Conversaciones
Gonzalo Sánchez, abogado y artista
"Me crié con una madre depresiva"
“A veces pienso que no tuve adolescencia. Debía hacerme cargo y estar pendiente de muchas cosas, aunque tengo buenos recuerdos, no lo veo como un drama”, cuenta el abogado y artista, hoy enfocado a la Inteligencia Artificial.
Lenka Carvallo
“Ni vaso a medias o vacío, a mi me gusta llenarlo y que sea con champaña”, declara Gonzalo Sánchez en su departamento de Vitacura, con sus obras luminosas reflectando ante un espejo que abarca por completo la pared. En el otro extremo del sillón, y tomando la distancia social correspondiente, el abogado y destacado artista –que firma bajo el nombre de Pikti– da cuenta de su historia, de la que rara vez habla y que sirve para comprender el origen de su carácter multidisciplinario.
“Soy una persona que se maneja bien en mi rol solitario”, dice a propósito de los días de confinamiento. “Leí mucho y las reuniones y clases con mis alumnos las hice por zoom (es profesor de la UAI). No soy deportista, creo que el deporte es letal y se lo digo a todos mis amigos. Tengo una abuela que va a cumplir 100 años y nunca hizo nada. Todos mis amigos que juegan tennis están operados de los meniscos, con problemas en los tendones. Nunca he subido el Manquehue ni ninguna de esas cosas extrañas”.
Gonzalo Sánchez Serrano se crió en el campo, en Pichidegua, donde hoy se encuentra la Viña La Torina que partió como una afición con sus hermanos, hoy premiada con la Gran Medalla de Oro para su Cabernet Sauvignon en el prestigiado Catad’Or Wine Awards.
Hijo de un padre abogado, Sánchez cuenta que partió a vivir a Israel en un kibutz para estudiar in situ la posibilidad de instalar el cooperativismo en Chile. “Fue presidente de la Juventud Liberal y le interesa mucho la político. Un referente para mí. Y mi mamá era una mujer muy bonita, genial, tenía unos ojos azules preciosos; le gustaba mucho andar a caballo. Era una enamorada del arte y tenía un gran don de gentes; decía que cada persona es un libro y tienes que detenerte genuinamente en conocer su historia”.
Aunque tras una pausa, confiesa:
“Pero también convivió con un cuadro depresivo muy profundo; en sus momentos buenos era encantadora, como también podía pasar muchos meses en una pieza oscura, sin levantarse”.
Por eso, afirma que desde muy joven se interesó en la siquiatría, una disciplina que estudia constantemente. “La libertad humana para mí es un enigma, hasta qué punto somos conscientes de lo que le hacemos a los otros; hay historias de abandono, familias disfuncionales… En la mía tuvimos casos psiquiátricos graves, y como soy curioso e inquieto, a los 12 años dije esto lo voy a entender. Estudiar me ayudó a padecer menos”.
—¿Cómo fue ese proceso?
—Mi mamá tuvo acceso a los mejores siquiatras de Chile; con mis hermanos los entrevistábamos para tener más información. Leímos mucho y nos intercambiamos los textos. Aprendes que las depresiones tienen un componente químico, que cuando mi mamá estaba en una mala fase no era necesariamente ella misma. Eso bajó nuestra ansiedad. Luego con el avance farmacológico ella se fue recuperando cada vez más. Hace unos años le dio Parkinson y murió bastante feliz, tenía un gran sentido del humor.
—¿Cómo lidiaba su padre con esta situación?
—Estar casado con una persona con una depresión profunda es un tema. Pero él es de un humor ácido y eso lo salvó. Con mi madre fue un hombre tremendamente paciente; tiene que haber existido un amor muy profundo.
—¿Cómo lo marcó esa historia?
—Guardo buenos recuerdos, no lo veo como un drama. Está bueno que te pasen cosas difíciles o complicadas porque es ahí donde uno se conoce y saca recursos que creías que no tenías. La peor suerte que puede correr una persona es que se le dé todo en bandeja y no tenga ningún desafío.
