Conversaciones
Joaquín Fermandois, historiador
“En Chile, siempre ha sido una dificultad mayúscula ser de derecha”
El presidente de la Academia Chilena de la Historia dice que el oficialismo está ante un dilema: “cómo decir que la oposición ofrece pan para hoy y hambre para mañana”.
Martín Romero
Para Joaquín Fermandois es importante que el Gobierno y Chile Vamos puedan, primero, superar la pandemia; luego tratar de mejorar los índices económicos y, finalmente, ordenar en algo el ambiente interno del oficialismo, marcado en las últimas semanas por más de un enfrentamiento público. Sin embargo, para el historiador, más crucial aún es la elaboración de un proyecto político que, al menos, le haga recuperar a la derecha su votación histórica entorno al 40%.
Lo que está en juego para este académico de la U. San Sebastián y de la UC y presidente de la Academia Chilena de la Historia, es la propia estabilidad del sistema político chileno: “Sin la derecha no funciona la democracia”, dice. Por cierto, no se trata de una exageración. Quienes han estado atentos a sus columnas de opinión semanales (en «El Mercurio») y a su extensa obra, han reparado en la importancia que le entrega a las elecciones parlamentarias de marzo de 1965, donde la derecha apenas sacó el 12% de los votos. Para él, esa pérdida de equilibrio entre las fuerzas políticas fue el primer capítulo del desfonde de 1973. Parte de esa historia es la que revisó en su último libro «La democracia en Chile. Trayectoria de Sísifo» (CEP-UC), que será presentado el próximo 15 de diciembre.
—Hoy hay pugnas al interior de Chile Vamos; entre los partidos y algunos ministros y el Gobierno tampoco tiene una estrategia muy clara. En ese contexto, ¿qué tan grave es la crisis que vive hoy la derecha, es mera coyuntura o hay algo más de fondo?
—Es parte de la crisis de los partidos en casi todas las democracias. La derecha al comienzo la resistió mejor que la centro-izquierda e izquierdas. Hasta ahora. La crisis por el estallido; más la pandemia; más el cerco institucional al que se sometió al Gobierno, una venganza casi inconsciente por la UP, ha llevado a la derecha y al Gobierno a una parálisis explicable. Ni el inmovilismo, ni sumarse al delirio pueden ser las respuestas. Se halla ante un dilema clásico de las derechas en la política moderna: cómo decir que la oposición ofrece pan para hoy y hambre para mañana.
—Se lo pregunto porque usted, a finales de 2015 en una entrevista a «La Segunda», dijo que “la derecha está muy destruida, muy afectada. En estos momentos no presenta un perfil ni un propósito político”.¿Al parecer la crisis no es de ahora solamente?
—Ha sido siempre una dificultad mayúscula ser de derecha, en todas partes, pero más en Chile, a pesar de ser quizás el único país latinoamericano con una derecha autoconsciente, con existencia continuada a lo largo de gran parte de la historia republicana.
—En este escenario, ¿qué se puede esperar del último año de Gobierno?
—Primero, sobrevivir al timón del país. Segundo, superar la pandemia, si ello pasa en el mundo, recuperando la economía. Tercero, encontrar un equipo político que le hable al país en su conjunto y a las diversas derechas. Reconozco que es un poco la cuadratura del círculo. Teniendo en cuanta la historia política de Chile en el siglo XX y XXI, el objetivo estratégico de la derecha debiera ser crear las condiciones de un equilibrio de poder en el cuerpo político, cosa casi más importante que acceder al Gobierno. Un grupo que no aspira a ocupar el puesto dirigente pierde algo de su fuerza y sex appeal.
—Hace unos días, y a propósito de la votación por el retiro del 10% previsional, Daniel Mansuy señaló que el Presidente Piñera se quedó sin herramientas para hacer valer su posición institucional. ¿Está de acuerdo con eso?
—Desde el estallido el Gobierno perdió su estrategia, primero la política, que en todo caso carecía de densidad; y muy luego la económica. Su estrategia, no hay nada que objetar, fue la supervivencia. Dada las circunstancias, no lo ha hecho mal, pero sólo en la tarea de defender trinchera a trinchera. Necesita sacar a la luz algo más para colaborar a que su sector continúe siendo un polo de poder.
—Genaro Arriagada hace poco, en una columna, hacía el paralelo entre Allende y Piñera en su relación de minoría frente al parlamento.
—Ya lo insinúo cuando digo que lo que pasa hoy es una venganza inconsciente por la UP, yo lo siento así. El psicoanálisis colectivo tendría un campo delicioso para sacar una teoría sobre esto. En las típicas situaciones de polarización pasa esto: “¿qué arma tenemos?” Pues cualquiera que sea institucional pero que sea usada contra el espíritu de la Constitución.
—¿Qué le parece la reacción de Piñera? Dijo que había un grupo de parlamentarios que están pretendiendo escribir una Constitución paralela sin derogar la actual. ¿No es reconocer que su propia posición es frágil?
—El Gobierno tiene que hacer algo. Es bueno dar alguna pelea ofreciendo salidas razonables. El Gobierno tiene que actuar bajo la actual Constitución mientras la otra no haya sido promulgada y eso recién será a principios del Gobierno siguiente, eso tiene que ser algo firme. Si no, que la mayoría del parlamento nombre al gabinete.
