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Santiago de Chile.   Vie 18-04-2025
11:13

Conversaciones

Javier Macaya, candidato a la UDI:

“El vino Macaya es muy popular; el fuerte es la garrafa”

Este sábado va por su segundo intento para liderar el partido que pretende renovar. “El deporte y una copa de vino son mi cable a tierra”, confiesa.
Constanza León

Javier Macaya y su candidatura a la presidencia de la UDI.

Javier Macaya conversa de jeans y polera, relajado, en la que era su oficina de abogado en Las Condes antes de entrar en el Congreso como diputado por el distrito 15, Región del Libertador Bernardo O’ Higgins, donde ya lleva tres períodos.

Con 42 años, aceptó el reto otra vez —tomó la posta de María José Hoffmann— y vuelve a la carrera por ser presidente de la UDI. Este sábado 12 se enfrenta a la lista que lidera Víctor Pérez junto a la actual timonel Jacqueline van Rysselberghe en la vicepresidencia.

Si hay algo que a Macaya lo apasiona es su tierra. Se crió en el pueblo de Placilla, en la comuna de Colchagua, donde vive su familia hasta hoy. Está casado hace 15 años con la abogada Constanza Farías y tiene cuatro hijos, de 6 a 14 años.

A diferencia de la mayoría de sus correligionarios, en la universidad nunca fue un líder político. “Yo era deportista, jugaba vóleibol, tenis, corría, boxeaba, hasta el día de hoy subo cerros. El deporte y una copa de vino de Colchagua son mi cable a tierra”.

Nunca quiso alojar en Valparaíso para poder estar cerca de sus hijos y “por lo menos llegar a Santiago al beso de buenas noches” y a dejarlos en el colegio por las mañanas. “Intento dedicarles los fines de semana, pero reconozco que el tiempo nunca es suficiente. Si no fuera por mi esposa, sería imposible hacer familia. Ella es el principal sostén”.
Es el segundo de cinco hermanos. “Viví en una casa de campo con mis padres hasta los 18 años. Mi llegada a la política fue accidental, después de una conversación con Andrés Chadwick. Saqué primera mayoría en la última elección y aquí estoy”.

Su bisabuelo fue el creador el vino Macaya en 1914. “Mi abuelo, mi padre y mis hermanos están vinculados al negocio del vino, que es muy bonito y muy difícil. Exige mucha paciencia”.

—Un vino “litreado”, como le decían...
—Con eso me molestan mis amigos, porque el vino Macaya es muy popular en la clase trabajadora. El vino más caro, don Eduardo, en honor a mi bisabuelo, vale 7 lucas. El fuerte es la garrafa. Yo debo confesar que fue parte demasiado relevante en mi primera campaña. Mi carta de presentación era llegar con mi botellita de vino para conversar en las juntas de vecinos. Es un muy buen vino, la segunda viña más antigua del Valle de Colchagua. Hay una épica importante en torno al vínculo con la tierra. Mi slogan era “el diputado de nuestra tierra”. Genera un vínculo con las personas. Yo me crié siempre muy cercano a los trabajadores. Tuve la suerte de estudiar en los maristas de San Fernando, donde la integración social hasta hoy es parte de cómo uno se vincula.
—Hasta que llegó a derecho en la UC, donde la pregunta habitual tiene que haber sido “¿de qué colegio vienes?”
—No podía creerlo. Me costó entender esa lógica. El Chile de regiones es más conectado con el mundo real. Yo trabajaba en el packing desde los 12 años y mis amigos eran los trabajadores. Me enseñaron muchísimo. Nos teníamos que ganar las vacaciones: en enero se trabajaba y en febrero salíamos. Mi abuelo no era una persona de mucha fortuna, porque repartía y trataba muy bien a su gente. Era súper querido en el pueblo y se murió feliz por eso. Mi idea es en algún momento volver a vivir a Placilla, porque mi mundo está allá.
—¿Ese círculo de amigos sigue siendo hasta hoy el suyo?
—¡Claro! Entre mis amigos hay desde alguno que ha terminado privado de libertad, hasta médicos, chefs y actores famosos, una diversidad muy rica. Tengo muchos amigos de izquierda. Muchos no se explican que yo sea diputado UDI. Pero para mí es sentido común, porque hay ideas en el partido que me parecen importantes para Chile, saliéndose de la caricatura que se trata de instalar por ser de la UDI.