Sobre la mesa el café se enfría. Sánchez reconoce:
“A veces pienso que no tuve adolescencia. En todo ese tiempo tuve que comportarme como un adulto; debía hacerme cargo de una persona y estar pendiente de muchas cosas, pero no lo lamento. Yo era súper adulto y lo siento como una riqueza que me permitió una gran empatía con los seres humanos. Así también partió mi interés por la filosofía, entender cómo ha ido evolucionando la civilización. Y tengo un espíritu cristiano”.
Pacto de silencio
La familia de Gonzalo Sánchez atravesó otros momentos duros, como los problemas laborales del padre y la expropiación de tierras a comienzos de los ‘70 con la Unidad Popular. “En Chile había un muy mal ambiente. A mi papá le ofrecieron ser funcionario del BID y nos fuimos a Quito donde vivimos 5 años”.
Sánchez es el mayor de tres hermanos (Juan Enrique, dedicado a la tecnología, y María José, periodista). “Soy el primogénito, el primer nieto por todos lados y hago valer mi lugar siempre (ríe)”.
—¿Su padre todavía vive?
—Cumplió 85 años y su vitalidad es impresionante. Se ve de 70 y declara tener 65. Siempre anda bien vestido, muy elegante y hace deporte. Hoy está dedicado a la agricultura y a disfrutar la vida con su polola, que es encantadora.
—¿Muy de derecha su padre?
—Sí, mucho, sobre todo antes, aunque ha evolucionado… Yo me declaro del sentido común. Algo que ni la derecha o la izquierda extrema tienen. Se trata de querer el bien para todos siendo realistas sobre cómo funciona el mundo.
—Lo podrían tildar de amarillo…
—No estoy ni a la izquierda ni a la derecha sino más arriba. Quién no quiere que haya dignidad para todos. Pero no se puede repartir si no fomentas el conocimiento y la innovación. Si no, ¿qué vamos a repartir?, ¿miseria? A mis amigos de derecha les digo que debieran levantar más las banderas de la empatía, que es el gran problema de Chile, sobre todo de la elite que vive en burbujas y no es capaz de ver el dolor del otro. Y también tengo amigos de izquierda que no entienden cómo funcionan los fenómenos económicos y simplemente sienten que el empresario es un hombre malvado que no quiere repartir.
Gonzalo Sánchez es reconocido por sus redes transversales que abarcan las más variadas esferas. En su casa suele congregar a destacadas figuras para conversar sobre infinitos temas. “Mi mayor placer es sentarme en una mesa con buena comida y poner a gente inteligente —ojalá que piensen distinto— y que se arme el big bang dialéctico y retórico mientras yo estoy sentado, aprendiendo”.
—Sé que hace años integra un grupo con conocidos periodistas, economistas, intelectuales vinculados al mundo del poder, con lo que se junta regularmente. Tienen un pacto de silencio de no divulgar lo que ahí hablan...
—Es secreto, efectivamente… A ellos no les gusta mucho que se nombre (el grupo) o que diga quiénes son…. Pero más allá de eso (dice cambiando el tema) mi política es siempre estar conversando con gente que me parece un aporte.
El futuro: los algoritmos
Abogado de la Universidad de Chile, especialista en propiedad intelectual, con un posgrado en comunicación estratégica y business en la Universidad de California, en Berkeley. Juez árbitro y corredactor del reglamento Nic Chile. Dentro de este ser formal también convive Pikti, un reconocido artista experimental.“Mi padre se preocupó de transmitirnos ese interés de muchas formas, incluyendo la oportunidad de que conociéramos personalmente a Roberto Matta en París, a Guayasamín y otros, de manera que el interés por el tema estuvo desde chico”, comenta.
En el colegio (Tabancura) fue alumno de la artista plástica Virginia Huneeus, con quien desarrolló sus primeras instalaciones cuando el término apenas se conocía.
“Son facetas que se potencian, sobre todo en el Chile de hoy, donde es necesario tener una mirada innovadora y creativa para agregar valor, desarrollarnos y satisfacer las necesidades sociales urgentes. El lado artístico creativo es muy pertinente en ese sentido y mi pasión por las nuevas tecnologías va de la mano con la innovación que se expresa también en mis obras de arte, donde uso leds, microchips etc. Ambos se retroalimentan. Siempre digo: soy mejor abogado porque soy artista y me da creatividad, y soy mejor artista porque me estructura y me da disciplina”.