—Desde una perspectiva histórica y ante este parlamentarismo de facto, ¿sigue siendo viable el sistema presidencial tal y como lo conocemos?
—Eso es parte de las supercherías que hay en estos momentos. Veamos lo de Perú, un país semiparlamentario. ¿Y qué se saca? Yo creo en la tradición en esto, un país se acostumbra a una determinada manera. En nuestro sistema presidencial, desde 1932 hasta ahora y salvo los 17 años de Pinochet, el problema es que rara vez los gobiernos han gozado de mayorías. Cuando hubo paz política, en los años 90 y la primera década del siglo XXI, ahí el sistema funcionó. El binominal, y esto está prohibido decirlo, tenía la función de entregar mayorías.
“Las ideas solo advienen a la derecha cuando entra en crisis”
—Hay quienes ven en lo que pasa por estos días el recuerdo de los últimos meses de Jorge Alessandri en el poder en 1964: un gobierno arrinconado por una crisis económica y una derecha sin perspectivas de lograr un peso electoral que pudiera defender su proyecto político. ¿Se puede hacer ese paralelo?
—En líneas generales, salvo unos pocos años, el “sistema Corfo” desde 1939 tuvo escasos brotes de desarrollo. El gobierno de Alessandri al final no fue una excepción sino parte de esa realidad. Además, tuvo una crisis política que heredaron sus partidarios y que fue una parcela en la gran crisis de Chile. Solo el segundo gobierno de Arturo Alessandri, en la derecha moderna, hasta cierto punto pudo dejar como herencia algo así como un sistema creativo. Desde el 18 de octubre del 2019 el Gobierno está bajo asedio por un levantamiento sin cabezas ni orientación, primero, y después por la mayoría parlamentaria a su vez aborrecida también por las protestas. Y a todo eso hay que sumar que la pandemia y la presión parlamentaria están eliminando el margen económico del que Chile gozó desde fines de los 80.
—¿Es posible pensar que en el próximo período de elecciones a Chile Vamos le pase lo mismo que a la derecha en los comicios parlamentarios de 1965, donde virtualmente desapareció del mapa político?
—Es una posibilidad con sus buenas probabilidades; que no supere mucho el margen del plebiscito constitucional, la misma proporción de la votación del Partido Nacional de marzo de 1972 (21%). Depende de cuánto ímpetu político pueda colocar en todas las elecciones que se vienen. Ojalá que el Gobierno logre acertar con un mensaje estratégico que pueda convocar a pesar de la espada de Damocles de las acusaciones constitucionales, las que por lo que implica el castigo de cinco años sin ocupar un cargo público, pueden decapitar a una clase política.
—¿A la derecha le cuesta gobernar? Salvando las distancias y la magnitud de la actual crisis, en 2013, en el último año del primer Gobierno de Piñera, el panorama era más o menos el mismo: críticas a La Moneda por su escasa conducción; partidos inmersos en una guerrilla permanente; Evelyn Matthei asumiendo una candidatura presidencial a última hora, etc.
—Hay un parecido. En el 2013 fue un coletazo del 2011 (movilizaciones estudiantiles); su resultado se tradujo en la autodemolición política de la derecha y en una deficiencia estratégica del Gobierno, a pesar de que la mayoría de la población reconocía una administración eficiente, a juzgar por los sondeos de fines de esos años. Pero claro, en la nueva democracia, desde 1990, las cosas funcionaron bien mientras gobernaba la Concertación con una fuerte oposición colaborativa de derecha; cuando se invirtieron los papeles, y los opositores contra los dos gobiernos de Piñera no colaboraron en absoluto, la situación empeoró. Opera en ello quizás una menor experiencia política de la derecha.
—Comentando hace algún tiempo la obra de gente como Hugo Herrera, Daniel Mansuy o Pablo Ortúzar, usted dijo: “cuando la derecha entra en crisis abruptamente recuerda las ideas”. ¿Cuáles serían esas ideas?, ¿qué ideas puede ofrecer la derecha al país en el actual contexto social y político? Parece evidente que ya no basta con la mera responsabilidad en el manejo de la economía.
—Así es. Las ideas solo advienen a la derecha cuando entra en crisis. Esta generación intelectual, reducida comparada con las falanges de izquierda y/o progresistas; pero más original y dinámica, puede complementar a la centro-derecha actual con la idea de comunidad, ideas de país, de discurrir sobre bienes y afecciones de la sociedad moderna con lenguaje fresco. Aportará en los temas socio-culturales, que es donde la derecha actual ha estado débil; y debe reforzar una conciliación entre la economía de mercado y los desafíos sociales y como sociedad en su conjunto, social y generacional. Esos son los debates que vienen.
—¿Dónde debiese estar el foco de interés de la derecha en los próximos meses: ¿la elección presidencial, la parlamentaria o la constituyente? Muchos dicen que es en la Convención Constituyente donde verdaderamente se discutirá lo importante.
—Son diferentes etapas, cada una con su peso específico. Debe recuperar el espacio electoral que tuvo por 30 años, entre un tercio y el 40% de los votantes, que se debilitó enormemente con el plebiscito y las polémicas y marañas del momento, como el proceso de desmonte de las AFP. La derecha se ha sumado a lo popular sin que por ello, me parece, gane un solo voto. Otra cosa es que hay que sacar un as de la manga, una respuesta a las ansiedades vitales y económicas de los electores.