—Leí un perfil suyo donde decía que en la U era bien fiestero y bien pololo.
—Sí, lo pasaba bien. La política universitaria no me atraía mucho. Evidentemente, yo era de los colegios menos pitucos de la facultad. Coincidía con Sichel, garrafa por medio, en los recreos. Erámos más outsider, a pesar de que estudiar derecho en la Católica de por sí te hace un privilegiado. No quiero hacer una caricatura de algo que no soy, pero los que nos criamos en provincia tenemos menos murallas a la hora de relacionarnos. He procurado que mis niños no pierdan el sentido de la realidad. A veces entran a redes sociales y ven los insultos y la agresividad. Es un costo injusto para los hijos de políticos. Por lo mismo, no lo veo como un camino para toda la vida.

“En la UDI hay bandos y eso hay que erradicarlo”

Por ahora, está de lleno enfocado en ganar la UDI: “Hace dos años estuvimos cerca de ganar y creemos en ese camino avanzado, asumí una solicitud colectiva que me hicieron de postular a presidente ? nuevamente pensando más en el 13, en el día después de la elección. Tanto el liderazgo de Víctor como el mío, garantizan que el partido pueda salir pueda salir fortalecido y unido”, señala Macaya. “Hay bandos en la UDI y eso antes no ocurría. Es importante erradicarlo”.

—¿Es ud., como dicen, un candidato más convocante que la diputada Hoffmann?
—Yo ya había sido candidato, ahí hay una medición concreta y estuvimos muy cerca. El cambio que hicimos fue pensando no tener una campaña tan polarizada. La lista con que competimos cambió su candidato y decidimos dar señales de unidad hacia adelante. Yo no tenía en mis planes ser presidente de la UDI, en estos tiempos no es el Best Place To Work (risas). Ser presidente de partido no lo es.

—Post estallido social y en plena pandemia.
—Con lo polarizada que está la sociedad ante la clase política. Si es por comodidad, me quedo en O’Higgins esperando la próxima campaña para ser senador. Pero creo que tengo más posibilidades de influir en un momento difícil para Chile desde la presidencia de la UDI. Si no tengo que ser senador y tengo que ser constituyente, lo voy a hacer. Y si no tengo que ser candidato a nada, también.

—Víctor Pérez decía que no hay mucha diferencia entre ustedes, de fondo al menos. Usted marca el punto distintivo en cuanto a la necesidad de recambio.
—Con Víctor Pérez votamos de manera similar en un 99% de las cosas, pero nuestra lista no es de continuidad. No podemos tener resultados distintos con las mismas personas y haciendo lo mismo. La UDI tiene que proyectarse hacia el futuro pensando en cómo se hace política en el siglo XXI. Con un Chile distinto, porque no es un cliché, nos tenemos que hacer preguntas distintas. La UDI va a seguir defendiendo a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, pero la familia ha cambiado. Hoy la familia está en modo COVID y teletrabajo. Los desafíos son distintos. ¿Por qué va a ser patrimonio de la izquierda el mundo de la cultura, el medioambiente, los derechos humanos y otros que tiene que abordar la UDI?

Lo notable que tenía la UDI en sus orígenes es que quienes querían influir en lo público lo hacían desde el partido. Hernán Büchi y todos aquellos que aportaban en temas de políticas públicas, buscaban a la UDI como referente. La UDI se ha convertido en justo lo que trató de evitar Jaime Guzmán: en un partido que está disputando poder político tradicional, cuántos ministros, seremis o cupos tenemos más que los otros partidos. Si el Ministro del Interior tiene que ser UDI, RN o Evópoli son discusiones que en código del siglo XXI no empatizan con las expectativas de la gente. Los proyectos políticos que no se renuevan se convierten en irrelevantes.
—Ud dijo en La Tercera que no puede ser que sigan peleando por ese 22% del rechazo, otra vez el enfoque en esas tres comunas donde no está el país.
—Guzmán no fundó a la UDI como un partido de derecha tradicional. No estoy acá para hacer política de nicho. No podemos pelear por ese 22%, sino tener vocación de mayoría. Que nuestras ideas estén puestas sobre todo en el debate constitucional en que estamos inmersos.

—En 2014, The Clinic anunciaba que Ud. venía a “chasconear la UDI”, por sus ideas disruptivas. Sin embargo, llevó el estandarte del rechazo. ¿Hizo un giro conservador?
—El rechazo fue una campaña en la que yo, intelectualmente, me sentí cómodo. En términos de identidad y contenidos, no de épica, la campaña del rechazo fue correcta. Faltó la empatía emocional, el relato de un Chile que nos mandó una señal tremenda con el 80%. Lo que hicimos con el rechazo fue una campaña racional, no emocional. Está la idea de que la Constitución va a solucionar problemas innumerables y no es así. Pero hay que leer el sentimiento de optimismo de una nueva constitución y trabajar para ser protagonistas de la constituyente.

