Columnistas
Viernes 15 de enero de 2021
La sonrisa de Obama
“En las memorias del expresidente se pueden divisar algunas sombras de esperanza”.
Felipe Edwards del Río
Con el asalto al Capitolio, el miércoles de la semana pasada, la discordia y disfunción del mundo político de Estados Unidos parecen haber tocado fondo. Ese día, parte del control casi absoluto sobre el Partido Republicano del Presidente Donald Trump se desvaneció entre los gases lacrimógenos sobre los ocho mil de sus seguidores que saquearon el Congreso, instigados por el propio mandatario.
¿Cuál es la posibilidad de sanar el quiebre de la gobernabilidad del país, como aspira hacer el Presidente electo, Joe Biden? Se pueden divisar algunas sombras de esperanza en las memorias de Barack Obama, el último Presidente demócrata que sucedió a un republicano.
“Una tierra prometida” (2020) fue lanzado en noviembre pasado, dos semanas después de la elección. Obama fijó esa fecha para que la publicación no interrumpiera su colaboración con la campaña electoral de Biden. Si se toma en cuenta la trascendencia de esos comicios, es notable la imagen escogida para su carátula. Obama, que sintió la amargura de entregar el poder a quienes prometían revertir todos sus logros, aparece con cara serena, sonriente, tal vez confiada, como si el libro no hubiese sido terminado cuando el resultado de la elección era desconocido y bajo la constante anticipación por Trump de un fraude electoral.
Obama comenzó a escribirlo poco después de dejar la Casa Blanca en 2017. No se limita a describir los eventos que se desarrollaron durante su presidencia y los dirigentes mundiales que conoció. También incluye un retrato del lado humano de dirigir un gobierno de tal complejidad, con sus pequeños éxitos y desencantos diarios.
Más que cualquier memoria política reciente, detalla con impresionante transparencia el costo de su carrera política sobre su matrimonio: la rabia, frustración y distanciamiento que sufrió su esposa, Michelle, ante las reiteradas postergaciones de su propia carrera profesional en favor de la ambición política de su marido en tres sucesivas elecciones. Finalmente, Obama pidió su apoyo para ser Presidente, y la primera respuesta de Michelle fue que no se lo daría. Le exigió: “Dios, Barack… ¿cuándo será suficiente?”.
Al dejar su primer trabajo de coordinador de organizaciones cívicas para estudiar Derecho en Harvard, Obama se convenció de hacerlo porque el ritmo del cambio era demasiado lento, restringido, incapaz de responder a las necesidades de su comunidad. Luego sintió otros obstáculos en sus cargos en el gobierno estatal de Illinois y en el Senado en Washington. Su sueño siempre fue de motivar la participación activa en la política entre ciudadanos que se sentían ignorados, pasados a llevar, para que aprendan a confiar en quienes los representaban en el gobierno así como creer en sí mismos. Lo suyo era un afán transversal, quizás excesivamente idealista.
Pero Obama duda de la veracidad de esos argumentos. Cuestiona si la motivación no habría sido su vanidad, una ambición de poder disfrazada en el lenguaje de servicio público; un deseo de comprobar sus méritos a su padre difunto que lo había abandonado de niño; de cumplir los sueños de su madre que dedicó su vida al trabajo social; o para resolver una inseguridad latente de haber nacido de raza mixta. Finalmente, decide presentarse porque está convencido que si gana, si se convierte en el primer Presidente afroamericano, cambiará la forma cómo los jóvenes de color, o quienes se sienten distintos a la mayoría, se ven a sí mismos. Sus horizontes se ampliarían en forma insospechada. Fue el argumento que Michelle aceptó.
Es notable el contraste entre estas reflexiones autocríticas y el narcisismo y necesidad de adulación que caracteriza a Donald Trump. La incapacidad de aceptar su derrota lo llevó a incitar una sublevación que ha terminado en su segunda acusación política. Solo diez diputados republicanos votaron contra Trump —una proporción decepcionante comparado con los 197 que lo apoyaron a pesar de la gravedad de los hechos—, pero fue la mayor cantidad que haya votado contra un presidente del mismo partido en cualquier acusación anterior. A ellos se sumaron el jefe de la bancada republicana de la Cámara Alta y otros cinco senadores del partido. No son muchos, aunque pueden indicar la posibilidad de un acercamiento entre los bandos, o al menos una tregua en su habitual descalificación mutua.
Barack Obama considera los desafíos políticos de su nación como un proyecto extenso, el deseo permanente de acercarse a los principios de equidad y derecho consagrados, pero nunca alcanzados para todos, desde la fundación de su democracia. La expresión alegre que presenta su autobiografía tal vez corresponde a una visión lejos del odio y escisión exaltada por Trump. Obama acostumbra moderar las expectativas de sus admiradores. Con frecuencia alude a una cita de Martin Luther King: “el arco de la moral universal es largo, pero se dobla hacia la justicia”. Puede ser que la reacción a la ferocidad de la semana pasada en Washington contribuya a doblar ese arco.