cómo nos afecta.

-Entonces, hay un problema en cómo vincular la contaminación lumínica que nos afecta a todos, y que a la vez afecta el valor patrimonial del cielo.
-Está todo súper relacionado. Yo diría que los frentes son: la astronomía y el valor patrimonial del cielo, para la ciencia, pero también, por ejemplo, para la industria del astroturismo, o bien, para la cultura. Creo que la conexión con el cielo importa, poder estar en un lugar oscuro y mirar el cielo nocturno ha sido parte importante de la cultura humana desde siempre. Tiene un valor científico, patrimonial, cultural y, además, presenta un problema ambiental. Toda esa electricidad que se emite en direcciones que no se debe emitir o con intensidades innecesarias, hay que pagarla, hay que generarla y hay que transmitirla.
Por ejemplo, al ver esas luminarias redondas de la calle, esa esfera iluminada, es lo mismo que ver un grifo abierto. Lo que tenemos que lograr es que una persona al mirar una de esas luminarias se pregunte por qué esta luminaria está alumbrando de esa manera, y que eso está mal, tal como cuando ves un grifo abierto todo el día, y probablemente llamas a la municipalidad para notificarlo. El tema ambiental es muy importante e impacta en la flora y la fauna. La contaminación lumínica a nivel global está generando un desbalance en ecosistemas nocturnos que es grave. Por ejemplo, hoy se cree que la contaminación lumínica puede ser un factor muy importante en las extinciones masivas de insectos polinizadores nocturnos, que, a su vez, tienen una incidencia directa en el sector agrícola. Recién nos estamos dando cuenta de esto. Es una disrupción enorme del planeta. Tenemos todas esas fuentes de luz que no existían, hasta hace 120 años.

-Y 120 años, en términos históricos, es muy poco.
-Es muy poco para que sepamos realmente el impacto que tiene. Hace 120 años si viéramos una foto del planeta no habría habido ninguna luz. Y ahora tenemos el planeta casi entero iluminado. Vemos esas fotografías del planeta de noche, y no pensamos en el impacto negativo.
Reportaje
El mal ejemplo: El observatorio cercado por la luz En 1908, el observatorio de Mount Wilson, en Los Ángeles (California), ya se encontraba en funciones y por décadas, fue un lugar clave para la generación de conocimiento astronómico. Sin embargo, entre 1950 y 1960, su influencia cayó drásticamente.

El mal ejemplo: El observatorio cercado por la luz

En 1908, el observatorio de Mount Wilson, en Los Ángeles (California), ya se encontraba en funciones y por décadas, fue un lugar clave para la generación de conocimiento astronómico. Sin embargo, entre 1950 y 1960, su influencia cayó drásticamente.

Albert Einstein observando el espacio desde el observatorio de Moun Wilson, en California. Hacia 1960, entre otros factores por la contaminación lumínica, este recinto perdió toda importancia para la observación astronómica (Crédito de foto: Caltech Archives)



Por Bárbara Silva

A comienzos del siglo XX, el astrónomo Charles Hale hacía planes para construir un gran telescopio. A su juicio, los telescopios de 36 pulgadas del Observatorio Lick (más al norte en California) y el de 40 pulgadas del Observatorio de Yerkes (en Wisconsin), no eran suficientes para el estudio de estrellas que él planeaba, así como para su investigación sobre el sol.

Al conseguir fondos, Hale se embarcó en el plan de construir un nuevo observatorio. El lugar elegido fue Mount Wilson, a cuyos pies se encuentra Pasadena, California. En 1908, el observatorio de Mount Wilson ya se encontraba en funciones y su relevancia para la investigación astronómica mundial fue decisiva. Por décadas, fue un lugar clave para la generación de conocimiento astronómico.


En su trabajo sobre la contaminación lumínica, el astrónomo y presidente de Cielos de Chile, Guillermo Blanc estableció un paralelo entre Chile y el sur de California y fue a buscar la producción de artículos en una base de datos de toda la literatura científica de astronomía. A ello cruzó otra variable: el aumento del brillo del cielo en la zona de Los Ángeles.


Durante las primeras décadas del siglo XX, los artículos científicos en astronomía que mencionan a Mount Wilson aumentan sostenidamente. En la década de 1940, Mount Wilson era tan importante, que más de un cuarto de todas esas publicaciones referían a este lugar. Para Blanc, “en la primera mitad del siglo XX, Mount Wilson era como Chile: de donde salían las noticias, los descubrimientos. Charles Hale, Hubble, y tantos otros, estaban allí”.


La caída


Sin embargo, entre la década de 1950 y 1960, la relevancia científica de Mount Wilson cayó drásticamente. Esto se debió a que en 1948 se inauguró el gran telescopio de 200 pulgadas de Mount Palomar, unos 230 kilómetros al sur de Mount Wilson. “Es decir, en 20 años, este lugar prácticamente desapareció de la faz de la literatura científica en astronomía”, recalca Blanc.

Con esas tasas, en 10 años más, Tololo, por ejemplo, va a tener más contaminación lumínica de la que había en Mount Wilson cuando Hale decidió construir el siguiente telescopio lejos de allíGuillermo BlancPresidente Cielos de Chile

Al planear este nuevo telescopio, sabemos que Charles Hale comenzó la evaluación de sitios en la década de 1920. ¿Por qué buscar otro lugar, si él mismo había construido Mount Wilson? ¿Por qué desperdiciar todo el trabajo invertido en esa montaña y llevar el plan de un nuevo telescopio más lejos? La explicación es sencilla: el brillo del cielo. Justo en los años 20 fue el momento de la gran expansión de la luz eléctrica. Para Hale fue evidente: en el futuro cercano, el brillo del cielo no permitiría hacer investigación astronómica en California.

Este ejemplo es ilustrativo para entender la condición crítica de la contaminación lumínica en Chile. Guillermo Blanc explica que “si hacemos proyecciones según las tasas de aumento de la contaminación lumínica de los últimos 10 o 20 años, el panorama es preocupante. Con esas tasas, en 10 años más, Tololo, por ejemplo, va a tener más contaminación lumínica de la que había en Mount Wilson cuando Hale decidió construir el siguiente telescopio lejos de allí, y abandonar Mount Wilson, que al final había sido el proyecto de su vida, le había dedicado toda su carrera a este lugar”.


En la actualidad, la relevancia de la zona de Los Ángeles para la observación astronómica es ínfima. Hace cien años, la novedad de la luz eléctrica parecía revolucionar todos los espacios urbanos, y California no fue la excepción a ello. Hoy, la obsesión con incrementar la iluminación, muchas veces, de manera poco sustentable, amenaza con que el potencial astronómico de Chile quede en el olvido, como alguna vez sucedió con Mount Wilson.
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