—Les faltó sopesar la épica que significaba el acabar con una constitución vinculada a la dictadura...
—Es que es más profundo que el detalle técnico y racional de lo importante que fue la Constitución vigente. Nos faltó sintonizar con la épica y el optimismo de los que estaban por el apruebo, en el sentido de la reconciliación con el tema constitucional y un futuro mejor.

—¿Cuál es su presidenciable? Tienen dos muy potentes, al menos.
—No podemos descartar a Evelyn (Matthei) ni a Joaquín (Lavín), ni siquiera a Sebastián Sichel, que es un gran aporte y le da frescura a la posibilidad de seguir siendo proyecto político de gobierno. Es muy notable que dado lo difícil que han sido estos últimos 15 meses para el gobierno que nuestros candidatos tengan esta proyección. Habla de que estamos en un muy buen pie.

“A pesar de sus piñericosas, me quedo con su patriotismo”

“Me siento con mayor libertad y sin mochila. Hay personas que creen que la violencia es un método legítimo para obtener determinados fines, hay un cuestionamiento de la democracia liberal en el mundo. Pero en momentos difíciles, hay que dar un paso adelante”, sostiene. “Leía en la Cadem que Chile Vamos sigue siendo la opción política mejor evaluada. Todavía queda un germen de unidad. Es lo que hay que reconstruir”.

—A Ud. le jugó una mala pasada el micrófono abierto en plena sesión cuando lanzó, muy coloquialmente, que el recién asumido General Ricardo Yáñez era “zurdo”.
—Fui víctima del micrófono abierto, lo dije como si estuviera tomando un vino en el living de mi casa. Cualquiera puede lanzar un garabato si no sabe que está siendo grabado. La verdad es que hablé como el vecino contándole al de la casa del lado el cahuín que había escuchado (risas) y reconozco el impasse, pero no soy pacato y mentiría si digo que no tiro garabatos en privado. Fue replicado con mala fe por el diputado Brito, del Frente Amplio. Después de eso llamé al General Yáñez y le transmití mis excusas. Tengo una admiración por Carabineros inmensa y un trabajo de apoyo de años a la institución. Él me respondió muy bien, estudiamos en el mismo colegio, él fue prefecto de Colchagua, pero no nos conocemos mayormente. Tenemos un café pendiente.
—Ud que está en la Comisión de Salud, ¿qué le parece el manejo de la pandemia que ha tenido el gobierno?
—El gobierno pensó que Chile respondería mejor al comienzo y terminamos pagando la soberbia inicial, unido a una oposición que no perdona una. Chile está más preparado que antes, pero hay un optimismo exacerbado ante la vacuna que se piensa que ya llegó. Como dijo el Presidente, la mejor vacuna todavía es la mascarilla y el lavado de manos.

—Aun cuando el mismo Presidente haya tenido que autodenunciarse por estar en la playa sin mascarilla.
—Uno se cuestiona este trabajo justamente por esos costos que tiene y la pérdida de la privacidad y sobreexposición. Uno es un ser humano como cualquier otro propenso a cometer errores, en que pedir disculpas y seguir tiene que ser la regla, pero a veces los políticos piensan que es casi una claudicación. Al Presidente se le exige un cuidado distinto y lo ha tenido, pero dada su personalidad suceden estas cosas. Es impulsivo nuestro Presidente, sin embargo, valoro su sentido patriótico y la renuncia a su comodidad y tranquilidad personal cuando aceptó ser candidato la segunda vez. A pesar de sus piñericosas, me quedo con su patriotismo.

—¿Es cierto que usted era “el regalón de la Moneda”, como decían? Por su cercanía con Andrés Chadwick y con Cristián Larroulet, primo de su madre.
—No creo (sonríe). Tengo una relación de años con Chadwick, porque era profesor mío. Tengo mucha amistad con ambos, pero he tenido diferencias políticas con ambos también. Incluso la confianza de que ser amigo de figuras políticas destacadas iba a servir, pudo haber influido en perder la elección anterior, porque lo que importa hoy en la interna UDI son las bases, no las figuras. Por eso hemos recorrido Chile y nos ha ido bien.

—¿Y qué tanto hay de real en torno al mito de que es Larroulet el que manda en La Moneda?
—Pensar que él es quien manda es no conocer al Presidente Piñera. Y no conocer la personalidad republicana de Cristián Larroulet. Él es un gran asesor, al que Presidente escucha mucho, pero no siempre. Trabaja de lunes a domingo, 15 horas diarias, lo que tiene un costo familiar muy importante. Yo tengo una admiración profunda por el trabajo que ha hecho estos tres años, con todas las dificultades.