Reconocido por su trabajo, Pikti obtuvo un premio de la Bienal de Arte Contemporáneo de Buenos Aires y hoy sus obras se encuentran en la embajada de Chile en París, en el Teatro Las Condes y ha expuesto en Miami, París y Los Angeles. “Pero todo eso requiere planificación, método, algo que no siempre tienen los artistas. El puro talento no basta”. Fue Alejandra Chellew, socia de la Galería La Sala, quien lo descubrió. “Una vez la convidé a mi casa a comer. Nadie sabía de mi lado artístico y cuando fue al baño se confundió y entró a mi taller; una pieza oscura, llena de luces, sensores. Salió impactada y le interesó de tal forma que me ofreció una exposición individual”. Desde ahí se abrió camino y no paró más.
—Usted fue socio por 23 años del estudio Silva y Cía, ¿renunció para seguir su pasión artística?
—Sentía que mi mirada respecto de los temas de propiedad intelectual iban en otra dirección, enfocada en los desafíos del futuro mientras que ellos tenían una postura más conservadora. Lo natural fue irme.
Ahí partió un año sabático que le cambió la vida. “Fui a Escandinavia y quedé deslumbrado. También estuve en Estonia, que con sólo un millón de habitantes es un país hiper digitalizado. Fui a colegios, universidades, talleres de investigación científica. Ahí entré por primera vez en la Inteligencia Artificial; se me iluminó la ampolleta de que todo el futuro será en base de estos algoritmos que aprenden y toman decisiones. Aquí la faceta de abogado es clave; los nuevos escenarios globalizados y digitalizados de la inteligencia artificial, se plantean desafíos éticos y legales que deberán ser regulados, como la privacidad y seguridad de los datos, que son el oro actual.
A su regreso a Chile, el abogado conoció a Eugenio Ruette (Ingeniero en estadística, especialista en muestreo, inteligencia artificial y modelamiento predictivo.), con quien se asoció para crear Statknows, que hoy presta servicios basados en ciencia estadística, inteligencia artificial aplicada y otros recursos avanzados.
“Lo bonito de Statknows es que es inteligencia artificial aplicada, para impactar. Por ejemplo, hicimos un estudio sobre ciber bullying con la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo y la Fundación Katy Summer donde a través de algoritmos pudimos detectar a los jóvenes que estaban siendo víctimas de acoso. Aprendimos que el 98% de los niños que lo sufren no hablan con sus padres ni con los profesores porque les da susto, vergüenza. Fue maravilloso porque ahora tenemos protocolos de prevención que desarrolla la fundación”.
—Aunque para mucha gente la IA representa una amenaza...
—Hago un master en la UAI (es profesor del magister en derecho de los negocios) y aquí la principal pregunta es si las máquinas van a superar al hombre. Se cree que en el 2050 podrán emular la inteligencia del hombre, pero no me lo creo; la tecnología está al servicio del hombre y no al revés. Y por más que las máquinas emulen emociones, jamás podrán emocionarse genuinamente. El ser humano es lo suficientemente astuto para tomar las medidas legales tecnológicas y de buenas prácticas para que la tecnología no lo dañe.
—Pero sí es un hecho que asumirá muchas de las funciones que hacen los humanos. Ya lo está haciendo...
— Efectivamente se van a perder muchos empleos y habrá una transición muy dura. Pero desde un lado positivo se crearán nuevas profesiones. Además, todo lo que tenga que ver con creatividad o interacción humana no podrá ser reemplazado y adquirirá mayor valor. Y la llevarán las mujeres porque son las que tienen mayores cualidades en un mundo que va a requerir colaboración, diálogo, inclusión, llegar a soluciones de manera menos agresiva. Por eso estoy en muchas organizaciones que empujan la visibilización de las mujeres. Son las cualidades femeninas las que harán que este mundo navegue.